Cena

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Siempre le había parecido de cierto modo irónico que de tantas opciones en que el mundo acabaría sería un apocalipsis zombie la vía más viable. Ciertamente eso parecía un mal chiste, pero había pasado; las personas comenzaron a morir para después regresar de la muerte convertidos en monstruos sedientos de sangre. En esos momentos, las amenazas de calentamiento global ya no sonaban tan mal como ante. Las catástrofes naturales si bien, eran terribles, al menos podía aceptar tu destino, pero esto no. Esto era como estar en un infierno en un tiempo indefinido.

Hashirama se sintió cansado de todo. Había estado sobrevivido el apocalipsis estos meses y lo único que estaba seguro era que su muerte estaba cerca, tan cerca como lo había tocado a su familia. Los extrañaba tanto todos los días y realmente no podía esperar el día es que podría verlos de nuevo, sea a donde sea que pueda. Y ahora que estaba rodeado de ellos sabía que ese día había llegado. Lloraría si es que le quedaban lágrimas.

Y entonces, como una bromas de mal gusto, comenzó a escuchar disparos. Poco a poco los zombies que se habían encontrado alrededor suyo creía con las cabezas explotadas. Su sangre putrefacta no tardó en cubrir su casa, provocando en su ser asco.

Las balas se cesaron en su trayectoria y sintió algo de lástima que ninguna se proyectará en su cabeza poniendo fin a su vida y solo una persona se mantuvo de pie en medio de la carnicería.

—Hashirama. —La voz es reconocible antes sus ideas y aunque seguía con náuseas por la sangre pudo sonreír, aunque sea un poco. No estaba solo.

—Madara —habla al hombre de cabellos negros que se acercó a él con un arma en la mano—. Que bueno es verte de nuevo.

—Me encantaría decir lo mismo, viejo amigo —dijo antes de apuntar de nuevo con el arma, directamente a su cabeza—. Pero no importa, supongo que al menos es un alivio ver a alguien que conocía.

La sonrisa no abandonó su rostro. Claro, en esos momento sería un completo lunático ¿Qué clase de persona sonríe ante su propia muerte? pero en serio quería morir. Al menos no se convertiría en un zombie como todos los demás.

—Gracias —fue lo último que logró pronunciar en la vida antes de que la bala perforó su cerebro, acabando con su vida, con su miseria; esperaba que su amigo tuviera un destino menos cruel.

...

Decir que matar a su amigo no le había provocado nada sería mentir. Ellos se habían conocido desde la infancia y con los años sus lazos se fortalecieron con fuerza. Y hace tan sólo unas horas le había volados la cabeza como si fuera cualquier cosa. No , él se sentía muy mal, pero ya había pasado, no importaba cuando lo lamentará, Hashirama estaba muerto y ahora estaba cocinando una parte de él.

El olor de la carne hizo que se le hiciera agua la boca. No había comido casi nada la última semana y la comida enlatada que tenía en sus reservas habían llegado a sus días de caducidad. Con su muslo y parte de su brazo estaría bien para unos días. Para cuando la carne estaba ya bien cocinada, la retiró de fuego para servirla y llevarla al comedor.

Obito, su hijo, se encontraba ya en la habitación, devorando el resto de cuerpo de su amigo; no lo culpaba, la escasez de comida también le afectaba a él. Cuando el niño se percató de su presencia no tardó mucho en querer lanzarse encima de él, de no ser por el grueso collar que tenía en el cuello que se conectaba a una fuerte cadena que se aferraba al suelo. Era cruel mantenerlo así, pero era la única manera de mantener a su hijo a su lado.

—Tienes tu parte, Obito, dejame cenar a mí —señaló el hombre, como si su hijo fuera a entender.

El pequeño zombie no necesitó que se lo dijeran dos veces a lo que regresó a comer de nuevo aquel cadáver bien dispuesto en la mesa. Bueno, al menos podrían tener una cena en paz. 

GoretoberWhere stories live. Discover now