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Ciertamente, la naturaleza es infalible.

Lovino ya es un adolescente, la edad donde puedes sobrevivir todo un día de clases después de no haber dormido toda la madrugada con alcohol etílico hasta en las venas.

Pero las suaves baladas de Mecano y la apacible vista de la carretera lograr arrullar a Lovino lo suficiente para que duerma durante un cuarto del camino.

Al llegar a su destino, Antonio mira a su contrario. Era tan adorable, con sus largas pestañas resaltando por sus ojos cerrados, sus brazos cruzados, la cabeza de lado, un leve respirar.

El ibérico no tiene corazón para despertarlo. Baja del vehículo, lo rodea para abrir la puerta del lado de Lovino, quitándole el cinturón de seguridad y cargándole hasta la cabaña.

Una pequeña cabaña que se renta a los que gusten pasar un tiempo en ella, o acampar disfrutando la naturaleza, si caminan unos metros hacia cualquier dirección probablemente encuentren más cabañas iguales, vacías, pues es temporada baja.

Coloca al menor en la cama, cubriéndole con las mantas.

Lovino se acomoda inmediatamente, sonriendo en sueños al sentir cálido.

Antonio está que se muere de ternura, con esa perpetua sonrisa en sus labios. Lo deja descansar para pasar la noche en el sofá de la habitación.

Bien, Antonio es un pervertido, apasionado, sí, pero eso no es sinónimo de ser un irrespetuoso. Sabe muy bien que si Lovino no le ha invitado a su lecho, no es muy buena idea compartirlo hasta entonces.

Compartir la cama.

A pesar de estar a kilómetros de distancia, puede escuchar la risa de Francis, risa que está en su cabeza, carcajadas burlonas al ritmo de: ¡No te has acostado con él!

Suspira. Ganas le sobraban, pero el angelical rostro del italiano, aún frunciendo el ceño durante sueños le hacía pensar:  "Por este mocoso hago voto de celibato".

Cierra los ojos pensando en lo horrible que debe ser el celibato.

Con ese pensamiento se queda profundamente dormido.

Los grillos endulzan la noche con sus cánticos, el aire forestal arrulla con su sinfonía al rozar delicadamente las hojas de los árboles.

Dormir es tan hermoso, las cosas lindas duran poco, por ello es que el sueño se pasa como si fuera un parpadeo.

Lovino ha soñado con un gran tazón de salsa de tomate para una pizza exquisita. Por lo mismo despierta con su barriga exigiendo alimento.

Abre los ojos, está ante un techo desconocido. Aprieta con los puños las sábanas, no son tan suaves como las de su casa, no está en casa.

Se levanta de golpe.

Nota a Antonio al otro lado de la habitación, dormido con una sonrisa en el sofá. Respira con más calma, recordando que se ha ido con el español a quién sabe dónde.

Se deja caer en la cama, tranquilo ahora.

Gira su cabeza, la apacible figura de Antonio le nutre.

Pero hay prioridades en esta vida.

Lovino se levanta de la cama, para acercarse hasta su compañero golpeándole fuertemente en el estómago con su codo.

—¡Despierta, Bastardo!  —ordena.

Al español se le escapa el aire.

—Ah, Lovi —piensa que debe acostumbrarse a esa manera tan brusca de despertar.

Reprobado (SpaMano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora