Capítulo 1

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💚💚"Sigue Sin Mi"💚💚 (Zabdiel De Jesús y Tú)

Capitulo 1:

Cuenta Zabdiel:
Mi colchón comenzó a moverse, y unas pequeñas manitos me hicieron cosquillas para sacarme de mi sueño. Abrí los ojos y dí media vuelta, todavía medio dormido; mi hijo, Tomás, saltaba en la cama a mi lado como si tuviera toda la energía del mundo en su pequeño cuerpo.

Cerré los ojos con fuerza e intenté seguir sintiendo a Allegra cerca mio, como en mis sueños, pero me fue imposible. Despertarme cada día se había convertido en una tortura desde que ella se fue. Y es que, la única manera de sentirla cerca mio era en sueños y una vez que abría los ojos y volvía a la vida real, ella volvía a desaparecer.

Sentí que Tomás dejaba de saltar, y a los pocos segundos, su pequeño cuerpito se apretaba contra el mio en la cama. Volví a abrir los ojos, y lo ví acostado a mi lado, mirándome con sus preciosos ojos verdes, iguales a los de su madre, esperando que yo me dignara de despertar del todo.

Él era todo para mi. Todo lo que me quedaba. Todo lo que me importaba. Solo tenía tres años cuando perdió a su mamá y me partía el alma el hecho de pensar que él no podría recordar nada de lo que vivieron juntos cuando sea mayor.

Si, Tomás era la única razón por la que me levantaba todos los días y la seguía peleando. Quería darle lo mejor, aunque lo que más necesitaba en ese momento ya no lo tenía: Una mamá.

Tomi: Papá... (se quejó) Hace como dos horas que estoy intentando despertarte...
Zabdiel: Tranquilo Tomi, ya estoy despierto.
Tomi: El abuelo llamó y yo lo atendí porque vos no te despertabas. ¿Es verdad que nos vamos otra vez a casa?
Zabdiel: (asentí) Vamos a volver, creí que te gustaría comenzar el jardín en Argentina, que es donde naciste.
Tomi: ¿Por qué viajamos tan lejos, papi?
Zabdiel: Cuando seas mayor lo vas a entender.
Tomi: Pero soy mayor! Tengo cuatro años ya.. (me mostró cuatro dedos de su manito) Eso es mucho..
Zabdiel: ¿Cuatro años? (fingí estar asombrado) Pero sos todo un hombresito campeón!!

Comencé a hacerle cosquillas. El se despatarró por toda la cama, gritando y ríendo a todo pulmón.

Cuando Allegra falleció, junté todas mis cosas y las de mi hijo y me subí al primer avión que se me cruzó. Vivimos un año entero en Estados Unidos, y había llegado el momendo de volver.

En un primer momento, no me sentí capaz de soportar vivir en la casa que compramos ella y yo juntos, con la esperanza de compartirla toda la vida siendo felices, después de su muerte. Esa fue la razón por la que viajé. Además del trabajo que lo requería, claro.
En Argentina tenía a mi papá, Mauricio, y a mis hermanos Ramiro, mi mellizo y Ludmila, la menor. Mi mamá había muerto hacía años, porque al parecer, la vida estaba decidida a quitarme a todas las mujeres que amaba.

Tomi: Basta, basta, basta por favor! (dejé de hacerle cosquillas y él se sentó, agitado) Tengo hambre, papi.
Zabdiel: Vamos a tomar el desayuno (miré la hora) Y vamos a hacerlo rápido porque nuestro vuelo sale en dos horas.

Salí de la cama pesadamente, y el pequeño inquieto ya había saltado de la cama y había llegado a la puerta. En verdad tenía hambre, al parecer.

(...)

Tomás estaba demasiado entretenido con su tazón de cereales con leche, razón por la que no me decía ni una palabra y solo se dedicaba a comer.
Yo intentaba poner atención a unos papeles que debía terminar para esa misma noche, mientras tomaba mi café, pero me era imposible.

La noche anterior me había despertado más de tres veces, con la terrible sensación de tener a Allegra cerca y que poco a poco me la iban quitando de mi lado.

Y es que así es como yo lo sentí.

Cuando nos enteramos de su enfermedad, ambos juramos que no nos rendiríamos hasta sacarla de eso tan horrible. Debíamos ser felices, porque había peleado mucho por eso.
Las cosas empeoraban a medida que pasaban los días y los meses.
Ella amaba el patinaje, participaba en competencias internacionales y tenía muchas medallas y trofeos... Así que cuando tuvo que abandonarlo todo por lo delicada que estaba su salud, fue un golpe durísimo.

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