Descomposición

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Aquel pensamiento que era captado por el olfato de Petunia había obsesionado su mente hacia aproximadamente una semana, cuando un olor dulzón y desagradable comenzó a comenzó a inundar su casa. Desconocía totalmente su origen, pero por más que intentaba deshacerse del hediondo olor, este parecía no desaparecer, demasiado terco como para apartarse de su lado.
No importaba lo que hiciera, las horas invertidas limpiando cada rincón de su morada con la esperanza de descansar de aquella pestilencia u los productos químicos que sólo le provocaban fuerte migrañas y mareos. Ni siquiera los largos baños con agua caliente la lograban confortar, sólo conseguir que su piel blanca se tornara roja.


Se estaba cansando, sus alternativas se habían acabado y no sabía que más hacer. Tal vez podía dejarlo; tomar sus pertenencias que no eran muchas y largarse muy, muy lejos. Podría irse a un lugar aislado y tranquilo rodeado de la naturaleza. Rayos, podría imaginarse vivir en medio del bosque, oler los pinos y el aire virgen de cualquier contaminante ocasionado del hombre.
Pero tampoco podía hacer eso. Tenia medios para hacerlo, por supuesto, y no tenía ningún miedo de abandonar los placeres mundanos que ofrecía la vida moderna. No, ese no era ningún problema, el problema es que no vivía sola. Handy, su vago esposo, a pesar de las pocas aportaciones que daba y su gran indiferencia al problema que enfrentaban seguía siendo su esposo lo amaba y aunque él no fuera tan expresivo con el paso de los años, ella sabia que su amor era bien correspondido. Y ella estaba más que consciente que la idea de mudarse no sería algo que le agradara por completo después de todo ¿Por qué dejarlo? Era una casa muy bonita, incluso el pésimo hedor de la cual era víctima.


Por lo que se quedó limpiando cada día con más esmero y dedicación, esperando que todo llegará a su fin. Que su esposo se diera cuenta de lo que la estaba atormentando y ayudarla. Salvarla.


Por supuesto, eso no pasada, él se mantuvo pasivo y frio en la cama sin hacer absolutamente nada, ni siquiera respirar. Algo normal para alguien que lleva muerto varios días, pudriéndose lentamente en el lecho, siendo el olor de su carne pútrida lo único que anunciaba la partida en este mundo.


Si tal vez ella se daría cuenta, dejaría sufrir....

GoretoberWhere stories live. Discover now