Quince

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Le sonreí para ser cordial. Nunca me han gustado las peleas o confrontaciónes de ningún tipo o estar enemistada con las personas, pero Ginebra no estaba interesado en ningún gesto amable de mi parte. Me ignoró por completo y se dirigió al Gran Sacerdote llamándolo padre a propósito sólo para darme un golpe al corazón. No quería pensar que para lastimarme realmente, pero si para dejarme claro que yo era nadie para él y tuve que aguantarme las ganas que tenía de...

Los Zen Oh Sama estaban algo inquietos, pero Daishinkan no estaba en condiciones de jugar  en ese momento, así que se me ocurrió que podía hacerlos dormir a ellos antes que a él o a los tres juntos, pero los Reyes De Todo no querían oir historias, por lo que les propuse oír una canción y eso si les intereso.

-¿Tú cantas?-me pregunto el Zen Oh Sama del futuro.

-Un poco, pero soy mejor con el violín-les dije materializando uno entre mis manos- Muy bien pongan atención.

La danza irlandesa y el violín van de la mano desde hace mucho ¿Alguna vez han visto bailar a los irlandeses sus danzas ancestrales? Bueno si lo han hecho sabrán que se caracteriza sólo por el movimiento de las piernas y es bastante divertido hacerlo, un ejercicio muy extenuante también, pero por suerte yo no tenía que bailar, le deje ese labor a pequeñas marionetas que cree para ese propósito y que distrajeron a los Zen Oh Sama, hasta trataron de imitarlos, pero no lo lograron así que para demostrarles que tan difícil no era, lo hice yo. Alguna ves lo hice en la escuela y algo recordaba. Fue divertido. Por un momento olvide que estaba entre dioses y ángeles dejando mi mente en calma, lo que provocó que la luz del sol entrará en esa lugar, iluminado el estanque. Tuve una idea entonces y conté una historia proyectandola en el reflejo del agua, al compas del violín, apareció un libro con páginas escritas a mano. La tinta comenzó a caer y de ella surgió una pequeña hada que revoloteo entre las páginas del libro que comenzó a cambiarlas por si solo y mientras lo hacía, el hada se fue pintando de colores hasta quedar convertida en una criatura única.

El Gran Sacerdote me miró cansado y Ginebra lo desaprobó con la mirada, pero a los Zen Oh Sama les gusto bastante y tras una pequeña plática con ellos, volvieron a su palacio junto a Ginebra que ni siquiera me miró. Suspiré resignada a mi suerte y me senté junto al Gran Sacerdote, que seguía allí viendo el estanque. Merlot no lució feliz con eso, pero no hizo comentarios al respecto y haciendome una reverencia se retiró.

-Él está enamorado de usted- me dijo el Gran Sacerdote, mientras abrazaba sus piernas.

-Algo así- murmure.

-¿No es amor? Supongo que él no puede amar por su cuenta a menos que usted así lo designe- me dijo y sonó algo severo.

-Puede hacerlo ahora. Está fuera del guión y tiene independencia en este paréntesis- le dije en tono condescendiente.

Se sonrió con desprecio.

-Él está perdiendo el tiempo. Usted no lo corresponde- dijo bastante despectivo.

-Aun si lo hiciera, es un amor imposible- le dije y él me miró un momento-¿Quiere que le cuente una historia?- pregunte como pensando en voz alta.

Parecío meditarlo un instante. Luego, como un niño pequeño, apoyó su cabeza en mi regazo. Asumí que eso era un si, pero la verdad no tenía muchas ganas de contar historias en ese momento. Sucedía que lo veía tan cansado y tan distinto a como solía ser, que me sentía algo triste por él. También por mi, pero creo que la posición de él era peor. Recuerdo la forma en que miraba las marionetas. De haberlo podido hacer las hubiera destruído. Había odio en sus ojos ¿Cómo no lo iba haber? Si en el fondo Daishinkan se sentía como esos juguetes. Su vida se reducía a lo que escribieran de él. Héroe, antagonista, amante, padre de familia, director de escuela, secuestrador y otras tantas ocupaciones nobles y abominables, arrebataban su escencia original. Ese pequeño y frágil fragmento de autenticidad como de naturaleza, con tantos vacíos que pese a ser el argumento original, lo dejaba en vilo. A medio terminar. Disponible para interpretar cualquier papel. El concepto de él era tan moldeable que podían hacer con él lo que quisieran. Eso pensaba el Gran Sacerdote respecto a si mismo. Que era una palabra que cambiaba de significado según quien la pronunciará. Un vocablo vulgar repetido hasta perder el sentido.

No me di cuenta, pero empecé a llorar. Tal vez era incorrecto jugar con las ideas de otros, con los mundos de otros, con los personajes de otros. No estaba segura si hice bien al escribir "No". Pobre Daishinkan que no tenía más nada que lo que otros pidieran decir de él y pobre Ginebra que seguro se sentía atado a mis caprichos. Ambos eran seres poderosos, pero nada de eso era marito de ellos, todo lo que eran; era sólo la creación de alguien más. No había voluntad en realidad. Que desolador debía ser, que vacío debían sentir y que desesperados debían estar tras esas fachadas inmutables. Sentir que sus existencias carecían de sentido y propósito relevante como real, los tenía así y yo no sabía que hacer para ayudarlos. Me cubrí el rostro con las manos para contener un llanto que pensé fuera de lugar. Me calme tan rápido como pude y al descubrir mis ojos me encontré al Gran Sacerdote viéndome curioso.

-Lo siento- le dije sin pensar mucho en el motivo de esa declaración- Lo siento, lo siento... Realmente lo siento. Lamento haber escrito todo eso, no fue mi intención...

Daishinkan se levantó de mi regazo y me miraba nada más. No hacía comentarios o tenía alguna actitud especial. Al final solo me dijo:

-Es usted muy extraña...

No respondí a eso y él materializó un pañuelo que me ofreció.

-Por favor no lloré. Es triste- me dijo con una expresión más de:  "¿por qué está llorando?" que de lo que dijo.

-Salieri- murmuró Merlot a mi espalda- ¿Por qué llora? ¡¿Qué fue lo que le hizo, Gran Sacerdote?!-inquirió con aire acusador.

-No le he hecho absolutamente nada- le respondió calmado.

-¿Entonces por qué llora?

-Él no me hizo algo realmente-le dije entre sollozos y Merlot apoyo una rodilla en el suelo para abrazarme.

Me sujete a él bajo la mirada sería de Daishinkan, que también estaba cargada de curiosidad y a la distancia, detrás de los árboles, supe después Ginebra nos observaba.

Cuentos para DaishinkanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora