Trece

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Desperté porque alguien me llamaba indistintamente. Abrí los ojos y lo primero que ví fue el rostro de Daishinkan que me miraba un tanto preocupado. Bueno sus cambios faciales son pocos y muy discretos, pero me estaba familiarizado con ellos, así que si, estaba algo preocupado. Me sentía aturdida, cansada y me dolía el cuerpo como si me hubiera golpeado un ferrocarril.

-¿Qué pasó?-le pregunté después de un rato.

-Mientras dormía, el Gran Sacerdote, la atacó o eso intento, por suerte estamos en su mundo y no pasó más allá de una expulsión de energía luminiscente- me explicó Merlot que se mantenía a distancia, pero no por su voluntad.

Daishinkan me ayudó a levantarme mientras se disculpaba. Le dije que todo estaba bien, que no había sucedido nada, pero entonces me caí sobre una rodilla. Merlot fue hacia mi y tomándome por ambos brazos me puso de pie. En él si se notaba la preocupación y debió sostenerme por la cintura para lograr mantenerme erguida.
Algo no estaba bien.

-Creo que fue un choque psíquico- comentó el Gran Sacerdote llevándose la mano a la cabeza-Mientras dormía...

No dijo más y se sentó sobre la hierba. No estaba segura de lo que significa aquello, pero sentía la cabeza como acabada de lavar o algo semejante. Tras unos minutos Daishinkan dijo que volvería al palacio de Zen Oh Sama. La sensación de mareo desapareció y entonces despavile por completo. Merlot estaba ahí y eso era algo incómodo. Quise apartarme, mas él me retuvo y eso fue aún más incómodo, pero admito que era una incomodidad cómoda. Bueno creo que eso lo explica todo ¿No? Supongo que alguna vez lo han sentido... Bueno volvamos a esos ojos amatistas que me veían con una ternura infantil, que invitaban a quedarse en ellos un momento.

Merlot era una idea que amaba, una idea personificada y entregada a un contexto que  construía su forma y destino por así decirlo. Como no iba a tener por él afecto entre otras emociones, pero en ese otro mundo las cosas funcionaban algo distintas al original, como ellos lo llamaban, mas seguía pareciendome incorrecto entregarme a esos sentimientos blancos.

-¿Me concedería unas horas de su tiempo?- me preguntó sin apartarse de mi y buscando el costado de mi rostro.

Lo deje, pues había algo que yo quería saber. Con el Gran Sacerdote presente no me hubiera atrevido a hacerlo y nunca tuve a Zamasu lo suficientemente cerca para algo como eso y mucho menos lo iba a hacer. La distancia de su cuerpo y el mío desapareció en un abrazo que fue dándose lenta y paulatinamente. Lo supe, él buscaba algo también, entonces estaba bien; sería una intercambio. Mi mano en su pecho, mi cabeza en su hombro. No estaba...el latido de su corazón no estaba, aunque si había un palpitar, pero uno causado por una vibración que sólo podría definir como la superficie del agua barrida por el viento. Un delicado vaivén que lleva aquel líquido a besar la tierra que la rodea. Era vida, pero una en un plano muy diferente. Si nosotros somos prosa cruda, él era verso en metáfora. Entender aquello me ayudó a disipar las dudas y miedos.

-Merlot...hay algo que debes saber...

-La escucho...

-No eres hijo del Gran Sacerdote- le dije con calma -Yo soy...

-Mi diosa....eso lo sé-me interrumpió logrando hacer que yo buscará distancia, pero no me lo concedió-Lo supe desde que leí sus descripciones...Por cierto no me incluyo en su lista de hijos literarios.

-¡Lo hice!-exclamé algo nerviosa.

-Después de que alguien se lo reprochó- me señaló algo molesto, pero en seguida se sonrió- Entiendo porque no me incluyo inicialmente...por eso me parece que no hay problema en que me entregue a esta emoción que usted me causa...¿Qué hay de malo en que la creación ame al creador? ¿No es eso lo que se espera siempre en esta relación? No respondo más que a la pleitesía natural de mi posición... amandola.

Sus palabras me causaron varias sensaciones que no asimile en ese momento. Como única respuesta le hice una caricia en la mejilla y el beso esa mano al pasar junto a su boca.

-Por esa razón pediste que me trajeran- le dije.

-Asi es...pero el Gran Sacerdote no mintió. Él leía sus historias aguardando algo cada día.

Bueno eso ya la sabia. No me sorprendió. Busque otra vez distancia, pero nuevamente me retuvo ahí. Lo mire e hice la pregunta.

-¿No te molesta ser sólo lo que eres?

-No...creo que soy lo que debía ser y cumplí mi objetivo.

-Pero desapareciste...

-En la historia sólo volví a mi origen y en su mente sigo vivo. De igual manera lo hago en las mentes de quienes me conocieron en esas historias. Así es como una idea toma vida; compartiendose con otros, transmitiendo su mensaje.

Suspiré con algo de alivio.

-¿No te molesta que tu creadora sea alguien como yo? Mírame... S
soy una persona común y corriente, no tengo nada extraordinario- le dije y me callé bruscamente.

-Pero a mi ese mundo del que proviene no me interesa, allá no éxito... aquí si y aquí es donde usted me importa.

Me sonreí y tomé su rostro entre mis manos. Le besé la frente y luego lo abracé. Las palabras de Merlot me causaron muchas cosas, pero sobretodo me revelaron algo.

-Quedese conmigo un momento nada-me dijo-Sólo un momento...

-Sí,pero...hay algo que debo hablar con  Daishinkan y...

-¡El Gran Sacerdote! ¡El Gran Sacerdote! ¡Siempre él! ¿Por qué le interesa tanto?

-Me pidió ayuda y...yo acepté ayudarlo- dije en voz baja-
Además.

Había en los ojos de Merlot una ligera tristeza.

-Bueno...iré más tarde a hablar con él- le dije y se vio feliz con eso.

Me quedé a su lado y hablamos de muchas cosas. Algunas relevantes y otras irrelevantes. Hasta que Zamasu me llamó usando telepatía, diciendo que algo sucedía en el palacio. Fuimos a ver y nos encontramos con todo un desastre, pero uno de proporción divina. Todo el torneo de la fuerza estaba pasando ahí. Era como si el Gran Sacerdote hubiera materializado sus memorias o algo semejante. El edificio entero se venía abajo y Daishinkan ahí, como si nada. Cuando le pregunté porque no hacía algo me respondió:

-No tengo ganas de algo así...

Por un momento eso me molesto, pero al mirarlo con atención me di cuenta que a diferencia de otras oportunidades, esa declaración no guardaba más que su verdad. Bastaba verlo para darse cuenta de que realmente no tenía deseos de hacer algo. Hasta triste se veía. Me le quedé mirando perderse por ese pasillo caminando con las manos tras la espalda. Me causó una extraña congoja esa imagen, pues se veía bastante abatido y yo creia saber el motivo. Hice desaparecer aquel desastre y entonces me encontré con Ginebra que me dió una mirada de resentimiento.

-Para mi no eres más que la visita del Gran Sacerdote- me dijo en un tono muy frío y tajante.

Esas palabras... ¿Cuándo lo descubrió?.

Cuentos para DaishinkanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora