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Lovino se separa de Antonio como si le quemara. Se levanta casi activado por un resorte y corre hasta la cocina.

El español de ríe, camina con un poco más de calma a la cocina.

El mayor de los italianos sonríe al verlo entrar.
Feliciano sirve la comida y se sienta a la mesa.

Después de los rituales típicos de una familia católica antes de la cena y pasados unos minutos de comer el alcalde de ciudad se detiene de comer, sonríe como el conquistador que es, de una manera coqueta.

—¿Ustedes dos están saliendo? —cuestiona señalando a su sangre y Antonio con un tenedor.

Lovino se ahoga con su pasta tosiendo como un enfermo terminal.

Antonio mueve las manos frenéticamente negando con ellas.

—No, no, no, yo jamás haría algo como eso señor Vergas, digo, señor Vargas ¡No! No —niega rápidamente el docente.

—Antes muerto que hacer cualquier cosa con ese bastardo —protesta Lovino con un brutal sonrojo.

Rómulo les mira divertido.

—¿Entonces tienes pareja, Antonio? —persuade.

—Amm... No, la verdad es que no —sonríe con encanto.

Feliciano mira a su hermano con las cejas levantadas pues él habría jurado que sí eran pareja. A Lovino no le hace gracia, le devuelve la mirada de manera envenenada.

Rómulo suelta una carcajada limpia ante dicha respuesta.

—Ni Francis es tan cínico —le señala.

Antonio se encoje de hombros antes de seguir comiendo con su siempre bella sonrisa.

—Bueno, si de mujeres no puedes contarme hablemos de mi segundo amor, mis niños —bromea cambiando de tema—. ¿Cómo van en la escuela?

—Ahh, bien, bien y Requeté bien, Feli sacó 10/10 de calificación, ambos son muy atentos a la clase —menciona.

— Exelente, maravilloso, no esperaba menos de Feliciano —le sonríe con orgullo—. ¿Y cuál fue la calificación de  Lovino?

En la mesa se hace un silencio sepulcral.

Antonio carraspea sin querer mencionarla.

—Ah, mi hermano es el mejor de la clase —salta Feliciano en defensa de su consanguíneo.

—ah, sí, sí, se sabe todos los conceptos —secunda Antonio.

Lovino bufa, odiando esa condescendencia.

—Saque 2/10 —confiesa el nacido en Roma ante todo pronóstico.

Feliciano deja caer sus cubiertos y Antonio le mira con los ojos abiertos. Expresiones que Lovino ignora por mirar a los ojos de Rómulo con intensidad, quien tiene el ceño fruncido y los ojos apretados.

—Lovino Vargas... —comienza el regaño.

—No. Ni empieces. Voy a pasar la materia en el extraordinario y se acabó —sentencia Lovino con un tono enfadado.

—Bien —Rómulo vuelve a su comida con cara de pocos amigos y repasando mentalmente el reñirle por ello más tarde—. Solo te recuerdo que para entrar al conservatorio la calificación mínima es de  8/10.

Lovino hace los ojos en blanco decidiendo zanjar el tema ahí.

—¿Conservatorio? ¿Cuál conservatorio? —cuestiona el español mirando a todos los presentes.

Reprobado (SpaMano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora