Enemigo

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Anthony Edward Stark, era lo que todo chico quería ser; atractivo, millonario, un genio. Era el mejor.

Todo mundo estaba a sus pies.

—La maestra Betty preguntó por ti. —Pepper, su mejor amiga, lo miro con fastidio— ¿Cuántas veces tengo que decirte que no te saltes las clases?

Anthony sonrió sínico y se encogió de hombros. Realmente no le interesaban.

—Lo que dicen allá dentro, no es algo que no sepa. —El castaño se dirigió a su casillero y saco su mochila—. Mientras apruebe, todo está bien.

La mujer rodó los ojos.

Ambos caminaron por los pasillos. Aún faltaban algunas clases para salir.

—Lloverá. — Susurró la pelirroja.

—¿Tú crees? —Tony suspiró abatido. Justo hoy que Jarvis no iba por él.

—No trajiste sombrilla. —Potts no preguntaba. Ella lo sabía.

El castaño sonrió nervioso. A veces Pepper era más histérica que su madre.

Sin decir nada, la chica saco un paraguas de su mochila.

—Traje dos. Uno para mí y otro para ti. —Porque no había nadie en ese mundo que conocería más a Anthony que Virginia.

—Oh, Pepper. —El joven tomó a la chica de la cintura y la abrazó—. Podría besarte.

—No lo hagas. —Amenazó—. Me debes el desayuno de mañana.

Tony asintió.

Ambos entraron a la clase de historia. Dentro de ella, Tony no podía estar más aburrido. Miraba por las ventanas del salón. La lluvia era tupida, muchos en las calles corrían con la intención de no mojarse, buscando un refugio.

Irónico. Muchos querían estar dentro, y él sólo pensaba en estar fuera, bajo la lluvia y en el frío. Todo con tal de no estar en esa maldita clase.

—Tony... —Una mano paso por enfrente de su rostro—. Falta geografía ¿No vienes?

Los ojos de Pepper eran bonitos de cerca, pero no lograban causar nada en Tony. En realidad, ninguno de todos los ojos que había visto.

—Iré por algo de beber.

Una mirada de advertencia por parte de su amiga le dejo en claro que no debería escapar, pero, era Anthony Stark, el chico que jamás temía ante las advertencias de Pepper.

¿Entraría a la última clase? Por supuesto que no.

Confiado, busco la máquina expendedora. Sentía la garganta seca.

—En serio. —Una risa masculina lo detuvo—. Se lo creyó.

Esa voz la conocía.

—¿Y qué harás?

—La dejaré plantada. —Víctor con Doom, ese miserable—. Que espere todo lo que quiera.

Tony tenso la mandíbula. Víctor era como un grano en trasero. Molesto y asqueroso.

Las risas se dejaron de escuchar cuando Anthony apareció.

Ignorando a la bola de idiotas, el castaño uso la máquina, y cuando tuvo su bebida, miró por primera vez a Doom.

—¿Qué estupidez hiciste está vez?

Víctor sonrió con sarna.

—¿Acaso yo me meto en tus asuntos? —El chico se paró enfrente de él. La diferencia eran unos centímetros, pero Anthony mantenía es mirada de superioridad.

—No. —Stark lo recorrió con la mirada—. No es que me importe lo que tú hagas, lo que me interesa es saber cuándo dejaras de molestar a las personas. Que te sientas miserable, no significa que puedas arruinar la vida de los demás.

Víctor, molesto, lo tomó de las solapas.

—Escúchame bien Anthony...

—No, tú escúchame. —El castaño se deshizo del agarré—. Vuélveme a tocar y te juro que no respondo.

El sujeto estaba iracundo. Pero meterse con el hijo de Howard no era opción. Para ninguno era conveniente.

Tony le dio la espalda dispuesto a irse, sin embargo, le había parecido ver una cabellera ¿Rubia?

Miró por los pasillos, pero no encontró a nadie.

Tal vez había sido su imaginación.

Un rayo lo hizo ver por las ventanas. La lluvia había tomado fuerza.

PreticorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora