Ilusión

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Stephanie Rogers era más que pequeña que las mujeres promedios de preparatoria, era más delgada y más fea. Era horrenda.

Nadie se fijaría en ella.

—No te menosprecies, Steph. —Bucky la tomó del hombro y le sonrió alegre—. El chico del que te enamores, será el más afortunado.

La rubia suspiró cansinamente.

Había mujeres verdaderamente hermosas, mujeres voluptuosa, con sonrisas deslumbrantes y curvas de infarto. Ella no tenía oportunidad en ese mundo lleno de estereotipos.

—Tengo que ir a clases. —No quería seguir con ese tema y lastimarse más.

—Pasaré por ti. —James le sonrió como siempre lo hacía y le acarició la cabeza como si de un cachorro se tratara. Stephanie comenzaba a acostumbrarse.

Camino por los pasillos de la gran institución. Todos solos sin los pasos inquietos de varios.

Antes de entrar a la clase, abrió su casillero, y ahí, había una de esas cartas que mejoraban sus días.

Un día sin más comenzaron a aparecer. Al principio pensó que era una equivocación, pero volvía y volvían a estar ahí.

Suspiró alegre. Un admirador secreto.

Ingenuamente, escondió la carta en su pecho y sonrió. Por primera vez, se sentía linda, bonita.

Abrió la carta y encontró uno de esos tantos poemas, llenos de párrafos cursis que a ella le encantaban. Se sentía como una niña chiquita, llena de energía.

Algo cayó a sus pies. Una nota adicional.

"Quiero verte. Te espero atrás de las aulas después de clases".

Su corazón pálpito nervioso. Quería verla, a ella... ¿Para qué? ¿Quién? El insistente pensamiento de que al fin conocería al chico detrás de esas cartas no la dejaba tranquila.

Tal vez Bucky tenga razón. No era tan diferente a las demás, ella también tenía oportunidad en ese mundo.

Alegre, dio un pequeño salto en su lugar.

—¡Atrápalo!

Escuchó gritos en los patios de la institución. Curiosa, se asomo por el gran ventanal.

Varios chicos jugaban béisbol.

—¡Tony!

Un joven castaño sonrió ante el llamado y de inmediato tomó posición en el juego. Ella lo conocía; Anthony Edward Stark, el rey de la academia, el chico inalcanzable y mujeriego.

Rodó lo ojos.

Odiaba su fama.

Se encogió de hombros y de nuevo observó el papel en sus manos. Sintió los nervios de nuevo en su cuerpo. Hoy lo conocería, y si las cosas salían bien, encontraría el amor que siempre soñó.

PreticorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora