—Tengo hambre —La débil voz de Mischa se cuela en su cabeza. Él sabía mejor que nadie que tenía hambre, que ambos tenían hambre, pero no había nada por el momento.
—Lo se, pero tienes que ser fuerte ¿estás bien? —preguntó recibiendo una adorable mueca por parte de la menor que le hizo sonreír, aunque sea sólo un poco.
Con la firmeza que un niño de 10 años podía tener en su cuerpo para seguir su marcha a ningún destino en particular en buscar de algo para comer. La sensación de vacío en sus estómagos parecía consumidos por dentro, pero no encontraba nada bueno.
Eso no fue siempre así; antes de la guerra, él y Mischa había tenido una buena y privilegiada vida, disfrutando la vida opulenta desde que nacieron gracias a sus padres. Pero la guerra había caerse en su propia miseria y sus padres había parecido y lo habían dejando a su hermano y a él perderlos en la deriva en un mundo cruel donde el hambre era la mayor afección de todo.
En los últimas semanas se escucharon rumores de como ya varios niños había desaparecido de manera demasiado repentina, como si se los hubiera tragado la tierra. Claro, esos eran sólo rumores y la gente parecía demasiado apática con el tema, pero para él no, no ahora que tenía que cuidar a Mischa, incluso si él también era un niño y corría el mismo peligro.
—¡Mira! ¡Mira! —los gritos de la pequeña niña le alertaron de inmediato para darse cuenta de una casa a unos 50 metros de distancia donde se podía ver unos pastelitos descansar en el marco de la ventana— ¡Comida! —exclamó alegre la niña.
Hannibal casi sintió salivar al ver aquella comida tan cercana a ellos. En ese día no había comido nada y eso se veía muy bien, tal vez, demasiado bien. Sin pensarlo dos veces, sujeto más fuerte a su hermana.
La casa parecía solitaria, la cual le pareció extraño ¿por qué dejarían unos pastelitos en la ventana en una situación tan mala como esa? Si no estuviera tan desesperado le hubiera pensado dos veces, hubiera considerado que era peligroso y que lo mejor era irse en lugar de tomarlos todos, siendo ayudarlo por su hermana que cargó unos cuantos. Tampoco se hubieran ido sin voltear atrás para percatarse que en efecto, la casa no estaba sola y había un hombre vigilandolos desde la ventana con una sonrisa que helaría a cualquiera.
...
Cuando llegaron aquella casa abandonada en las afueras de la ciudad, apenas comenzaba anochecer. Hicieron una pequeña fogata con las ramas que juntaban para conseguir un poco de calor. Los dos se acurrucaron cerca de fuego por una ansiedad esperada, sacaron los pastelitos, estos ya no estaban tan calientes pero seguían siendo comestibles.
Hannibal probó su primer mordisco saboreando el crujiente sabor de pan horneado a su punto exacto para degustar la suave y un poco salado sabor de la carne condimentada ¡Era la mejor comida que había probado en su vida! Quiso prolongar un poco más la vida de pastelito, pero este acabó sólo con unos mordiscos. Al menos había más. Cuando tomó su segundo pastelito, vio que Mischa estaba igual.
Así siguió con otros tres hasta que su pequeña hermana le tomó de una de las mangas de la camisa.
—¿Qué pasa, Mischa? —preguntó calmado a lo que su hermana se limitó a extender su pequeña manita.
—Encontre esto, esta muy duro —se quejó la pequeña, mostrando un pequeño diente manchado de sangre.
Hannibal quedó congelado por un momento. Ese diente era de leche, dudaba mucho que fuera de un adulto ya que sería más grande. Su mente conectó rápido eso con los niños desaparecidos, aquellos que nadie reclamaba con esos deliciosos pasteles de carne.
En esos momentos hubiera vomitado, arrebatandoselo a su hermana y tirar todo para después pensar que eso no pasó jamás, pero no lo logró. No podía fingir que no le gustó porque le gusto y demasiado, Era consciente que eso era asqueroso e incluso depravado ¿no podía beneficiarse de eso? aquellos niños ya estaban muertos ya no habría nada que hacer.
—Nada, sólo algo que no debes comer —tomó el pequeño diente para lanzarlo lejos —sigue comiendo.
—Ajá —asintió con una gracia infantil para comer la carne humana como si nada. No pasó mucho tiempo para que Hannibal la imita, tratando olvidar aquel diente.
Desde aquel día no volvió aparecer a esa casa, aunque una parte oscura de su cabeza la rogara ir por esos espantosos pero deliciosos pastelitos pero el destino era un bastardo y cuando su hermana desapareció así como su cordura, sintió que debió regresar. Tenía que hacerlo, incluso si estaba seguro que volvería a encontrar otro diente perdido.
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Goretober
رعب31 relatos llenos de sangre y un poco más que trama de diferentes fandoms