Monstruo

1.6K 127 4
                                    

Una semana después.

Lluvia, lluvia y más lluvia.
Ayer me levanté por fin de mi habitación, con el beneplácito de mi marido.

Camino por ciertos lugares del castillo, aún con dificultad.

Los sirvientes, que son pocos, me vigilan a cada paso que doy, creo que es por orden de él, de Alexander. Creo que jamás va a terminar de confiar en mí realmente.
No sé por qué, pero tengo la seguridad que algo no está bien...
Estos locos deseos de huir y no encontrarles explicación, me atormentan día a día.

Así como noche tras noche, Alexander viene a mí sin que yo pueda ofrecerle más que tímidos besos. No sé cuánto va a aguantar, sé muy bien que es hombre y tiene sus necesidades, pero no sé por qué no me atrevo. Siento que no está bien si lo hago, que nada está bien. Y cuando comienzo de esta manera, a sentirme perturbada, me duele la cabeza y me refugio en algún lugar oscuro hasta que se me pase...y luego vienen las visiones...visiones que no me dejan en paz y que me hablan de cariño, familia, amor...muerte y tragedia...tragedia...

Se lo he explicado a él, a Alexander, pero prefiere cambiar de tema o admitir que debemos ir al doctor a que me revise la cabeza...pero sé, en el fondo de mi corazón, que no estoy enferma, que eso que brota a borbotones de algún lugar de mis pensamientos, es...cierto...

Ha dejado de dolerme la cabeza, me levanto del lugar oscuro en el que me encuentro, y camino sigilosamente por los pasillos.

No quiero hacer ruido, el silencio de las viejas murallas me tranquiliza. Sigo caminando por esos largos pasillos hasta llegar a la habitación de Alexander, aquella que ocupa cada vez que le digo que me duele la cabeza, o sea, que ocupa siempre.
Alexander.
Alexander.
Alexander.
Siento que lo conozco de mucho antes, pero me es tan desconocido. A veces siento tristeza, otras, temor. Pero muchas otras una infinita ternura por ese hombre que me cuida, ama y protege.

...yo, no debería tratarlo así, debo esforzarme por cumplir como esposa. Aunque no recuerde nada, comenzar de cero.
Con su ayuda, amor y dedicación, yo sé que es posible.

Un mareo viene y me apoyo en la fría muralla.
Otro mareo y deseos de vomitar. Toco mi frente y estoy sudando frío.
¿Qué me pasa?
... Alexander...-susurro- Ale...xander.

Acelero el paso y subo las escaleras como puedo. Siento miedo de mi cuerpo. No sé qué me pasa.

No veo ningún sirviente mientras me dirijo a su recámara.

Por fin llego, pero cuando estoy a punto de abrir las puertas, un ruido extraño de dentro de la habitación, me detiene.
Es un lamento, luego otro y otro...como si estuvieran...no, es imposible.
Abro las dos puertas con todas las fuerzas que me quedan.

Y grito ante la repugnante escena.
-¡Alexander, por Dios!-

Él me observa desde la gran cama que adorna esa fría y oscura habitación, mientras sostiene a una joven mujer desnuda entre sus brazos. Están...él está, ¡mi marido me está traicionando con una mujer a metros de mí! Llevo una mano a mi dolorido corazón. Me duele la escena más de lo que creo soportar.
Veo la incredulidad en sus ojos. Me mira sin poder creer que esté allí, observando esa repugnante escena:

Mi marido sostiene a una mujer desnuda entre sus brazos, arriba de la cama, mientras la toma como un animal, también la... ¿Muerde?
Hilos de sangre bañan el cuerpo de la muchacha que se queja ya sin fuerzas, mientras el succiona desde su pecho sin detenerse, aún sabiendo que estoy allí, no se detiene...es como si no pudiera controlarse hasta acabar.

-¡¿Qué eres?!- grito asqueada. Mientras, y sin poder evitarlo, un mareo hace que casi caiga al suelo. Me sostengo en una de las puertas, observándolo con evidente terror.

Finalmente, suelta a la chica como si no fuera más que un saco de papas sin valor alguno. Escondo mi rostro entre mis manos. No quiero mirarlo, es horroroso lo que veo. Mi cabeza da tantas vueltas que creo que voy a explotar.

-¡vístete, maldita sea! ¡vístete!- le grito, mientras observo sin poder evitar, hilos de sangre que bajan desde sus...¿colmillos? hasta la ingle.

-¡Matilde, no! No debes pensar mal de mí.- dice, caminando hacia mí, evidenciando su desnudez sin pudor alguno, como su fuera normal el solo hecho de presenciar algo así. Por fin toma unos pantalones y se los coloca de manera ágil.

-¡Tú, monstruo! ¡Eres un...asesino! ¡Te acostaste con esa mujer y..la mataste! ¡Dios, cómo pudiste! No...soporto...verte... así- Creo que la fiebre subió en esos momentos, porque ya no era consciente de nada en los absoluto. Solo que el piso se movía y que hacía mucho frío. Y en cualquier momento me desmayaría (odiaba ser y sentirme tan débil).

Cierro los ojos, los aprieto fuertemente como si así fuera a desaparecer todo a mi alrededor.
Cierro mis manos en puño para darme fuerzas, pero siento mi estúpida debilidad y enfado conmigo misma por no ser lo suficientemente fuerte para hacer algo.

-Matilde...Matilde, mi vida- Me dice, y  se atreve a acercarse lo bastante rápido como para luego abrazarme. Trato de zafarme  de su agarre, pero me es imposible. No puedo sostenerme por mi misma y él es muy fuerte.

- No...me toques- digo sin fuerzas-
-No me pidas eso, eres mía. Lo sabes-
-Me...trai...cio...naste. Eres un asesino...me das miedo-
-Tú no sabes nada ¡Nada! Me ví en la obligación de hacerlo... tú no comprendes.- Me dice, mientras pone más fuerza en su agarre.- Es tu culpa el que yo haga esto, tú me tienes así, Matilde- dice al fin.


Busca mi boca para besarme a la fuerza, pero yo me resisto a sus avances. Lo muerdo, y un hilo de sangre comienza a brotar desde su boca.

-¡Me haces daño, Alexander... suéltame. Esto...esto se acabó!- trato de mostrarme fuerte y por fin deja de abrazarme a la fuerza. Camino  poco a poco hacia fuera de ese macabro lugar, decidida a abandonar definitivamente ese castillo con Alexander dentro y su horrible secreto.

-¡No, tú no te vas! ¡No te dejaré!- toma mi muñeca y hace que me gire, al mirarlo a la cara, veo cómo, desde su boca, se asoman dos grandes y afilados colmillos. Entonces, no fue una ilusión, o confusión lo que vi hace un rato...eran colmillos de...

-¡Vam...piro!-  digo, mientras pierdo el conocimiento y caigo en la más extrema oscuridad.


"Pesadilla".

"Déjame Ir"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora