Daga de plata

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-¡Gabriel, no me dejes..! tengo miedo, aquí está oscuro.

-¡Emilia, mi amor! ¡por fin te he encontrado!-

-Yo...yo no sé qué ocurrió...simplemente estaba, bueno, esa fiesta...tú...ese hombre ¡ella!

-Ya no te angusties más, todo acabó. Era un malentendido.

-¿lo dices en serio?

-Claro. Con estas cosas yo no miento, y menos cuando se trata de ti. Eres demasiado importante para mí como para abandonarte a tu suerte...eres mía, Emilia, mía.

-Gabriel...- corro hacia él con el pecho apretado de angustia.

Nos fundimos en un abrazo eterno. No quiero desprenderme de él, lo que sentí en ese lugar fue irreal, demasiado horrible como para describirlo.

-Gracias por estar aquí, conmigo. Llévame al castillo, no deseo estar en ningún lugar que no sea ahí en estos momentos.

Pero Gabriel no responde, solo me sostiene de una forma muy extraña...como si...

-¡Gabriel, basta! ¡qué haces!- no entiendo qué sucede con él.- ¡¡Gabriel!! ¡¡suéltame, Gabriel!!- pero sigo sin obtener respuesta.

Siento desfallecer. Otra vez esa letanía me inunda y no puedo hacer más que llorar y debatirme contra él con uñas y dientes. Así no, así no es como deseo irme. Esta no es la manera...él me está haciendo daño deliberadamente.

-Pero qué interesante forma de morir, Gabriel. Te felicito, eres siempre tan creativo.- dice una voz femenina atrás de nosotros- Gabriel se voltea a verla, es Matilde, la mujer de la fiesta. Comienzo a patalear y gritar como una niña. Esta mujer no será quien me vea morir.

-¡¡¡Quién eres!!!- le grito, pero ella solo se ríe a carcajadas, cual bruja malvada.

Y este monstruo que vuelve a ser Gabriel que no me suelta y me quita la vitalidad...qué está haciendo conmigo.

-Emilia, me presento...soy Matilde De Goldur, la verdadera mujer de Gabriel.- más risas, más carcajadas.

Lloro, me siento traicionada.

Un odio visceral cae sobre mis hombros. Pateo al vampiro en su entrepierna y este me suelta. Al parecer todavía le queda sensibilidad en ciertos lugares.

Trato de huir del lugar, pero él es más fuerte y me lanza al suelo, donde caigo fuertemente. A Gabriel no le importa nada.

-Por favor, amor, hazlo rápido. Me estoy aburriendo de ver este espectáculo tan decadente.

Miro a los ojos a Gabriel.

Sé perfectamente lo que hará.

-Gabriel- le susurro- esto que haces...me has traicionado, pero lo acepto. Ayúdame a partir al fin. No me opondré más a ti. Es tiempo de que me vaya, aunque nunca quise que fuera así.

-Calla, Emilia, esto que hago me duele más a mí que a ti, pero debo hacerlo- Gabriel toma una daga de su chaqueta. Brilla bajo sus ojos, es de plata. Comprendo, todo este tiempo estuvo pensando en este momento...pero ¡por qué! si decía que él y yo no debíamos ni podíamos estar separados...pero al ver el rostro de esa mujer, lo volvía a comprender todo.

-¿Es por ella, verdad? Es por esa mujer que...esa mujer que su rostro es...

-¡¡Sí, Emilia, es por ella!! ¡¡maldita sea!! Es a ella a quien esperé toda la vida y no a ti ¿no entiendes todavía? Es a Matilde a quien amo, no ti...

-...Gabriel, no...- ¿por qué lloro? ¿porque este es mi fin o porque me siento terriblemente traicionada? No lo sé, quizá ambas cosas me haces llorar de dolor.

Lo miro con tantas preguntas en mi cabeza, preguntas que ya no serán contestadas.

-Quédate quieta y cierra los ojos. Te prometo que no sufrirás- lo dice tan tranquilo, quizá tratando de no asustarme. Me besa en los labios a modo de despedida. Lo miro sorprendida.

-pero ella es igual...-

-Sí, Emilia, ella es idéntica a ti.

-¿por qué?- pregunto conmocionada.

-Solo...pasó.

La daga atraviesa mi corazón sin aviso ni contemplación. Duele, duele mucho y...está muy frío.

-Ga..bri...el- digo con mis ojos asustados.

-Shhh...déjate ir- me dice como si este fuera un viaje cualquiera.

Cierro los ojos un momento, para luego abrirlos por última vez. Trato de tocarlo con mis dedos manchado de mi propia sangre.

-Me duele...mu...cho...- me cuesta respirar.

-Emilia, mi amor, perdóname...-

Trato de sonreírle, pero solo me sale una mueca.

-"ERES ...HER...MOSO"- Gabriel recuerda aquella frase y un sollozo profundo por parte de él recorre el lugar. Matilde ya no existe, solo estamos él, yo y la sinceridad de las despedidas.

-Te amo- me dice.

Yo cierro los ojos, dejándome llevar por una oscuridad que me acurruca y consiente.

Ya no más dolor, no más sufrimientos...adiós, Gabriel.



















-¡¡¡GABRIEL!!!- Despierto sobresaltada tocándome el pecho, donde supuestamente tengo la herida: No hay nada, todo fue un sueño.

La puerta se abre, pero no es quien debería ser, es Julián Marino quien se acerca a mí con ansiedad. Yo lo aparto como puedo de mí, pero él es más fuerte y no me deja tranquila.

-"amor" estabas teniendo una pesadilla-

-¿qué es este lugar? ¡qué hago aquí! ¡Gabriel!- grito, pero es en vano. Sé que no está.

Comienzo a llorar como una tonta, entonces, Julián toma un paño con un líquido extraño y lo pone en mi boca. Forcejeo con él, no le voy a hacer fácil hacer lo que quiera conmigo.

Logro arañarlo, pero el pesado olor del cloroformo que me obliga a respirar, me mantiene mareada y diezma las pocas fuerzas que me quedan, así es que caigo en un poso profundo de oscuridad, mientras Julián Marino me deja quieta y dormida entre sus brazos.

Antes de caer a la oscuridad total, el miedo me sacude.

Sabía que ir a esa fiesta no traería nada bueno.

"Gabriel, ayúdame".- Quizá mis pensamientos de auxilio sean en vano y nos perdamos el uno al otro para siempre, quizá aquel sueño fue más que eso...quizá fue verdad y...es mejor decir adiós, adiós para siempre...

"Déjame Ir"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora