Ghost

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𝟏𝟐: 𝓖𝓱𝓸𝓼𝓽.

𝟏𝟐: 𝓖𝓱𝓸𝓼𝓽

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El día en el que tu padre se marchó para luchar en el extranjero no eras más que una niña. No sabías adónde se dirigía y mucho menos cuándo volvería. Te preguntabas por qué iba con un uniforme de un color tan feo y por qué tu madre lloró cuando lo vio marchar. Nadie te lo dijo nunca. Fue en el colegio que supiste que tu país estaba en guerra y que necesitabas esconderte debajo de una mesa en caso de que sonara una sirena muy ruidosa.

A la edad de trece años, cuando ya empezaste el colegio mayor, tu madre recibió una carta que solo tenía una frase escrita, solo eso fue suficiente para hacer que tu madre cayera en una profunda depresión.

William Sakler, primera línea de infantería, pelotón 22: Desaparecido en combate.

Guardaste esa carta en una pequeña caja en tu habitación cuando tu madre se fue a la cama. Te arrodillarse frente a la ventana de tu habitación y rezaste a Dios que tu padre estuviera vivo y volviera a casa pronto.

Más tarde, supiste que había muerto. Un soldado tocó la puerta de vuestra casa y os informó de la noticia con su gorro en la mano derecha, presionando su corazón. Tú ya tenías dieciséis años y lloraste junto a tu madre todo el día, mientras maldecías al mismo Dios al que le habías rezado por que tu padre viviera, preguntándole por qué ni siquiera te permitía enterrarlo, puesto que no habían encontrado su cadáver todavía.

Cuando la guerra terminó y tú te graduaste en historia antigua y moderna en la universidad local, el general que mandaba sobre el pelotón de tu padre os informó de que había encontrado su cadáver y que, por muy descompuesto que estuviera, recibiría un entierro como merecía. Así que, al día siguiente, te vestiste de negro y ayudaste a tu madre a ponerse un vestido de luto para el funeral. Junto a tu tía Blythe, erais los únicos miembros de la familia, los demás eran soldados y compañeros que os dieron el pésame después de introducir el ataúd bajo tierra.

—Siento mucho lo que le ha sucedido a tu padre, pequeña— dijo, mientras paraba frente a ti —. Tiene que ser muy duro, sobre todo después de que...

—Sí, gracias, señor— lo interrumpiste. Por lo visto, todos los soldados sabían que tu madre había intentado suicidarse cortándose las venas después de que os dieran la demoledora noticia. Sin embargo, llegaste a tiempo para salvarla, detuviste el sangrado y llamaste a una ambulancia para que la llevaran al hospital. Aquello la dejó tan traumatizada que no había vuelto a hablar desde entonces, se negaba a moverse por sí misma y ni siquiera se cuidaba.

Una punzada te atravesó el corazón cuando la viste parada frente a la tumba de su marido sin expresión, con la cabeza agachada y mas manos entrelazadas sobre su estómago.

No asistió a tu graduación, ni a ningún otro acontecimiento especial en tu vida, pero sí al funeral. Y lo entendías perfectamente.

Te acercaste a la tumba y dejaste una rosa blanca sobre la tierra húmeda. Cuando te levantaste, tus ojos se fijaron en la tumba que estaba a su lado.

JACK LEUDER.

Valiente soldado.
Hijo amado.

—Ah..., el pobre Jack— murmuró un hombre detrás de ti —. Es una pena que haya terminado tan solo...

Un hijo al que nadie había ido a visitar ni habían visto enterrar. Era una verdadera lástima que la mayoría de los hombres que estaban enterrados en aquel cementerio no pudiesen ser reconocidos por su familias y que algunos hubiesen sido olvidados.

Una lágrima más rodó por tu mejilla y dejaste una segunda rosa frente a la lápida. Llevabas un ramo de rosas que habías comprado para tu padre. Sin embargo, las repartiste por todas las tumbas cuyos soldados no tenían familia o no tenían apellido. Cuando se te acabaron las rosas, volviste junto a tu madre y la tomaste de la mano.

—Volvamos a casa, mamá— y ella, en silencio, te siguió hasta el coche.

Esa misma noche, el insomnio había decidido atacarte. Estuviste desde las doce de la noche hasta las tres de la madrugada intentando pegar ojo, pero el llanto de tu madre no iba a cesar, así que te levantaste de la cama con el pijama puesto y, tras bajar las escaleras, abriste la vitrina del salón y sacaste una botella de bourbon.

Solo sería una noche, no pasaría nada.

Tomaste un vaso de cristal y empezaste a beber hasta que dejaste la botella por poco menos de la mitad. La garganta te ardía por el alcohol y te tambaleabas sentada en el sofá con el vaso en la mano.

Entonces, un ruido te alarmó y te levantaste de golpe sin soltar el vaso.

—¿Ho... hola...?

No respondió nadie. Sin embargo, unos pasos firmes y fuertes se acercaban a la sala de estar, donde tú te encontrabas.

—¿Ma-mamá?— preguntaste —¿Estás bien?

Pero no era tu madre la persona que apareció en el umbral de la puerta de la cocina, que daba directamente al salón. Era un hombre mucho más alto que tú, de complexión fuerte y vestido de negro. Su cabello era castaño oscuro y estaba muy desordenado. Lo más extraño de todo era que tenía una máscara de color azul con dos cuencas para los ojos muy grandes que goteaban un líquido negro.

En cuanto avanzó un paso hacia ti, soltaste un chillido y arrojaste el vaso hacia él, pero ni siquiera tuvo que esquivarlo. El cristal se rompió en mil pedazos y tú caíste sobre la mesa pequeña frente al sofá, rompiendo la botella de bourbon y cortándose con los trozos.

—Por favor, ¡no!— gritaste, llena de lágrimas. Lograste levantarte de la mesa y fuiste corriendo hacia uno de los cajones de la vitrina para coger el revólver que guardabas para proteger a tu madre. Pero él se interpuso y retrocediste —P-por favor..., no tenemos dinero... váyase.

Él no dijo nada. Ahogaste un grito cuando su mano se introdujo en el bolsillo de su sudadera, pero cuando te enseñó una rosa blanca manchada con un líquido negro, te quedaste sin aliento.

—¿Eh...?— atinaste a susurrar. Él se acercó a ti, no retrocediste.

¿Por qué no lo hiciste? Tal vez porque algo en ti sabía que no te haría daño.

Tomó tu mano. Sus dedos estaban casi más fríos que un témpano de hielo, no era normal, pero no retiraste la mano. Te colocó la rosa en ella y te cerró los dedos para que la tomaras.

Cuando sus dedos dejaron de tocar los tuyos y alzaste la mirada para ver su máscara azul, él ya había desaparecido. Como un fantasma.

  
𝙴𝚢𝚎𝚕𝚎𝚜𝚜 𝙹𝚊𝚌𝚔.

𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓 ❨Creepypastas' one-shots❩©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora