Encuentro a Serge en la sala principal besándose apasionadamente con una chica. Camino rápido y lo toco para separarlos.
– Tenemos que irnos. – Faltan pocos minutos para que la mansión cierre. La chica me mira de pies a cabeza disgustada.
Me cruzo de brazos enfrentándola, ya me cansé que me miren con desprecio por tercera vez en el día.
– ¿Se te perdió algo? – levanto las cejas, furibunda.
Niega rápidamente al ver mi bonito humor.
Muy bonito.
– Vamos. – Se acomoda su camisa. – Nos vemos luego. – Le guiña un ojo a la chica que le sonríe pícara.
Comenzamos a caminar hacia la salida. Volteo a mis espaldas cuando escucho que Serge ríe a carcajadas y camina tambaleante.
Me paro en seco.
– Estás borracho. – Afirmo cruzándome de brazos.
– No. – Suelta una pequeña risa mientras se tambalea y se acerca a mí. Su voz demuestra lo borracho que está.
Mierda.
Cuando se acerca noto un olor intenso de alcohol.
– ¿Cuánto tomaste?
– Solo una botella de vodka y alguna de ron.
No puede ser.
– ¿Qué mierda te pasa? – Me acerco dándole un golpe en el hombro. – ¿Sabes cómo estarás mañana? ¡Hay escuela idiota! – le doy otro golpe.
– Shhh. – Pone su dedo en mi boca para callarme, lo quito con asco, no sé en donde ha estado.
Lo malpensé.
– ¿Escuchas a los unicornios? – me quedo callada.
¿Unicornios?
¿Qué carajos?
Está alucinando.
– ¡Oh mira! Allí hay uno, es hermoso, tiene el pelo color rosa.
Okey, lo perdimos.
Hora de muerte neuronal, 11:55 p.m.
– Está bien, diles que tengan un buen viaje por el arcoíris ¿De acuerdo? – le sigo el juego.
– Se los diré. – Asiente.
Comienza a sacar de su bolsillo las llaves del auto, sin embargo, se le caen y cuando trata de tomarlas se marea y termina vomitando al otro lado.
Me agacho y le ayudo a sostenerse para que no se caiga. Cuando termina lo ayudo a levantarse y recojo las llaves.
Trata de quitármelas, pero se lo impido.
– Debo ma-manejar – susurra en mi hombro, puso su cabeza allí.
– No, yo manejo, mira cómo estás, si tú manejas nos estrellaremos y moriremos ¿Quieres eso? – sueno muy tranquila, como si hablara con un niño, y prácticamente eso hacía.
– Okey, pero vas a comprar mi helado de chocolate ¿verdad? – me hace un puchero mientras habla como niño.
– Si te subes al auto, sí. – Señalo su auto, asiente de acuerdo.
Lo subo en la parte trasera, hay más espacio allí. Subo al lado del piloto y enciendo el auto.
Por veinte minutos Serge estuvo hablando sobre los unicornios que miraba y hablaba solo. Hasta que se quedó profundamente dormido y roncando como nunca.

ESTÁS LEYENDO
ARCOIRIS SANGRIENTO
FantasyDan Larsson y sus padres se mudan a Anson, un pequeño pueblo de Texas, Estados Unidos. Su llegada desata muchos escenarios misteriosos que pondrán su vida más complicada. Tiene un secreto, pues pertenece a un grupo de asesinos que se hacen llamar Ar...