ARCOIRIS SANGRIENTO

(3)

Dormía profundamente cuando sentí que una mano me tomaba del brazo moviéndome bruscamente para que despertara. Solté un suspiro de cansancio, apenas había podido conciliar el sueño, quería seguir durmiendo.

Irritada abro los ojos para encontrarme los cafés claros de mi madre. La luz del sol se colaba por la ventana.

Me mueve con más fuerza cuando vuelvo a cerrar los ojos.

– Dan, tienes que levantarte, es tu primer día en tu nuevo instituto y es mal visto llegar tarde el primer día.

Uy que pena.

– No me importa lo que piensen de mí un montón de adolescentes molestos con hormonas hasta los huesos.

Iugh

– No seas así, de seguro harás amigos sin que te des cuenta.

– Ajá. – Digo con desinterés levantándome y le doy la espalda para ir a mi armario para ver qué ponerme, luego paso al baño para empezar a arreglarme.

Mi madre era indiferente con mi otra vida y no porque no lo supiera, sino decidía ignorarlo. No lo aceptaba en nada, y constantemente me lo recordaba, dejándolo en claro con miradas o pequeños comentarios significativos.

Se puede decir que le tengo un poco de aprecio, muy poco, pero me es imposible no estar un poco agradecida con ella. No es como si me tratara como una madre debe hacerlo, pero sin ella estaría mucho más perdida en la oscuridad de como lo estoy ahora.

Decido colocarme unos jeans negros un poco rotos en las rodillas y muslos, una blusa verde oscuro sin mangas y con cuello que me cubría hasta debajo de la cintura y tenía un poco más largo por detrás. Unas botas negras, una chaqueta de lona y opto por dejar mi cabello suelto. Me decido poner un poco de rímel junto a un poco de bálsamo en los labios.

Veo mi reflejo en el espejo y el piercing negro de mi nariz en forma de medialuna brilla junto al otro en mi labio inferior en forma cruzada, resaltaban bastante en mi cara.

Tomo mi teléfono y bajo al comedor, lo primero que veo es mi delicioso desayuno y al otro lado de la mesa está mi padre.

Mi madre está a la par de mi padre desayunando en silencio. Mi plato está al otro extremo que el de mi padre, ¿Qué les ocurre? ¿Por qué yo alejada? no lo sé, pero ya me acostumbré, así ha sido siempre, como que si mordiera o tuviera alguna enfermedad contagiosa.

Exagerados.

Me acomodo sin saludar, sé que eso le molesta a mi padre. Cuando suelo ser amable con otras personas es porque tengo que mantener las apariencias. Bueno creo que todos lo hacen por eso, algunos pocos lo hacen porque de verdad lo sienten.

Prefiero aspirar confianza con las personas, no sé si en un futuro eso me pueda beneficiar.

Degusto mi desayuno en completo silencio. Me molestaba pensar que pasaría toda la mañana y parte de la tarde en ese instituto soportando a un montón de adolescentes que en lo único en que se preocupan es en pasarla bien, drogándose y emborrachándose hasta quedar inconscientes.

Menuda diversión ¿no crees?

¿Por qué tanto odio a las relaciones sentimentales? Pues he tenido 3 novios en toda mi vida y sinceramente por ahora no quiero nada de eso en mi desagradable vida.

Mi primer novio lo tuve a los ocho años, al final nos separamos porque le encantaba comerse el papel. Sí, decía que sabía bien y que le quitaba el hambre.

Que alivio salir de ahí.

Completamente.

El segundo, a mis diez años, sufría bastante de bullying por el típico trio de niños que buscan atención.

Un día, cansada de ver eso los seguí cuando se detuvieron en un callejón cerca de la escuela y digamos que les dije muy amablemente que dejaran de molestarlo.

Con amablemente quiere decir amenazándolos con su navaja.

Se fueron un poco asustados. Cuando llegué a la escuela me entero de que los muy cobardes me habían acusado con la directora. Al entrar a su oficina los tres me miraron y empezaron a llorar como unos completos bebés, la directora se asustó cuando los vio y me preguntó si era verdad. Afortunadamente tenía una cara tan angelical que me creyó ciegamente, reí mucho en mi interior cuando los castigó.

Reímos querrás decir.

Eso, es lo mismo, somos una ¿Recuerdas?

Lamentablemente sí.

Maldita conciencia.

Al final terminamos porque aparentemente él era gay y al parecer se dio cuenta conmigo.

Que suerte ¿No?

Mucha.

El tercero, lo tuve a los 14 años. Era muy atractivo, manipulador y cuatro años mayor que yo. Me convenció de mostrarle mi secreto, era muy ingenua que con simples palabras bonitas y promesas cedí.

Le confesé y mostré todo, se asustó tanto que quiso ir directo a la policía, pero le convencí qué lo amaba y que no le haría daño, seguimos juntos después de eso.

Pero un día lo encontré con una chica mayor comiéndose descaradamente en un lavamanos del baño de chicas. Desde ahí supe que no podría volver confiar tan fácilmente. Los miré fijamente hasta que el abrió los ojos y me dedico una sonrisa burlona.

<<Eres ridícula ¿En verdad crees que estaba enamorado de ti? me cansaste y no podía estar tanto tiempo en abstinencia por alguien como tú, al final no creo que seas muy diferente a las otras, ya no siento el mínimo interés por un adefesio como tú.>>

Prácticamente lo dijo asqueado. Estaba muy dolida y enojada por ser una sensible a la idea del amor.

Quería demostrarle cuán adefesio podría llegar a ser, pero no dije nada, no discutí, ni grité solo me quedé callada y salí de allí escuchando más ofensas para que reaccionara, pero simplemente me fui. Había perdido el interés en él y simplemente me iría con la promesa que algún día cobraría el dolor inmenso en el pecho que sentí luego de eso.

Sin embargo, no lloré, me juré a mí misma que no lloraría por alguien a quien nunca le importé y que me había tratado de esa manera, no lo merecía. Nadie merecía que derramara mis valiosas lágrimas, ni mi padre, ni mi madre, ni maestras y mucho menos novios que no valoraban que les entregara mi corazón, y que lo destruyeran.

Ninguna persona en este mundo merecía mi cariño y amor, me lo grabé en la cabeza hasta que terminé creyéndomelo firmemente y después de eso me valoré a mí misma lo suficiente como para no dejar que nadie entrara, ahora, a mi frío corazón.