-𝕰𝖘𝖕𝖊𝖈𝖎𝖆𝖑 𝖉𝖊 𝕳𝖆𝖑𝖑𝖔𝖜𝖊𝖊𝖓-
𝟐𝟎𝟏𝟗
One-shots de creepypastas.
➨ Capítulos independientes con historias diferentes.
❝La oscuridad acecha en cada rincón. No te fíes de nadie. Confía en tu instinto. Escucha. Cuántas veces te habían...
Me mordí el labio inferior y reuní todas mis fuerzas, apreté los puños y me acerqué al director de la ópera, cargando mi violín en el interior de su funda.
-¡Señor Lacroix, esperé, por favor!- me acerqué a él corriendo hasta que logré alcanzarlo antes de que desapareciera por la salida del teatro.
-¿Qué puedo hacer por usted, señorita?- preguntó, tras girarse para verme.
-Me gustaría pedirle que... bueno...- me mordí el interior de la mejilla y tragué saliva. Todo lo que había estado practicando delante del espejo de mi baño se me estaba olvidando por los nervios -, hace tiempo que quería...- contuve durante unos segundos el aliento y, finalmente, lo solté -me gustaría pedirle un solo.
Los ojos del señor Lacroix se abrieron tanto que casi parecía que se le iban a salir. Después, soltó una risotada que evolucionó a una pequeña tos. Mis mejillas ardieron.
-Querida, ese deseo sería concedido de inmediato- afirmó. Yo sabía lo que seguía después de eso: -, pero sabe que ya tenemos a nuestra estrella: la señorita Laurent.
-Pero, estoy convencida de que podría hacer otro solo además de ella. Llevo tocando desde que tenía siete años, me he memorizado la partitura completa, y...
-¿He oído bien?
Me quedé en silencio cuando los ruidosos tacones de María Laurent sonaron justo a mi lado derecho.
-¿Acaso el violín número dos desea sobrepasar a la estrella de este espectáculo?- preguntó, de forma retórica. Su risa fue muchísimo más ruidosa que la del director, porque está era cruel -. Anna, querida, ambas sabemos que ese puesto no está hecho para ti.
Mis mejillas se volvieron todavía más rojas y los ojos se me llenaron de lágrimas, pero me forcé a no derramar ninguna. Me sentía ridícula, humillada. Que mi trabajo y mi talento estaban siendo menospreciados y desaprovechados.
El director se empezó a poner incómodo y decidió escabullirse de aquel lugar fingiendo una llamada. En cambio, María se me encaró, queriendo continuar con la conversación.
-No me puedo creer que, por un segundo, hayas pensado que podrías llegar a mi nivel- me acusa, ofendida -. Hace falta mucha sangre, sudor y lágrimas para llegar donde estoy yo, y valer mucho. Y tú, bicho raro, no vales tanto como piensas.
