Payasos

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Desde que era niño Jack Napier sentía una fascinación por los payasos, aquellas personas que vestían atuendos y usaban maquillaje extravagante con él único fin de entretener le parecían demasiado graciosos e interesantes. Las pocas veces que pudo ver alguno le hizo sentir bien y había, por unos momentos llegar a olvidar que su vida era tan triste.

Claro, eso no podía borrar la triste realidad que esa perra llamaba "vida" podía ponerle. Su padre no dejaría de tomar, golpeando a su mamá a la menor provocación y no podía evitar verla desmoronarse poco a poco. No obstante, ese pequeño entretenimiento le hacía al menos un poco más soportable su día a día y le sacaba una sonrisa, algo que no pasaba demasiado seguido.

Aunque claro, no todo podía ser para siempre y aquello cambió cuando no pudo parar de sonreír.

...

El no puede recordar mucho de aquella noche, él dolor que estaba experimentando era tan terrible que su mente no lograba enfocarse en ninguna parte. Se sentía perdido, completamente abandonado a la deriva y sólo pudo un encegador color blanco que inundaba todo a su alrededor.

¿Estoy muerto? Era una pregunta que merodeaba su mente de 10 años entre su propia agonía. Si estaba muerto, suponía que no sería tan malo a pesar de corta edad consideraba la muerte como un alivio. Al menos así podría estar con mamás.

Todavía podía recordar a su madre antes de que todo se volviera de un borroso color rojo; podía recordar sus gritos, sus súplicas, su frágil cuerpo tirado en el frío piso de la cocina, acostada en un gran charco de su propia sangre... y luego.

Escucho susurros por todas parte alrededor de él; no podía entender nada de lo que le decían y eso en poco tiempo le comenzó a frustrar. No, no estaba muerto por mucho que quería engañarse a sí mismo. Él seguía estando en este mundo, huérfano y con la cabeza llena de voces que no logra comprender ni siquiera un poco hasta que el incesante color blanco a un negro que lo hace descansar por un tiempo indefinido.

...

Cuando se da cuenta de su propia existencia, el insoportable blanco se ha ido y se percata que está en una habitación de hospital; estaba demasiado familiarizado para reconocer una, de nada ¿Qué estaba haciendo en un lugar como ese?

A pesar de que el ambiente no era tan abrumador como el anterior, no hizo que la tormenta que ahogaba su mente lo dejara en paz. También el incómodo entumecimiento en la cara lo estaba volviendo loco.

Sus pequeños brazos rodeados de cables que estaban conectados a diversas máquinas se levantaron para tocar su rostro, cubierto de gasas. La ansiedad fue ganando terreno y no tardó mucho en querer arrancar las gasas que lo cubrían; ya no las soportaba, los quería fuera de él.

Un dolor insoportable suplanta su nerviosismo cuando retiró las jodidas gasas de color rojo oscuro para dejar su rostro desnudo. Sus dedos estaban ya manchados de sangre cuando decidió llevarlos a su boca donde las suturas estaban abiertas por el trato tan bruto.

"¿Por qué tan serio?" La voz de papá suena en su cabeza como un fantasma que no ha encontrado la paz, dejándolo congelado lo suficiente para que las enfermeras lo sostuvieron y tuvieron que sedarle haciendo que quedara sumergido de nueva cuenta en la oscuridad.

...

Los días en el hospital pasaban, sus heridas, al menos las físicas se estaban cerraban y su situación no podía ser más difícil por él, incluso cuando todas pensaban que no podían comprender cuando hablaban en susurros y actuaban como si no escucharan. Pero él lo hacía.

Por el momento era un niño solo que no tenía un futuro seguro en esa sociedad, con una gran sonrisa marcada en su rostro. A diferencia de lo que muchos consideraban, él no se sentía tan mal por esas cicatrices, de alguna manera era feliz, quisiera o no.

Hasta que lo fue cuando vio al payaso en la televisión fue que si se considera feliz.

Era de noche, lo bastante como para que siguiera despierto pero no quiero dormir. Las pesadillas le persigue y no lo soportaría por lo que vagar por los pasillos de hospital parecía un plan más interesante para pasar las noches, incluso si le regañaba porque era algo que tenía que hacer. Eso no le importaba.

Nadie le detuvo en esa ocasión, lo cual le resulto de lo más curioso; por lo general se encontraba con alguien, pero ahora todo estaba solitario y silencioso. O al menos eso era así hasta que se topó en la cafetería; nunca pensó que llegaría tan lejos.

El pequeño lugar estaba lleno de personas, variando entre el personal y algunos familiares que se suponía no deberían estar ahí. Mientras pasaba entre ellos parecía que nadie lo notó, toda su atención se prestaba solo a una cosa, la pequeña televisión que transmitía en vivo el caos que se vivía en la ciudad de Gotham.

Todo el lugar parecía estar envuelto en llamas y los payasos estaban por todas partes, ocasionando ese desastre. Era tan hermoso, pero no tan hermoso cuando se presentaron al autor de todo.

Su nombre era Arthur Fleck. Mencionaban que había matado a tres tipos a un metro y esa misma noche le había disparado a un presentador de televisión; era un psicópata, un asesino a sangre fría que sólo los inadaptados lo tomarías como un mártir. Eso tampoco le importo y al verlo se dio cuento que no le importaría nada de lo que decían acerca de él. Sólo le importaría lo que él sentía y aquel hombre, Arthur Fleck, el autoproclamado Joker le hizo feliz. No sabía cuál era la razón, si porque era el payaso más magnífico que había visto en su vida o sí había algo más, pero era jodidamente feliz.

No pudo evitar reír, reír con fuerza hasta que sintió que su sonrisa falsa se abriera de nueva cuenta y la sangre fuera lo único que su boca saboreaba- Fue ahí cuando todos le prestaron atención al niño que reía como un maníaco y cuyo rostro manchado de sangre, haciéndolo ver tan aterrador como el payaso que estaba en televisión.

Jack sintió que eran almas gemelas.

Fin

GoretoberWhere stories live. Discover now