Daishinkan durmió varias horas en la comodidad de mi regazo. A mi empezaban a dolerme las piernas. Pero sentí lo agotado que estaba en muchos formas y no me atreví a interrumpir su sueño. Más incómodo que mis calambres eran las miradas de esos dos. Merlot distraía a los Zen Oh Sama con juegos, pero de tanto en tanto me miraba sonriente y Ginebra... Ginebra sólo estaba ahí sentado disfrutando el clima, dándome ocasionales miradas que parecían ser preguntas insonoras.-Lei la historia en la que me incluyó- me dijo súbitamente y un escalofrío bajo por mi espalda- Es interesante mi punto de vista en esa historia. Honestamente me parece bastante acertado comparar a Zen Oh Sama con sólo un dios de la destrucción. Si no fuera así, no necesitaría un ángel que la cuidara, aunque mi padre dice...
Se interrumpió de pronto y se me quedó viendo. Yo me pregunté si de alguna forma había descubierto quien era yo, pero él sólo me consultó si no estaba incómoda ahí sentada.
-In poco-le dije tímidamente- Pero está bien. No me molesta. Me recuerda a un sobrino que tengo. Él también duerme en mi regazo. Imaginó que su labor a de ser muy demandante.
-No creo que sus tareas tengan que ver con lo que le está sucediendo- me dijo Ginebra.
-¿Por qué lo dices?- le pregunté, pero él evitó mirarme y cambió el tema.
Unos minutos después, no pidiendo tolerar más los calambres, me moví despertando al Gran Sacerdote. Se veía mejor ciertamente, pero su ánimo estaba algo altergado. Se disculpó por dormirse en mi regazo y llamó a los Zen Oh Sama para volver al templo. Nada extraño hasta entonces, mas algo no me encajaba del todo en su actitud.
Me dijeron que mi habitación aún estaba en el palacio, que podía quedarme ahí si quería y quise. Todo estaba igual a como lo dejé. Incluso estaba mi cuaderno de dibujo y el sofá donde dormía Zamasu. Fue nostálgico sentarse ahí y recordar todo lo que sucedió en aquel entonces, pero no podía evocar en paz. La actitud del gran sacerdote no dejaba de molestarme. Estaba cansado y eso de por si no tenía una explosión muy lógica para mi.
-¿Desea algo de beber?-me preguntó Merlot, que apareció por mi costado y me hizo dar un grito del susto que me causó- Lamento haberla asustado señorita Salieri, no fue mi intención. Sólo quería saber si necesitaba algo. Recuerde que estoy aquí para atenderla.
-Gracias, pero estoy bien- le dije, pero lo reflexioné un momento- Merlot ¿Hace cuánto que el Gran Sacerdote no duerme bien exactamente?
-No estoy seguro- me dijo como pensando -Hace unos cuatro meses- me dijo haciendo ese mismo gesto que hacía Daishinkan al pensar- Usted se preocupa, bastante, por mi padre y eso me llama bastante la atención.
La cara de idiota que debi poner en ese momento seguramente era digna de un retrato. Es que el tono que uso fue algo...
-Bueno él me pidió ayuda y para eso necesito algo de información- respondí, pero la mirada suspicaz que tenía ese ángel me advertía que el interrogatorio iba a continuar.
-¿Y por qué la escogió a usted?¿Son amigos?- insistió con aire inocente.
Merlot era directo, algo brusco a veces, tambien un tanto insolente y algo explosivo sentimentalmente. Su actitud era tal y como la diseñe. Hasta se oía tal como lo escuché en mi mente. Era asombroso, pero también algo inquietante. Sin embargo, preguntas me sacaron una sonrisa.
-No lo creo- le dije después de un rato- A de haber pensado que soy la mejor opción nada más.
Levantó una ceja algo intrigado y se sentó a mi lado sin pedir permiso.
