Si había algo de lo que Splendid estaba completamente seguro, era lo locamente enamorado que se encontraba. En toda su vida había sentido algo como eso y dudaba demasiado que alguna vez sintiera algo parecido. Porque el amor verdadero era sólo algo que pasaba una vez y él estaba seguro que los sentimientos que sentía hacía Splendont era justamente eso. No podía estar equivocado en eso.
A pesar de que sus sentimientos eran tan firmes como él, no se sintió seguro de confesarlos. No es que tuviera dudas sobre su amor, claro que no, sólo no quería arriesgarse.
Comenzó siguiéndole en el trabajo, algo que resultaba demasiado sencillo pues ambos trabajaban en el mismo lugar por lo que no resultaría tan difícil y extraño que estuvieran en el mismo sitio. Conforme pasaban los días, sentía que el amor que sentía por él crecía en su interior como un incendio que lo devoraba todo. El pelirrojo era apasionado en lo que hacía, seguro de sí mismo que llegaba a la arrogancia y radiante, tan radiante; perfecto para él.
No tardó mucho en seguir sus pasos fuera de trabajo, averiguando el lugar donde vivía, sus hábitos y rutinas e incluso las personas con los que llegaba a frecuentar. Muchos verían ese comportamiento, pero no era así, sus intenciones eran buenas y él sólo quería una pequeña oportunidad para estar con él. Hasta que la tuvo.
Era Viernes por la noche y sus compañeros lo había arrastrado a un bar por las buenas utilidades que había recibido todos y aunque si bien él podía negarse y quedarse en casa a ver como se hornea el pan, sabía que Splendont estaría ahí, por lo que su resistencia desapareció. Tal vez, con algo de alcohol en sus venas por fin se acercaría a él, para vivir la historia que se merecía.
La reunión, como había supuesto, fue aburrido. Sin duda no había nada interesante como sentarse en una mesa con personas con las que apenas interactuaba mientras bebía cerveza fría y amarga para su palabra. Pero se había sentado junto a Splendont y otro eso sentía que valía la pena.
Las horas pasaban y poco a poco las personas iban pagando su cuenta yendo a sus respectivos hogares para descansar un par de horas antes de regresar a sus trabajos monótonos. Todos, menos Splendont que seguía tomando como si no hubiera fin, hasta que sólo quedaran los dos.
—¿Estás bien? —preguntó preocupado. Nunca había visto su salud mental en peligro.
—Siento que me estoy volviendo paranoico —comentó, echando una risa nerviosa—. Quiero decir, hace una semanas siento que alguien, pero creo que sólo esto exagerando las cosas.
Splendid se quedó congelado ante la confesión ebria de pelirrojo ¿cómo pudo ser tan ciego para no notar que su amado tenía un acosador? Eso era inaudito y se sintió como un tonto.
—Pero como esa. —se levantó tambaleando, sacando unos billetes arrugados—. Igual tengo que ir a casa.
—Estás muy ebrio para irte solo —señalo recibiendo como respuesta otra pequeña risa—. Puedo llevarte a casa, si quieres.
—Mamá dice que no acepte invitaciones de extraños —divago ante la oferta—. Pero jamás escuche a mi madre. Está bien, gracias.
—No eres un desconocido, eres un compañero —se levantaron pagando su cuenta para irse con un alcohólico pelirrojo, que además tuvo que ayudarle a caminar.
—Como sea —negó para aferrarse a él—. Te lo agradezco.
Llegaron a su auto y cómodo a Splendont en el asiento de copiloto para asegurarse que nada malo le pasará. Cuando se aseguro de que estuviera acomodado, fue rápidamente a su lugar para irse. Bien, era si era su oportunidad.
—Hey —escucha apenas la voz de su acompañante. —Ten. —Sus manos temblorosas le entregaron un celular—. Ahí está la dirección de mi casa.
—Gracias. Trata de mantenerte despierto —sugirió viendo como el otro se había desplomado en el asiento, obviamente haciendo caso omiso a su sugerencia.
Bueno, eso ya no importaba. Con una sonrisa en su casa arrancó rumbo a su casa, tirando el celular en el camino.
