-𝕰𝖘𝖕𝖊𝖈𝖎𝖆𝖑 𝖉𝖊 𝕳𝖆𝖑𝖑𝖔𝖜𝖊𝖊𝖓-
𝟐𝟎𝟏𝟗
One-shots de creepypastas.
➨ Capítulos independientes con historias diferentes.
❝La oscuridad acecha en cada rincón. No te fíes de nadie. Confía en tu instinto. Escucha. Cuántas veces te habían...
La profesora de química me entregó el examen de la semana pasada, dejándolo boca abajo sobre la mesa para que nadie más que yo pudiera ver la nota.
Levanté ligeramente la esquina del examen como si fuera una carta de póquer y observé mi resultado escrito con bolígrafo rojo: nueve con cinco.
Suspiré y volví a dejarlo donde estaba, boca abajo. Ni siquiera tuve curiosidad de mirar dónde me había equivocado; no tenía el más mínimo interés. Solo quería que la clase acabara, quería marcharme lo antes posible de allí.
Mis uñas repiqueteaban contra la madera carcomida de mi mesa mientras miraba por la ventana, inquieta. Mis ojos viajaron y se quedaron fijos en la pizarra, en la que había apuntas únicamente cinco palabras salteadas: examen, nota, media, valuación y tutoría. Nada que me llamara la atención o me preocupara.
Hacía tiempo que había dejado de sentir interés, atracción o emociones fuertes por las cosas. Fue como si algo en mi interior se apagara de forma repentina, como si un agujero negro se hubiera tragado todas mis emociones para siempre.
—¡Esto me pasa por no estudiar para el examen!
Escuché una voz chillona a mi espalda.
—Deberías haber copiado los apuntes que te di, Kimberly— le dijo una de sus amigas.
—O haber usado chuletas— la reprendió otra.
Cuando el timbre sonó, todos recogimos nuestras cosas para encaminarnos a la salida y volver a casa. Yo esperé a que la mayoría de mis compañeros salieran para evitar la aglomeración de personas que siempre se formaba a la hora de la salida en la puerta del instituto, y algo que no había cambiado en mí era que seguía despreciando estar rodeada de gente.
Kimberly recogió sus cosas y salió junto con sus amigas del aula. Yo la observé atentamente, escuchando adónde irían después de clase.
Memoricé la información.
Solamente había una cosa que lograba volver a hacerme sentir viva.
Las calles estaban desiertas, la temperatura había comenzado a decaer y la noche se iba comiendo el día como un depredador engullía a su presa tras haberla matado cruelmente.
Caminé por las calles con la cabeza agachada y las manos en los bolsillos de mi abrigo mientras escuchaba las risas de un trío de chicas frente a mí. Hacía cinco minutos que había mirado la hora en mi reloj de pulsera, así que debían de ser las nueve en punto.