-Usted me da una sensación extraña- me confesó Merlot- Es como si la conociera de alguna parte. Me provoca un sentimiento de nostalgia.
No dijo nada más después de eso y se retiro para que yo descansara. A la mañana siguiente desperté y Merlot estaba al costado de mi cama. Sus "buenos días" casi me causan un infarto. Apenas si tuve tiempo para bañarme antes de que aparecieran los Zen Oh Sama y me pidieran jugar. No me negué. Al parecer Ginebra asistía a Daishinkan, pues él llegó con ellos para acompañarnos. Ese ángel me inquietaba y no estaba seguro de cual era el motivo. Mi corazón daba un brinco cada vez que lo veía y sus sonrisas me avergonzaban.
Pasaron así unos cuantos días y el Gran Sacerdote solía pedirme un cuento cada noche antes de retirarse a descansar. La verdad, pese a que dormía se veía igual de cansado, pero al menos dejó de materializar cosas subitamente. En una oportunidad por poco me aplasta con un bloque de no se que. Esa noche le relate una historia griega que habla de un joven escultor que talla a la mujer de sus sueños y está toma vida por obra de la diosa Afrodita.
-Simpática historia- comentó Daishinkan al terminar mi relato.
Yo lo miré algo fastidiada porque no se había dormido.
-Un hombre enamorado de su obra...No le vaya a suceder a usted lo mismo-me dijo en un tono casi de advertencia y se ganó mi atención.
-¿Dé que habla?-le pregunté mientras una parte de mi se estremecía al comprender sus palabras.
-De usted y Ginebra- respondió el Gran Sacerdote- He visto como lo mira. Esa pequeña agitación en su persona cuando él posa su mirada en usted, ese gesto de apartar el cabello de su rostro al tenerlo cerca y la sonrisa que le queda después de cruzarse con él.
-Es ridículo- le dije y me levanté de la cama buscando distancia- Yo no puedo... sería...¡Es ridículo! Él es mi...
-Ginebra es su creación- interrumpió Daishinkan y yo lo mire- Puede parecer ridículo, pero tan extraño e incomprensible no lo es. Usted diseño a Ginebra bajo sus estándares.
-Sí, pero es absurdo- le dije interrumpiendolo- Emular a Pigmalión...es ridículo.
-A mi me parece que Ginebra es su Galatea- me dijo el Gran Sacerdote- El amor es muy peculiar. La mayoría cree que es sólo entre un hombre y una mujer, pero no es así. Se da entre personas del mismo género también. Asi mismo entre padre e hijos, amigos, mascotas. Porque el amor no es uno solo, hay muchos tipos de amor.
Me sonreí divertida.
-¿Le parece gracioso?-me cuestionó algo molesto.
-No, es sólo que al decirme eso me recordó a alguien más- le dije.
-¿A quien?
-A una amiga- le respondí y el arqueó una ceja y luego fingió toser.
-El amor es imprescindible y tiene muchas índoles- me dijo Daishinkan- Generalmente surge por la persona menos pensada o por algo que no entra en la razón lógica. Usted dice sentir atracción por el kaioshin del universo siete.
-Eso es algo...algo platónico-le dije en busca de algún argumento mejor, pero no lo encontré.
-Bueno...todos tenemos de esos...-dijo como pensando.
-¿Usted tiene un amor platónico?- pregunté con la dosis justa de incredulidad.
-Sí.
-¿Quién es?-le pregunté.
Me miró y se sonrió.
-Eso es un secreto-me dijo y me señaló me sentara a su lado- Cuénteme otra historia por favor.
Lo hice, pero me quedé pensando en quien podía ser el amor platónico de Daishinkan.

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Cuentos para Daishinkan
Fanfiction¿Te has preguntado de que te enamoras realmente? Te lo diré: te enamoras de la idea de... ¿te has preguntado que es un personaje? Te lo diré: una idea. ¿Te has preguntado si una idea puede amarte?