Con el pasar de los días y meses, ___________ se ponía de mal en peor.
Ya desde algunos meses que estaba en Alemania.
La tristeza, ansiedad y miedo a lo que puede pasar, la estaba consumiendo por dentro.
No dormía, no comía sanamente y estaba la mayor parte de tiempo fuera de casa.—"¡¿Qu-Qué cree que hace?!"—Dijo el mayordomo de la prima de ___________, con la que se estaba quedando.—"¡Suelte eso!"—El mayor le quitó la botella de alcohol de la mano.
—"Déjame."—Ella se lo volvió a quitar.
—"¡Es menor de edad! ¡No puede hacer eso!"—Ella chasqueó la lengua.
—"Soy una demonio, puedo hacer lo que se me plazca."—Tomó todo el líquido que quedaba de una sola bebida.—"Las muchachas de Alemania están dementes, ya van cinco que me quieren llevar a su habitación, no se qué, no las entiendo mucho."—La menor apoyó su cabeza en la mesa.
—"¿Será porque está en un bar de lesbianas?"—El mayor alzó una ceja.
—"¡¿Qué?! ¿En serio? Ugh..."—Su contrario notó la embriaguez de la menor.—"¿Existe eso? ¿Nadie dice nada?"—Ella alzó las cejas.
—"Eh, no... Mayormente en este pueblo viven brujas mujeres y casi todas son lesbianas."—La pelinegra suspiró.
—"¡Más!"—La menor le gritó a la chica que atendía el bar.
—"Pero usted ya bebió demasiado y no creo que sea bue-"—La joven la interrumpió.
—"¡Dije más!"—Ante el grito tan atemorizante para la otra chica, ella le trajo otra botella.—"Gracias."—Le sonrió.
—"Señorita Michaelis. Mi ama, su prima, está muy preocupada por usted, me rogó que la ayudara a salir de esto."—La contraria lo miró irónicamente.
—"¿Cómo me vas ayudar tú? ¿Metiéndome tú asqueroso pene por dónde no cabe? No, así no puedes ayudarme."—El mayor se sorprendió ante el vocabulario.—"Mira, no puedes ayudarme, lo digo de corazón, nadie puede.
¿Entiendes? Mi matrimonio se arruinó, mí familia posiblemente me odia, el hombre que amaba es un mentiroso, mí futuro esposo me engañó con mi peor enemiga, la única persona con la que no quería que él tuviera contacto."—El contrario suspiró con pena.—"De verdad debe ser difícil para usted..."—La menor asintió, sin mirar a quién le hablaba.
—"Déjame un rato más, ya voy a ir a casa."—El mayordomo dudó, puesto que ya era medianoche.—"Va."—Dedició dejarla un rato más, con la confianza de que iba a volver.
Ella dejó la botella, ya vacía, a un lado, prendiendo un cigarrillo, metiéndoselo a la boca y comenzando a inhalar.
—"Hola, linda."—Una muchacha se sentó a su par.«Otra vez no...» Pensó, harta, viendo a la muchacha con una sonrisa.
—"Hola."—Volvió a dejar de verla, dando una inhalada a su cigarrillo.—"¿Sabes? Tú y yo podemos...Ya sabes, tener un poco de diversión, te veo aquí todos los días y pareces muy deprimida, ¿Porqué no vienes conmigo? Quizás puedas olvidar lo que te tiene así."—La muchacha pasó su mano por la pierna de __________, coqueta. —"¿Qué dices, preciosa?"—Le susurró al oído, haciendo que la piel de la pelinegra se erizara.
—"La verdad...No me interesa, gracias."—La otra joven frunció el ceño y se acercó a ella.
—"¿Estás segura?"—La rubia sonrió ladinamente, sentándose en las piernas de su contraria.—"Mi nombre es Helga."—La nombrada apoyó sus manos en los hombros de __________, propinándole besos en su cuello, mientras que la pelinegra ni se inmutaba.—"¿Sabes?...¿Ves ese grupo de muchachas sentadas ahí? Bueno, yo soy parte de su grupo y estamos compitiendo con las chicas del bar para ver quién se acuesta primero contigo.
Todas te tenemos ganas, eres misteriosa y tienes un aire dominante, siempre bebes y fumas sin llorar ni decir nada, eres muy atractiva de rostro y cuerpo, tienes linda postura y tus labios parecen un manjar."—La de cabellos azabache sonrió.—"Además, esos ojos... Carmesí...Son tan..."—La rubia la besó apasionadamente, llena de lujuria y deseo, mientras que con su diestra recorría todo el cuerpo de su contraria.—"¿Cuántos años tienes?"—Es lo único que pronunció, con expresión de indiferencia, la joven.
—"Catorce."—Helga estaba sonrojada a más no poder.—"¿Vamos a un lugar más privado?"—Descaradamente, la rubia frotaba su rodilla con la entrepierna de la pelinegra.
—"Eh...Yo no soy...Lesbiana."—Pronunció __________, haciendo poner una expresión de tristeza a su contraria.
—"Pero no hay nada de malo en probar."—La rubia pasó su dedo índice por los labios de __________.
—"Es tentador, sí...Pero no me interesa."—Siguió negando.
—"¡No seas así! ¡Vamos! Sé que te gustará dominarme."—La contraria alzó una ceja.
—"Mmmh, será en otra ocasión, tengo toque de queda."—La joven alzó las manos a la altura de sus hombros, agarró sus cigarrillos y se fué.
Caminó hasta la casa de su prima, a paso acelerado.
Abrió la puerta despacio, pensado que su prima ya estaría durmiendo.—"¡Genial, viniste!"— __________ se sobresaltó al escuchar la voz de su prima viniendo de la oscuridad.
—"Sí, solo porque tu mayordomo es un pesado."—Sonrió y subió las escaleras.
—"¿No vas a cenar? Te guardé comida para tí."—A la mayor le dió pena la expresión de su prima, así que aceptó comer lo que ella había guardado.
Simultáneo a esto, Ciel lloraba en silencio, ahogando las lágrimas y el llanto en la almohada, ya que él le había roto el corazón a la única persona con quién sintió amor y que lo hizo ser feliz luego de toda esa tragedia que el sufrió.
En su mente, Ciel pensaba que ella jamás lo perdonaría y él no estaba en posición de ser un patán con ella, ni siquiera para seducirla, ni siquiera sabía donde estaba ella.También, el mayordomo de los Phantomhive se secaba las pocas lágrimas que le cayeron.
Estaba en la cocina, solo y pensando en la triste y arruinada que estará su hermana y en la que podría llegar a hacer si estaba muy triste.
Sebastian no quería pensar en ello, porque lo ponía peor...Pero simplemente no podía evitarlo.Amo y mayordomo llorando por la misma persona, una chica.
Los dos la amaban, pero ella no podía estar con ninguno de los dos.
Era un amor prohibido y eso lo sabían muy bien.
No podía estar con el mayor porque era su hermano, ella no lo veía de esa manera tan perversa y él no quería que ella se sintiera incómoda.
Y no podía estar con el menor porque estaba prohibido en su religión estar con humanos y él no quería que ella sufriera, pero la amaba más que a nada en el mundo, no sabía que hacer.