-𝕰𝖘𝖕𝖊𝖈𝖎𝖆𝖑 𝖉𝖊 𝕳𝖆𝖑𝖑𝖔𝖜𝖊𝖊𝖓-
𝟐𝟎𝟏𝟗
One-shots de creepypastas.
➨ Capítulos independientes con historias diferentes.
❝La oscuridad acecha en cada rincón. No te fíes de nadie. Confía en tu instinto. Escucha. Cuántas veces te habían...
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—Es maravillosa, es enorme y está llena de cosas, Nora se ha comprado una muñeca esta misma mañana.
La pequeña os enseñó a ti y a tu madre una muñeca de vestido violeta y cabellos rubios chillones con ojos de botón negros. En cierto modo, la muñeca era un poco siniestra. Su boca sonriente estaba cosida, y era como si te mirara fijamente.
Evitaste el contacto visual con la muñeca.
—El vendedor fue tan amable, Karen— suspiró la tía Agatha. Tu prima había tenido a Nora hace ya un par de años y, mientras ella trabajaba, era tu tía Agatha la que se ocupaba de cuidar de la pequeña. Esa tarde, habían decidido ir a visitaros después de que la niña se comprara una muñeca en la nueva juguetería que habían abierto en una zona cercana del barrio —, nos atendió muy bien, así que vamos a volver.
—¡Eso es estupendo, Agatha!— exclamó tu madre, con una gran sonrisa —Ya era hora de que abrieran una juguetería en esta zona— dijo. Tú, automáticamente, te desentendiste de la conversación. Cogiste tu teléfono y comenzaste a hablar con tus amigas. Cuando tu tía se fue a casa y se llevó a Nora consigo, cenásteis y después te fuiste a dormir pronto. Mañana a primera hora debías estar en la universidad.
Al día siguiente, después de un largo día en la universidad, te despediste de tus amigas y cogiste el autobús. Pero te bajaste antes de llegar a tu parada cuando viste la juguetería nueva de lejos. Tanto te picaba la curiosidad que te acercaste a la puerta.
Jason'sToys.
El nombre estaba tallado en madera que había sido pintada de color rojo, como la puerta. Cuando la atravesaste, sonó una campanita que hizo eco en toda la tienda.
—¡Bienvenida!— sonó a lo lejos, dedujiste que en la puerta de detrás del mostrador. Alzaste la mirada y observaste los estantes llenos de juguetes y muñecas de todos los tamaños y colores. Toda la tienda estaba hecha de madera, así como algunos juguetes. Te asustaste y diste un respingo cuando giraste una esquina y te encontraste con una enorme serpiente de color morada y con ojos gigantes que tenía la boca abierta y te miraba fijamente. De dentro de su boca sobresalían un montón de brazos de plástico pequeños de muñecos.
Retrocediste y chocaste contra algo duro, firme y alto. Cuando te diste la vuelta, unos ojos dorados y penetrantes te observaron.
—Mi nombre es Jason, ¿puedo ayudarte en algo?— te preguntó, de una forma tan cordial que hasta te pareció una broma. Él debía ser el propietario de la tienda. Su cabello rojo era largo, su piel pálida y estaba vestido con un traje marrón. Era atractivo, pensaste.
—Solo... solo estoy mirando— respondiste, esbozando una sonrisa nerviosa.
—Por supuesto, mira todo lo que quieras— abrió sus manos y te señaló la tienda entera con una sonrisa radiante. Te sonrojaste ligeramente mientras te acercabas a una de las muchas estanterías. Te quedaste mirando un conejo de trapo bicolor: mitad blanco mitad rojo y con ojos de botón negros. Sus orejas eran grandes y le caían por la espalda.
—Qué bonito...— susurraste.
—¿La señorita ha escogido?— Jason se acercó a ti y cogió el conejo, te lo entregó y tú lo cogiste con ambas manos —Para ti.
—No, en realidad, yo...
—Por favor, querida.
Tus mejillas volvieron a sonrojarse mienteas veías cómo te volvía a dedicar una sonrisa radiante. Sacaste de tu monedero un billete de diez, pero se negó aceptarlo, así qué saliste de la tienda con un conejo de peluche gratis en los brazos. Cuando llegaste a casa, saludaste a tu madre y subiste las escaleras, entraste en tu habitación y moviste tus libros para hacer hueco en una estantería al conejo.
Súbitamente, tu madre te llamó para que la ayudaras con la cena y tuviste que bajar para ayudarla. Cuando volviste a subir, te sentaste en la mesa para ponerte a estudiar. Pero te asustaste cuando viste al conejo tumbado en la cama, boca arriba.
¿Qué demonios? ¿Lo habías puesto tú allí?
Te giraste en dirección a la estantería donde lo habías dejado y viste el hueco entre los libros.
—Mamá, ¿has movido tú mi conejo de peluche?
—¿Qué conejo de peluche?— te preguntó ella, desconcertada.
—Nada, olvídalo— te levantaste, quitaste al conejo de la cama y lo volviste a dejar en la estantería. Después, te sentaste frente a la mesa para empezar a estudiar.
Tras horas haciendo deberes y estudiando para los exámenes que estaban al caer, bajaste a cenar con tu madre y a descansar un poco de los libros de texto. Cuando se hizo tarde subiste a tu habitación y lo recogiste todo para el día siguiente. Esta vez, encontraste al conejo sentado al lado de tu mochila, en el suelo.
Sabías que tu madre no lo había movido, había estado contigo todo el tiempo. Tal vez se había caído. Tal vez...
Te agachaste y lo cogiste, le sacudiste el polvo y, por alguna razón, se te ocurrió examinarlo antes de volver a colocarlo en la estantería. Te quitaste la ropa, te pusiste el pijama y te cubriste con las sábanas. Sentiste que volviste a tu infancia cuando tuviste que apagar la luz.
Te quedaste observando al conejo antes de apagar. El corazón te dio un vuelco y sentiste un nudo formarse en tu estómago: miedo.
Tragaste saliva. Apagaste la luz y te escondiste entre las sábanas, cerrando los ojos y obligándote a ti misma a dormir.
Un ruido sordo te hizo despertar de golpe. Abriste los ojos y te diste la vuelta para ver qué era lo que estaba pasando en tu habitación. Cundo tus ojos se acostumbraron a la oscuridad, el miedo volvió a ti cuando viste el conejo no estaba en su estantería. Te incorporaste y presionaste el interrumptor de la luz.
No funcionaba. Te pusiste todavía más nerviosa. Entonces, una puerta azul apareció de la nada en tu armario. Ahogaste un grito cuando esta se abrió en un chirrido y el pánico se apoderó de ti, pero no pudiste moverte de la cama.
Unos pasos se acercaban. ¿De dónde había salido la puerta?
Reconociste una voz que tarareaba. Una cabellera pelirroja; unos ojos dorados que brillaban en la oscuridad. Tenía el conejo blanco y rojo en una mano y una sierra en la otra.