...
No podía creer que estaba pasando esto, era como un sueño hecho realidad. Él estaba en su casa, estaban solo los dos y ahora no había nada que los volviera a separar. Oh no, él se encargaría de eso, además de procurar a Splendont, lo mejor de lo mejor.
El pelirrojo seguía noqueado por el alcohol, acostado en la cómoda cama de su compañero, sin estar consciente de lo que estaba pasando a su alrededor. Ver ese aire despreocupado y ausente de otro hizo que Splendid se sintiera tan bien. Por fin estaba a su lado, donde pertenecía.
No tardó mucho en abalanzarse contra él, saboreando con su boca, la dulce boca de su amado, bajando a su cuello el cual dejó marcado con rojo. Quería marcar que era suyo, que nadie podía quitarlo de su lado, Pero eso no era suficiente. Necesitaba más.
Sin más tiempo que perder fue quitando la ropa, con una suavidad que, en otras circunstancias, se hubiera considerado romántico. Claro que no lo era, pero para Splendid lo era; no se detuvo hasta que lo despojó de todas sus vestimentas.
Se tomó su tiempo para admirar el bello cuerpo que se exponía justo enfrente de él. Era delgado y su piel pálido e inmaculado -salvo la zona de cuello, por supuesto - que le parecía demasiado perfecto. No podía dejarlo así, por lo que abandonó la habitación por el equipo necesario; tenía que guardar ese momento para la posteridad.
...
La cámara estaba encendida y buen puesta en el triplay, siendo un testigo mudo de crimen que estaba filmando. Splendid no lo vería así, claro que no era ningún crimen, era la culminación de su amor.
Ahora se encontraba totalmente desnudo, en medio de las piernas de hermoso pelirrojo mientras penetraba su trasero con una fuerza que lo más seguro es que le causó un desgarro interno. La sangre, tan roja como el cabello de Splendont en sus muslos eran una prueba de ello.
Esto era un sueño hecho en realidad en demostrar el amor que sentía de una forma más carnal era mucho mejor de lo que había esperado. Splendont lo estaba recibiendo tan bien, hasta que despertó.
Los gritos llenos de dolor y terror lo aturdieron unos segundos para regresar y la realidad cuando las manos de su amado se posaron en su pecho, empujando con la única finalidad de alejarlo. La estaban rechazando.
—¿Qué? ¿Qué estás haciendo? —La voz de Splendont ya no suena tan linda como siempre. Es un susurro ahogado entre el llanto y el dolor y Splendid siente por el acto—. Sal de mi... me haces daño.
—No digas tonterías, lo amas. —Su cadera se mueve para adentrarse más a él como una declaración, haciendole chillar—. Nacimos para esto, no puedes negarlo.
—¡No, no quiero! —logró gritar y cuando el otro intentó silenciarlo cubriendo su boca con su mano atinó a morder con fuerza—. Eres un maldito enfermo, dejame ir.
No, no, no tenía que estar pasando eso. Él no podía decirle esas cosas tan crueles. No iba a permitir eso, no iba a dejarlo. Antes de que él otro suplicara porque lo dejará su puño se estrelló en su cara, rompiendo su nariz. La sangre salió a borbotones y Splendid no pudo verlo tan bello. Definitivamente el rojo era su color.
Cualquier réplica por parte de Splendont murieron conforme el otro golpeaba su rostro, hasta dejarlo bañado en su propia sangre. Sus embestidas no tardaron en volver, deleitándose en los espasmos de su víctima hasta que se cesaron por completo llevando a su cuerpo al orgasmo.
...
Ahora estaba solo de nuevo. Splendont estaba muerto y enterrado detrás de su patio hacía un par de días y sabía que sólo era cuestión de tiempo para que lo atraparán. Al menos tenía el video que tenía de ambos y tras adm admirar su hermoso cuerpo desnudo teñido de rojo, se disparó en la cabeza, dándose una muerte rápida. Ya lo encontraría en el infierno.
Fin
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Goretober
Terror31 relatos llenos de sangre y un poco más que trama de diferentes fandoms