(13)

2 0 0
                                    


Encuentro a Serge en la sala principal besándose apasionadamente con una chica. Camino rápido y lo toco para separarlos.

– Tenemos que irnos. – Faltan pocos minutos para que la mansión cierre. La chica me mira de pies a cabeza disgustada.

Me cruzo de brazos enfrentándola, ya me cansé que me miren con desprecio por tercera vez en el día.

– ¿Se te perdió algo? – levanto las cejas, furibunda.

Niega rápidamente al ver mi bonito humor.

Muy bonito.

– Vamos. – Se acomoda su camisa. – Nos vemos luego. – Le guiña un ojo a la chica que le sonríe pícara.

Comenzamos a caminar hacia la salida. Volteo a mis espaldas cuando escucho que Serge ríe a carcajadas y camina tambaleante.

Me paro en seco.

– Estás borracho. – Afirmo cruzándome de brazos.

– No. – Suelta una pequeña risa mientras se tambalea y se acerca a mí. Su voz demuestra lo borracho que está.

Mierda.

Cuando se acerca noto un olor intenso de alcohol.

– ¿Cuánto tomaste?

– Solo una botella de vodka y alguna de ron.

No puede ser.

– ¿Qué mierda te pasa? – Me acerco dándole un golpe en el hombro. – ¿Sabes cómo estarás mañana? ¡Hay escuela idiota! – le doy otro golpe.

– Shhh. – Pone su dedo en mi boca para callarme, lo quito con asco, no sé en donde ha estado.

Lo malpensé.

– ¿Escuchas a los unicornios? – me quedo callada. 

¿Unicornios?

¿Qué carajos?

Está alucinando.

– ¡Oh mira! Allí hay uno, es hermoso, tiene el pelo color rosa.

Okey, lo perdimos.

Hora de muerte neuronal, 11:55 p.m.

– Está bien, diles que tengan un buen viaje por el arcoíris ¿De acuerdo? – le sigo el juego.

– Se los diré. – Asiente.

Comienza a sacar de su bolsillo las llaves del auto, sin embargo, se le caen y cuando trata de tomarlas se marea y termina vomitando al otro lado.

Me agacho y le ayudo a sostenerse para que no se caiga. Cuando termina lo ayudo a levantarse y recojo las llaves.

Trata de quitármelas, pero se lo impido.

– Debo ma-manejar – susurra en mi hombro, puso su cabeza allí.

– No, yo manejo, mira cómo estás, si tú manejas nos estrellaremos y moriremos ¿Quieres eso? – sueno muy tranquila, como si hablara con un niño, y prácticamente eso hacía.

– Okey, pero vas a comprar mi helado de chocolate ¿verdad? – me hace un puchero mientras habla como niño.

– Si te subes al auto, sí. – Señalo su auto, asiente de acuerdo.

Lo subo en la parte trasera, hay más espacio allí. Subo al lado del piloto y enciendo el auto.

Por veinte minutos Serge estuvo hablando sobre los unicornios que miraba y hablaba solo. Hasta que se quedó profundamente dormido y roncando como nunca.

ARCOIRIS SANGRIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora