Dos

900 121 30
                                    


"Había una vez en una aldea costera, una joven que amaba el océano. Vivía feliz junto a su familia, tejiendo redes para los pescadores hasta que un día, el hijo del conde se fijó en ella. La compro, no era extraño que en esa época aquello se hiciera, pero nunca fue algo agradable. Le dijo a la familia que la haría su esposa, sin embargo, mintió. La quería como una concubina, mas ella escapó. Bajó a la playa y allí se vio perdida, pero entonces de las aguas surgió un hombre vestido con algas marinas que le extendió la mano y le dijo: "ven doncella, yo te pondré a salvo de tus perseguidores" y la muchacha fue con él que la envolvió en sus brazos y la sumergió en las aguas más remotas, desde donde surgió un pequeño y delicado pez, al que la gente del pueblo llamó:  "Doncella". 

Terminé mi relato y Daishinkan se había dormido. Fue bastante sencillo. Me le quede mirando y se veía bastante lindo, no lindo de guapo aunque no digo que no lo sea,a lo que le refiero es que se veía lindo de tierno. Dormído se veía vulnerable y dulce. Si no hubiera sabido quien era me hubiera resultado un hombre joven cualquiera. Me pregunté por qué no había logrado dormir antes de mi llegada y en ese momento escuché mi nombre en voz alta y jovial:

-¡Salieri! ¡Salieri!

Un segundo después me tiraron de espaldas sobre la cama. Eran los Zen Oh Sama que hacían su "silenciosa" aparición despertando a Daishinkan. Ni siquiera me di cuenta de cómo  acabé en los brazos de Ginebra. Merlot estaba en el aire, un poco más allá, con un Zen Oh Sama debajo de cada brazo. Sobre la cama había una pesada estructura de debajo de la cual Daishinkan salió sacudiendo su pijama.

-La falta de descanso provoca que mi padre materialice cosas de manera súbita lo que es bastante peligroso- me explico Ginebra mientras me ponía en el suelo.

Eso me dió una idea de como llegaron allí Merlot y Ginebra, a quien me quedé viendo con escepticismo durante unos largos segundos. Miré a Daishinkan, estaba realmente agotado. Después de despejar su cama intentó volver a ella a duras penas.

-¿Salieri volviste para jugar conmigo? -me pregunto Zen Oh Sama del futuro, tirando de mi pantalón.

-La verdad no, pero te traje un regalo -le dije y poniendo la mano tras mi espalda materialice dos paletas de caramelo de colores- Tengan. Una para cada uno.

-¡Sí!-exclamaron a dúo.

-¿Jugaras conmigo después?- me preguntó el mismo Zen Oh Sama.

-Sí...jugaremos cosas divertidas- les dije y ambos me tomaron de las manos para levantarme unos centímetros del suelo.

Ginebra y Merlot me veían con algo de asombro y yo me sentía algo incómoda bajo su presencia.
Imaginen por un momento descubrir que toda su vida, tu historia, tu aspecto, tus ideas; absolutamente todo fue diseñado por alguien más, para cumplir un propósito específico ¿Cómo te sentirías? ¿Algo en tu existencia tendría sentido? ¿Qué le dirías al que te diseño, al que te creo y dió ese propósito? Por un momento imaginé a Ginebra reclamandome por la vida que le di. Por todo el dolor que lo hice pasar y no tenía argumentos para defenderme o al menos ninguno vino a mi mente en ese momento. Por otra parte ese personaje en particular era uno de mis queridos y no podía evitar admirarlo mientras contemplaba la posibilidad de revelarle mi identidad y abrazarlo.

-Señorita Salieri- me llamaba Daishinkan- ¿Cree que podríamos ir a un lugar más tranquilo?

-Claro. Hay un lugar ideal donde podrá descansar- le dije y poniendo mi mano en su hombro lo llevé a mi mundo. Al que él me dió.

Allí hay muchos paisajes, pero pensé que recostarse en los verdes y frescos pastos bajo la sombra de los árboles le sería grato, mas estaba algo reacio a hacer tal cosa. Como que no le gusta ensuciarse o algo así por lo que tuve que poner una manta para que se tendiera allí y lo hizo. Le conté la misma historia, pues dijo que apenas escucho el principio y luego se durmió. En serio que se dormía rápido. No había necesidad de pedirme ayuda con algo como eso, pensé.

Me quedé a su lado, no podía dejarlo solo y un par de horas después él me despertó a mi. Me quedé dormida con la espalda apoyada en un árbol.

-Creo que también requería un sueño reparador, Salieri-me dijo y se sonrió, luego miró a su alrededor- Su mundo es muy pacífico señorita.

-Creo que lo de señorita está demás- le dije tranquila- Hemos pasado muchas cosas juntos.

-Eso es verdad- afirmó y estiró los brazos al cielo muy relajado- Creo que hasta tenemos algo de confianza usted y yo.

Se sentó en el suelo, sobre la manta, y ahí se quedó un momento.

-Digame la verdad ¿Por que están aquí Ginebra y Merlot?- pregunté con calma. Todavía no despertaba del todo.

-Se lo dije : los crees involuntariamente, sin embargo, carecen de poder o memoria. Cuando me vieron, no sabían quién era o quienes eran ellos- me explico-Sí soy honesto también la traje para que los viera y decida qué hacer con ellos. Pero principalmente porque me cuesta mucho descansar. Algo me está sucediendo y no estoy seguro de que es, por eso necesito su ayuda. Le parecerá extraño, pero creo que tiene que ver con las historias que leo respecto a mi... Me siento disperso.

-¿Disperso?

-Asi es- reitero con un rostro cansado.

-¿Cuánto durmió?-le pregunté.

-Una o dos horas- contestó viendo al cielo- No fue suficiente.

Se derrumbó sobre mí que estaba sentada frente a él. No me pareció que estuviera fingiendo y ahí quedó entre mi pecho y mi hombro, profundamente dormído. Puse una mano tras su cabeza y la otra en su espalda para recostarlo sobre la manta, con mucho cuidado para que no despertara, pero los Zen Oh Sama y mis ángeles, Merlot y Ginebra, aparecieron en ese preciso momento. Se nos quedaron viendo algo desconcertados. Dada la postura en que yo lo sostenía y la perspectiva que ellos tenían daba la impresión de que yo...

-¿Por qué vas a besar a Daishinkan?-le preguntó Zen Oh Sama del futuro.

-¿Qué?...yo, yo, yo no...-balbucie nerviosa y lo dejé caer.

El golpe lo despertó. No fue mucho. Sólo unos veinte centímetros de mis manos al suelo, estaba arrodillada ahí.

-Entonces es verdad lo que nos dijo Zen Oh Sama- murmuró Merlot mirándome de una forma extraña.

-¿Qué les dijo?-pregunte un poco inquieta. Daishinkan se sentó justo en ese momento llevándose la mano tras la cabeza.

-Ellos nos dijeron que usted, es nuestra madre -respondió Ginebra.

-Daishinkan dijo eso- señaló el Zen Oh Sama del presente con aire candido.

-¿Yo dije eso?- se preguntó el Gran Sacerdote llevándose la mano a la barbilla.

-Bueno yo no...- musite intentando buscar una respuesta.

Daishinkan me miraba de reojo. Supongo que para él era obvia mi angustia, mis dudas y mis temores respecto a la verdad.

-Es un mal entendido-dijo el Gran Sacerdote- Sucede que la señorita Salieri escribió algunas historias ficticias de ustedes y les tomó cariño. Por eso fue que debí hacer ese comentario.

Ellos parecieron conformes con la explicación.

-Gracias- le susurre al oído.

-No es nada- dijo y se puso de pie, pero cayó sobre mi inconsciente.

Los ángeles corrieron hacia mi y juntos lo revisamos, mas no parecía haber nada mal en él. Supuse que sucumbió al cansancio otra vez, pero tuve una extraña sensación.

Cuentos para DaishinkanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora