Renacer del dolor

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Gabriel

No puedo creer que me haya dejado.

Es imposible.

Recorro el castillo de norte a sur y no está. Se ha ido.

¡Emilia! ¡Emilia! grito desgarrándome los pulmones...siento una furia interna que me carcome.

Quiero matar, destruir, arrancar el corazón de cualquiera que se me atraviese.

Esa carta, esa despedida.

Te quiero, Emilia. No puedo vivir sin ti. Esperé siglos por volverte a ver, por tenerte en mis brazos...y ahora eres tú quien me deja...

No toleraré esto, no lo haré...soy demasiado egoísta como para aceptar algo así.

Emilia, Emilia, mi Emilia...

El llanto desconsolado de Gabriel se escuchó por mucho tiempo. Los lobos aullaban de dolor por causa de su amo. La luna no quiso salir, y la noche tuvo que conformarse con las estrellas.

"Emilia, Emilia, Emilia" Era lo único que repetía.

Mandó buscarla por todos los rincones del país, pero la noticias que llegaban no eran las que él esperaba.

Se estaba dejando morir, él lo sabía.

Ellos, tanto Gabriel como Emilia se estaban dejando morir, pues no bebieron sangre en semanas.

El que alguna vez fue una fiera cazando, con maldad en sus ojos y frialdad en su corazón, ya no tenía deseos de vivir.

De pronto, se sintió vacío y ajeno al contexto en que estaba.

"Quizá el descanso no es tan malo después de todo"- pensó Gabriel, en el suelo de su cama, sucio y despeinado. Mirando hacia el exterior con la vista perdida en alguna parte, recordando un tiempo en el que fue feliz, mucho antes de traer de vuelta a Emilia, mucho antes de quedarse así, tan vacío, tan abandonado.

"Todavía recuerdo cuando te conocí. Te veías tan radiante, tan feliz. Eras como el sol que me esperaba cada mañana..."- Dijo en voz alta el vampiro- "reías con tus amigas, pero te diste cuenta que te observaba desde lejos. Tu reacción me dejó sin palabras: me sonreíste. Creo que en ese momento sentí por primera vez un poco de felicidad en mucho tiempo. Y me juré que serías mía. Que cada mañana serías el sol que iluminaría mi vida..."- Un sollozo escapó de Gabriel sin que este pudiera contenerse. Luego otro y otro y nuevamente era un mar de lágrimas.

-"Quizá no lloro por tí, sino por mí. Por lo adicto que he estado a ti todos estos siglos".

Y tomando una resolución, se limpió el rostro con sus sucias manos, se levantó del suelo y caminó hacia el ventanal, lo abrió y salió fuera. Las gotas de lluvia que comenzaron a caer fueron cada vez más fuertes, poderosas, constantes, lo que hizo mella en el alicaído corazón del vampiro.

-"No volveré a estar solo nunca más. No volveré a caer nunca más. Eres mía, Emilia...y si algo nos tiene que separar, será la muerte, no tú ¡la maldita muerte!"- dijo Gabriel a la nada, mientras un rayo caía muy cerca de él.

-¡¡¡TE ENCONTRARÉ, EMILIA, TE ENCONTRARÉ!!! Y te haré pagar todo el sufrimiento que me estás causando.

Todo el lugar volvió al silencio de hace un rato. Mientras, una macabra sonrisa curvó los labios del vampiro.

Y nada volvería a ser como antes; la bondad, ternura y paciencia por Emilia murieron esa misma noche.

"Déjame Ir"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora