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Faltaba poco para finalizar la última clase del día, sin embargo, necesitaba ir urgentemente al baño.

Empujo la puerta del baño de chicas y descubro que está completamente vacío.

Entro en el primero que veo.

Hago mis necesitades y salgo para lavarme las manos, el baño sigue vacío.

Mierda.

Olvidé mi teléfono encima del inodoro, regreso y lo tomo.

Antes de salir siento un fuerte dolor de cabeza repentino, casi al instante mi vista se distorsiona.

Cuando parpadeo un poco para tener más claridad me sorprendo al encontrarme en una habitación totalmente blanca, sin puertas ni ventanas que pueda ver.

¿En dónde mierda estoy?

Tranquila. Es hora.

¿Es hora de qué?

No vuelvo a escuchar a mi conciencia, al parecer se fue de vacaciones.

Me siento extraña.

Unas personas aparecen en la habitación con ojos violetas como los míos.

Nunca había visto a otra persona con el mismo color de ojos que yo.

Eran 8 personas en total, parecían ser todos adultos.

Cuatro tenían cosas extrañas a sus pies que hicieron que frunciera el ceño.

Uno tenía llamas de fuego, otro un pequeño recipiente con agua, otro más con un pequeño árbol en una maceta y el último tenía un pequeño tornado, del cual no tenía ni idea de cómo estaba en la habitación.

¿Estoy soñando?

Si no es así creo que me drogaron y estoy alucinando, es la respuesta más lógica ante lo que estoy viendo.

¿Puedes callarte? Deja de pensar tanto.

¿Ahora si hablas?

Me vuelve a ignorar.

Los extraños vieron en mi dirección, todos al mismo tiempo que no puedo evitar dar un pequeño salto del susto.

Sus ojos del mismo tono que los míos brillan al verme, sonríen y se quedan expectantes ante mis movimientos.

¿Por qué me miran así?

Es hora.

Si, eso ya me lo dijiste.

Por primera vez quería que mi conciencia hablara y no que se quedara callada.

Apenas parpadeo y ya me encuentro en otro lugar totalmente diferente.

Me rodeo de un bosque, pero no uno cualquiera, pues es uno con hojas rojas, casi como las de otoño, solo que en un tono más oscuro.

Seguían viéndome expectantes, su mirada me hacía sentir confiada e intimidada al mismo tiempo.

Había niebla que nos rodeaba, era de noche y una luna creciente cóncava iluminaba un poco.

Mi cuerpo reacciona automáticamente dando un paso hacia adelante teniendo sus miradas evaluándome.

Al momento en que mi pie termina de dar el pequeño paso, sucedió algo aún más extraño.

Las llamas de fuego se extinguieron, el agua del recipiente se evaporó; secándose en menos de 10 segundos, el árbol se secó como si hubiera pasado varios años sin una pisca de agua y el pequeño tornado se desvaneció.

ARCOIRIS SANGRIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora