𝟖: 𝒢ℴ𝓁𝒹ℯ𝓃 𝓉𝒽𝓇ℯ𝒶𝒹𝓈
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Últimamente habías estado más deprimida de lo normal. El insomnio había empezado a afectarte. No podías hacer bien tu trabajo si no dormías, y habían comenzado a formarse una ojeras horribles alrededor de tus ojos. Ni siquiera te molestabas en ocultarlas.
Todo empezó cuando te enteraste de que tu hermana había muerto en un accidente de tráfico, debido a que la ambulancia no llegó a tiempo y nadie acudió a socorrerla; una muerte horrible. No habías podido asistir al funeral debido a que tenías que permanecer en el hospital junto a tu tío, que también falleció hace unos cuantos días por un ataque epiléptico. Habías tenido unas semanas muy malas y temías que lo siguiente que podías perder fuera tu trabajo. Habías estado forzándote y tirando de ti misma para poder realizar las tareas que te mandaban. Sin embargo, de manera inexplicable, cada día que pasaba te volvías cada vez más y más débil.
—¿Tienes lo que te pedí?— tu jefe se asomó por la pared de tu oficina. De inmediato diste un brinco y te llevaste la mano al pecho mientras te girabas a verle.
Tu jefe era arrebatadoramente guapo, por mucho que te costara admitirlo abiertamente: tenía unos ojos verdes que dejaban sin aliento, el cabello negro y con un flequillo que caía sobre su frente de una forma muy sensual, un cuerpo bien torneado y formado que encajaba a la perfección con los caros trajes que se ponía y unos labios que todas, y alguno que otro, se moría por besar.
Otra cosa que tampoco admitirías abiertamente era que, básicamente, te morías cada vez que él pronunciaba tu apellido.
—No, lo siento mucho. No he podido...
—No te preocupes— te interrumpió —, sé que estás pasando por una situación difícil.
Odiabas que la gente te tuviera lastima y te tratara como si fueses un pedazo de cristal, pero no podías hacer nada.
—Siento mucho lo que le pasó a tu tío— te dio su pésame de una forma tan cortés que hasta varias personas asomaron la cabeza en sus oficinas para saber qué estaba pasando.
—Gracias, señor— intentaste sonreír estirando las comisuras de tus labios, pero solo conseguiste que saliera una especie de mueca, bajando la cabeza.
—Solo intenta tener el informe lo antes posible, ¿de acuerdo?— volviste a asentir y te concentraste en la pantalla de tu ordenador mientras tu jefe daba media vuelta y se marchaba. Intentaste seguir escribiendo para poder acabar esa misma tarde. Pero te fue imposible. Jamás habías estado tan cansada, era como si algo estuviera absorbiendo la poca energía que te quedaba.
No pudiste terminar el trabajo aquella tarde y volviste a casa todavía más desanimada de lo que habías salido. En cuanto entraste a tu piso, te quitaste los molestos zapatos de tacón que siempre llevabas a la oficina. Fuiste en dirección a tu habitación y entraste al baño para mirarte en el espejo. Estabas pálida y habías adelgazado demasiado, debido a que ni siquiera tenías ganas de comer. Después de cambiarte de ropa al pijama, te sentaste en el sofá y encendiste el televisor. Tu mirada se desvió de la película para ver la pantalla de tu móvil: sin mensajes. Tus padres no te habían llamado desde el accidente de tu hermana.
Soltaste un suspiro mientras te convencías de que, definitivamente, te habías quedado sola.
—Debería adoptar un gato...— susurraste. Tus tripas sonaron exigiendo comida. Entonces, te levantaste y miraste la hora: las diez y media.
Fuiste en dirección a la cocina, pero sentiste que algo tiraba de ti para evitar que entraras.
Te quedaste quieta en silencio. Parpadeaste.
Diste un paso hacia delante, pero algo invisible volvió a tirar de ti. De tus brazos y piernas.
—¿Qué demonios...?— bajaste la mirada a tu antebrazo y te fijaste en que había algo brillante y pequeño. ¿Un pelo? Con todo el estrés que estabas sufriendo, lo veías capaz de que sucediera.
Tiraste de lo que parecía un cabello, pero no cedió, se había pegado a tu piel. Sentiste un pequeño pinchazo cuando tiraste con más fuerza.
Te rendiste, pero entonces descubriste que tenías tres cabellos más; uno en cada extremidad. Intentaste moverte, pero sentiste los tirones en la piel, que se habían vuelto más dolorosos, y preferiste dejar de insistir. Abandonaste la sala de estar y subiste directamente a tu habitación. Cuando apagaste la luz para ir a la cama, pegaste un grito al darte cuenta de que, aquello que pensabas que eran cabellos, eran hilos dorados que parecían brillar en la oscuridad.
Te entró el pánico y volviste a intentar quitártelos.
—Ah, no, querida, eso no se puede quitar.
Te diste la vuelta y volviste a gritar al ver unos ojos completamente dorados destacar en la oscuridad. Había un hombre acechando en las sombras. Estaba vestido de negro, tenía el cabello largo del mismo color y sus dientes y sus ojos eran de un dorado intenso que brillaba en la oscuridad. Su piel gris parecía ser la de un muerte y movía sus dedos constantemente. En ese momento, te percataste de que él era el que estaba controlando aquellos hilos que se habían pegado a tu piel.
—Dios mío...— gemiste. Tus ojos se llenaron de lágrimas —por favor...
—¿Por favor?— preguntó —Yo no estoy haciendo nada, cariño— se acercó a ti. Sus pies no tocaban el suelo; levitaba. Sus dedos enguantados rozaron ru mentón y lo acariciaron con delicadeza —, tú misma fabricaste la trampa, y tú misma caíste en ella.
Negaste lentamente con la cabeza.
—No..., no...
—Me temo que sí— te contradijo, tranquilo. Era como si no le importara, como si quisiera hacerte ver la realidad y a la vez que te chocaras con ella de la forma más dolorosa posible —, por eso estoy aquí.
Soltaste un grito tan fuerte que tus cuerdas vocales se desgarraron. Y abriste los ojos.
Estabas empapada en sudor y tumbada en la cama. El despertador están emitiendo un pitido insoportable y te indicaba en numeros dijitales de color verde que ya era hora de levantarse.
Te incorporaste de golpe y te llevaste las manos a la cabeza, a la frente. Te echaste el cabello hacia atrás y esperaste a que se te calmara la respiración.
¿Todo había sido un sueño?
𝚃𝚑𝚎 𝚙𝚞𝚙𝚙𝚎𝚝𝚎𝚎𝚛.
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𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓 ❨Creepypastas' one-shots❩©
Fanfiction-𝕰𝖘𝖕𝖊𝖈𝖎𝖆𝖑 𝖉𝖊 𝕳𝖆𝖑𝖑𝖔𝖜𝖊𝖊𝖓- 𝟐𝟎𝟏𝟗 One-shots de creepypastas. ➨ Capítulos independientes con historias diferentes. ❝La oscuridad acecha en cada rincón. No te fíes de nadie. Confía en tu instinto. Escucha. Cuántas veces te habían...