Emilia y Gabriel

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Un impulso irrefrenable cegaba los sentidos de Emilia. Era como si el propio Gabriel transmitiera sus más íntimos deseos hacia ella.
La mente de Emilia batallaba a cada segundo contra sus instintos más primitivos.
No podía ser, no debía ser y sin embargo ella se entregaba a este acto tan humillante sin reparos, sin prejuicios. Completa y absolutamente libre.

Gabriel no estaba seguro todavía.
Sabía el porqué del cambio de Emilia y que cuando el efecto pasara, ella lo odiaría. Aún así, verla de esa manera, tan sugerente e invitadora, era demasiada tentación para dejar pasar.

-¿Por qué te deseo tanto?- preguntó Emilia en un momento susurrando cerca de su boca- Duele.
-Lo sé bien, Emilia- dijo Gabriel,  mientras la besaba en los labios, y el cuello.
-Esto está mal, Gabriel, no podemos...-
-Dilo otra vez...
-¿Decir qué?
-Mi nombre, di mi nombre...- La apremió el vampiro.
-"Gabriel..."- Dijo casi desfalleciendo a causa de los besos febriles de los que era "víctima".

Muy pronto no hubo prenda que los separara. La habitación era el infierno, y ellos la llama.

-Prométeme algo, Emilia- dijo el vampiro mirándola directamente a los ojos.
A esas alturas, la muchacha no razonaba, solo pedía una cosa: a Gabriel. Nada más.
Así es que si él le pedía su vida, no dudaba en entregársela.
-¡Lo que sea!- dijo la muchacha, besando el pecho del hombre que tenía sobre ella.
-No debes odiarme luego de esto. Tampoco dejarme. Este es un pacto entre los dos. Estaremos juntos siempre. Siempre, Emilia.

Emilia no contestó, lo miró a los ojos y acarició su mejilla. luego de un rato en silencio, lo miró y dijo:

-Lo prometo, Gabriel...lo prometo. Ahora, ¡bésame, por favor!- Lo urgió la joven.

A la mañana siguiente, las cosas cambiaron.
Despertaron, por primera vez, juntos y abrazos. 

Habían consumado la pasión que tanto perseguía y volvía loco al vampiro. Por fin Emilia era de él en cuerpo y alma, y estaba satisfecho, muy satisfecho.

Gabriel se sentía pleno, dichoso: Emilia dormía plácidamente entre sus brazos, sin agitarse. Por primera vez, en meses, ella dormía sin pesadillas. Él agradeció por eso. Estaba cambiando, él estaba cambiando, el gran Gabriel, señor de las tormentas, rey de los vampiros y la oscuridad, estaba cambiando, o al menos eso pensó en aquel momento.

Aún así, estaba intranquilo.
Si la muchacha llegaba a saber el resto de la verdad, estaba seguro que buscaría la manera de huir.
Ellos no estaban casados.
Él la secuestró.
Todo era una farsa.

-¿Gabriel?- Preguntó Emilia casi al abrir los ojos.
-Estoy aquí, Emilia. Contigo.
- ¿Qué pasó anoche?- Preguntó un tanto confundida.
-¿No te acuerdas?- Dijo, completamente extrañado Gabriel.
-Mi...¿Ropa?... qué...¿Por qué? ¡Dios! «usted» me...usted me...¿Violó?- y antes que pudiera el vampiro reaccionar, Emilia salió corriendo al baño con la sábana de la cama cubriéndole el cuerpo.
Gabriel salió precipitado donde se encontraba la muchacha para intentar razonar con ella, pero recibió un portazo en la cara como respuesta.

-¡Abre la puerta, Emilia! ¡Debemos hablar!
-¡No! ¡Lárguese!
-¡Escucha, mujer. Sé razonable! Permíteme hablar.
-¡Hable y luego lárguese!- gritó entre sollozos, la atribulada muchacha.
-No te tomé por la fuerza, tú te entregaste por voluntad propia.
-¡Eso que usted dice no es cierto, yo jamás..¡Dios mío, usted me embrujó!- dijo, al recordar detalles de la noche anterior. Ella no podía creer lo que había sucedido. Sí, era cierto lo que pasó, pero solo con un hechizo muy potente ella se entregaría a ese "monstruo" de la manera en que lo hizo. No había otra explicación.
-Emilia...Emilia, abre la puerta. Déjame explicarte.- Gritó por enésima vez Gabriel sin recibir buena contestación de su parte.
-¡No, no y no! ¡Largo!
-Hicimos un pacto, una promesa- dijo al fin, derrotado.

Silencio fue la respuesta. Los dos se quedaron callados, solo la lluvia y el viento allá fuera rugía enormemente.

Pasados unos minutos que resultaron eternos para el vampiro, la puerta se abrió.

-Yo...siento vergüenza- comenzó hablando Emilia- vergüenza porque no recuerdo exactamente todo lo de anoche. Vergüenza por romper esa promesa. Vergüenza por lo que pasó. Vergüenza por todo...no sé qué decir... desde que acepté ese beso con el que me alimentó con su sangre, yo...no me pude controlar...de repente mi hambre era otra y usted...tú...te aprovechaste...

-¿Prefieres que te abrace y nos quedemos en silencio un momento mientras se nos ocurre qué decir y hacer?

-Yo...no... está bien, Gabriel.

Gabriel aprovechó el momento de titubeó por parte de Emilia, tomándola en brazos para llevarla a la cama. Allí la besó tiernamente.
-Duerme, Emilia. Duerme. Ya habrá tiempo para explicaciones.

"Déjame Ir"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora