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– ¿Quieres algo de tomar? – pregunto cuando se detiene en la sala de estar.

– ¿Tienes visitas? – ignora mi pregunta.

Pero que cortés.

– Sí, mis abuelos, mi tío con su esposa y su hijo ¿Cómo lo sabes?

– No lo sé. – Se encoge de hombros. – Tal vez por las maletas de ahí ¿Te suena? – Habla con sarcasmo señalando las maletas que dejaron cerca de la puerta.

Ruedo los ojos.

– Idiota. – Susurro pasando por su lado para ir a mi habitación, me sigue riendo mientras subimos las escaleras.

Prefiero que hablemos en un lugar más privado.

Espero sentada en mi cama a que llegue. Entra cerrando la puerta con llave mientras sube y baja las cejas. Le doy una mirada aburrida y le señalo la silla en frente de mí para que se siente.

Le cuento cada detalle de lo que escuché y para cuando termino aguarda unos segundos con la mirada perdida.

– ¿Dices que no viste quién era el que hablaba en el salón? – niego con la cabeza.

– No, no pude, cuando iba a entrar y esconderme para verle el rostro, terminó la llamada y salió del salón, fue tan rápido que tuve que salir corriendo sin que me escuchara.

Si me quedaba y me veía, no podía decir que se me había olvidado algo, iba a sospechar porque en ese momento no quedaban casi estudiantes, la mayoría salía rápido.

– ¿Qué piensas que van a hacer? – espera mi respuesta mirándome fijamente.

– Por lo que escuché van a ocultar un cuerpo. – Me pongo más seria. – Sabemos perfectamente para qué se utilizan las bolsas de basura y mucha agua oxigenada, – pauso, – para ocultarlo y limpiar la escena del crimen. – Digo obvia, es de lo primero que aprendimos estando en los arcogrientos.

– Tienes razón.

– Siempre la tengo. – Lo miro con altivez mientras rueda los ojos, divertido. – ¿Crees que esté relacionado con lo que nos contó el director, sobre el pasillo?

– No estoy del todo seguro, pero algo me dice que están conectados. – Asiento de acuerdo, siento lo mismo.

Mira el reloj de mi habitación con el ceño fruncido.

– ¿Y ahora qué hacemos? solo han pasado 15 minutos desde que llegué. – Me mira curioso cuando ve que lo miro con un poco de emoción. – Ya dime ¿Qué más vamos a hacer?

– Bien, ya que insistes tanto. – Entrecierra los ojos sonriendo. – Iremos a descubrir qué van a hacer realmente, faltan quince minutos para que ellos estén ahí así que no hay que perder tiempo.

Me levanto lista para ir a mi armario y cambiarme de ropa, me detiene tomando de mi brazo cuando paso por su lado y hace que me vuelva a sentar.

– ¿Iremos dices? – pongo los ojos en blanco.

– No te hagas, sé que te mueres por ir. – Ríe y sus ojos se hacen más pequeños cuando lo hace.

Que ternurita.

Cállate, no es nuestro estilo.

Aburrida.

– Tienes razón.

Le digo que necesito cambiarme para la pequeña misión que tenemos y se queda viendo por la ventana cuando me voy. Decido ponerme una blusa azul oscuro con una chaqueta negra, jeans negros, zapatos cómodos color negro y opto por dejar mi cabello suelto.

ARCOIRIS SANGRIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora