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Por fin ha terminado la excursión, el sil crea un hermoso reflejo naranja sobre los canales venecianos, una belleza que los alumnos retratan con las cámaras de sus móviles y que otros graban en su memoria,

Feliciano respira con fuerza el delicioso aroma de Venecia, prometiendo en su mente que volverá lo antes que pueda, corre con la velocidad habitual hasta el camión que está abordando ya a sus compañeros de clase.

En el mismo ya está el bullicio típico de la juventud, él lo ignora para acercarse a su mejor amigo con una sonrisa. Ludwig se mueve para dejarle el lugar de la ventana, que gran amistad la suya.

—Ya le comenté a Gilbert, está apartando el sitio de Lovino —da las buenas nuevas para el italiano, quien enseguida de escuchar eso le abraza con cariño.

—¡Mil gracias! —se acurruca.

Aquella  escena es vista por Lovino, quien acaba de entrar al vehículo, hace los ojos en blanco ante la incompetencia de su hermano, era súper obvio que Ludwig estaba tontamente enamorado de Feliciano, otra razón más para no querer al macho patatas, pero las gracias habría que darle.

El profesor Gilbert Beilschmidt era un maestro, un genio, una eminencia en el área de la matemática, la física y la geometría analítica, claro que esto era algo difícil de creer una vez que se le veía en una fiesta.

Soportaba mucho alcohol y le gustaba beberlo de calidad. En el karaoke era el rey, no por el buen tono de su voz, si no por lo efusivo de cada pieza, cantada con todo el corazón y emoción posibles.

No es que fuera malo en los juegos de fiesta, pero nada le gana a la emoción de escuchar a la multitud al coro de "shot, shot, shot".

Las mejores fiestas no eran tal sin Gilbert. No es por casualidad que a ély a sus mejores amigos se les apodase "The bad touch Trio", no es por nada, pero en inglés suena mas asombroso.

Asombroso.

Sí, esa es la palabra correcta para describir a Gilbert.

De hecho no era extraño que se describiese a sí mismo de esa manera en tercera persona.

Era un hombre bastante peculiar y temerario, se murmura que en sus tiempos de universidad hizo cuanta locura se haya inventado.

Guapo, sí, de una palidez digna de la muerte, nada especial al saber que es albino, quizá también es un premio de la lotería genética, pero donde la melanina abundaba era en esos ojos rojos como granates, intensos, macabros, resaltaban su cabello, tan rubio que era prácticamente blanco, además de su chistosos acento alemán.

Ese hombre esperaba, apartando dos lugares uno para él y otro para el muchacho que su hermanito le comentó que quería sentarse con él, estaba de pie, vigilando a los alumnos para que tomen asiento, pues pronto arrancaría el camión.

El castaño se para frente a él.

—Vargas —apunta con chulería al notarle.

—Profesor —saluda, sin tanto ánimo. 

—Solo en el aula, si vamos a estar sentados juntos por cuatro horas puedes llamarme el asombroso profesor Gilbert —presume.

Lovino no está realmente de humor, de hecho, milagro sería que estuviera de ánimo más de dos veces por semestre.

—Sí... Profesor Gilbert... —es interrumpido por una risa peculiar que suena parecida a un "kesesese". El albino le pone una mano en el hombro sin dejarse de reír.

—Gilbert está bien —concede—. Anda, siéntate, tengo que seguir vigilando a estos mocosos —le guiña un ojo casi en un reflejo.

"¿Por qué los profesores de matemáticas siempre son tan maldita mente atractivos?" Se cuestiona el italiano con mucho enojo mientras toma su lugar.

Reprobado (SpaMano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora