Amnesia

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Tengo una extraña sensación de persistente tristeza.

Siento que no debería estar aquí, pero me duele la cabeza y decido no pensar demasiado. Todo me altera...me asusta...me inquieta...

Ahí viene Alexander, mi marido. Él dice que lo es, pero no recuerdo nada.
Tengo vacíos, lagunas mentales que me prohíben recordar momentos de mi vida pasada. Momentos importantes que no puedo mantener en mi memoria.

Alexander dice que el accidente con aquel automóvil me dejó así: amnésica, y le creo. No tengo más opción que entregar mi confianza absoluta a la persona que ha estado conmigo todo este tiempo cuidándome con cariño y mucha entrega.

Desperté hace dos días, y Alexander ha estado presente desde el accidente, que según dice, ocurrió hace 2 semanas. El doctor Macville ha venido al castillo a revisarme periódicamente, según me ha dicho mi marido...marido, qué raro suena. No lo asimilo del todo, sin embargo, debería estar acostumbrada porque llevamos 4 años de casados.

Me siento mal por sentirme ajena a esta vida que tengo.

Me contó nuestra historia ayer, mientras me ayudaba a tomarme la medicina.

Me tiene mucha paciencia.
Demasiada, y a veces me siento mal porque ni yo me soporto en estas condiciones.

Cuando abrí los ojos, no supe dónde estaba, quién era ni cómo me llamaba. No tenía idea de nada, y estaba tan desorientada que perdí el conocimiento en varias ocasiones en las que tuvieron que administrarme medicamentos para controlarme.

Con vergüenza recuerdo que grité cuando ví a Alexander acercarse y quise huir cuando intentó tocarme...me sentía tan desorientada, asustada y perdida... es que no lo recordaba, aunque tampoco ahora y siento pesar por no recordarlo, por no recordar a mi esposo.

Siento impotencia por no recordar a una persona tan buena y leal como Alexander.

Mi nombre es Matilde, así me lo hizo saber mi esposo, porque cuando me hizo la simple pregunta de recordar mi nombre, lo miré muy desorientada, pidiéndole ayuda, porque ni siquiera podía recordar algo tan mío como mi nombre.

"Matilde de Armadale, esposa de Alexander Armadale".
No debo olvidarlo nunca.

Soy española y lo conocí en uno de los tantos viajes que hice a este país, a Escocia. Fue amor a primera vista. Desde que nos conocimos, no nos hemos separado más.

El accidente ocurrió porque estaba sola en el castillo, mientras Alexander salió por negocios y yo decidí salir sin decirle a nadie y me pasó esto.

Alexander dice que casi se muere cuando se esteró de mi accidente, y que no se perdona no haberme llevado con él, sin embargo, creyó que estaría mucho más protegido entre las murallas del castillo.

- No te preocupes, Alexander. Soy yo quien debe pedirte perdón, no debí salir esa noche...si me hubiera quedado, nada de esto habría pasado. No sé por qué tomé esa decisión. Si no fuera por mi estupidez, ahora te recordaría...

- Lo sé, querida. Pero no te preocupes, pronto recuperarás la memoria y podremos ser felices otra vez...y te prometo no dejarte ir nunca más. Aún en contra de tu voluntad, te tendré conmigo siempre- dijo sonriendo.

- Eso suena a amenaza...(digo, sorprendiéndome por mi propia respuesta)- lo siento, no quise decir eso- me excusé de inmediato.

- Lo sé, es solo una advertencia que nunca debes olvidar- la sonrisa se había borrado de su rostro.

- Cambiemos de tema, Alexander.

- Sí, tienes razón. Afuera la lluvia no da tregua. Hace días que solo llueve.

- Me duele la cabeza, podrías dejarme un momento sola, por favor- le pido. No sé por qué, pero me pone nerviosa su presencia.

No le tengo la suficiente confianza todavía.

Alexander Armadale es un desconocido para mí. Mi propio marido...

- Sí, claro. Volveré a la hora de la cena, te traeré alimento y nos iremos a la cama (me puse en alerta de inmediato, no recuerdo ningún momento con él. Nada, es un completo extraño para mí, aunque es muy guapo, sigue siendo un extraño y me siento incómoda cuando habla así. No sé cuánto vaya a aguantar esta situación tan incómoda).

Espero a que se vaya y bajo de la cama. Camino hacia el ventanal, descorro las cortinas y observo la lluvia... es tan placentero y melancólico el paisaje.

Matilde es un nombre bonito, pero no lo siento mío.

Alexander es un hombre cariñoso y guapo, pero no lo siento mi esposo.

El castillo es grande e incluso acogedor, pero no siento que pertenezca aquí...y esas voces en mi cabeza, esas risas y las lágrimas que caen sin poder yo contenerlas, me persiguen como un fantasma...

Siento mucho más mías esas ilusiones, memorias o imaginación que transporto en mi cabeza, que al propio Alexander diciendo que es mi marido y que Matilde mi nombre y este mi hogar.

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-¡NOOOOOOOOOO! ¡mamá, no, por favor!

-¡Despierta, Emm...Matilde!-

-¡¿QUÉ?! ¡¿Quién es usted, qué hace aquí?! ¡auxilio!-

Otra vez perdió la conciencia, van dos noches así. Temo que recupere la memoria y ella vuelva rechazarme y huir de mí.

No volveré a permitirme perderla. Ese maldito accidente casi me la arrebata, pero también fue el medio por el cual la tengo ahora conmigo.

Esa noche en que creí que moría, la tomé entre mis brazos y la traje al castillo. Mis hombres se encargaron del bastardo que ocasionó el accidente.

El maldito pagó su descuido con su vida.

La traje a mi habitación, mientras el cielo caía a pedazos producto de la lluvia. Estábamos empapados, pero no solo de lluvia, sino de sangre, de su sangre que cada vez era más y más notoria. Su olor me mareaba. Me volvía loco.

Su vida de escapaba, y yo lo sabía. Debía actuar rápido, y lo hice.

En medio de la oscuridad, rompí sus ropas, la acomodé en mitad de la cama y tomé una de sus muñecas. Le hice un corte no muy profundo, pero lo suficiente para succionar y bebí de su sangre.
Me supo a gloria, pero una amarga porque no me era ofrecida, sino que la tomaba yo en medio de su inconsciencia. Mientras bebía, fui borrando sus memorias que tan arraigadas llevaba.
Sí, yo robé sus memorias, y no me arrepiento de nada.

Luego me inferí un corte profundo en el pecho, y la hice beber de mí. Al principio estaba inerte, por un momento creí que estaba muerta, pero me concentré en sus latidos que eran lentos, pausados y casi imperceptibles: estaba aún con vida, era lo que importaba.

Esa noche moría Emilia, y renacía Matilde, Matilde De Armadale. Esposa de Alexander Armadale, conde de Luxenier.

Toda una ilusión que podía volverse realidad cuando mi Emilia abriera sus ojos nuevamente, pero como Matilde, mi Matilde, mi mujer, mi esposa, mi todo.

-Duerme tranquila, Matilde. Estoy contigo. Soy lo único real en tu vida.

Se revuelve en la cama, inquieta, pero lentamente va tranquilizándose, mientras la tomo entre mis brazos para darle calor.
Ella me responde de forma inconsciente, acercando su cuerpo al mío, entrelazando sus hermosas piernas con las mías.
La abrazo y no puedo evitar desearla.

Así nos quedamos unas horas más, antes de levantarme de la cama y desaparecer como cada noche, para luego volver sin que ella sospeche nada.

Todavía es muy pronto para que lo sepas, Emilia.

-'Duerme, ángel mío'.

"Déjame Ir"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora