8

778 71 28
                                    

Pero es inevitable.

Antonio está tan cómodo abrazando a su niño, casi como si fuese parte de su Naturaleza el dormir abrazado del pequeño.

Lovino por su parte está cómodo como pocas veces, soñando con la pizza perfecta y con el cuerpo calientito, esos sueños donde existe el descanso y no deseas que la mañana llegué jamás pues estás demasiado cómodo.

La hora para levantarse y llegar con tiempo a clases pasa, entre un ronquido italiano, mientras el español se le acurruca.

Caen las dulces gotas de agua que ha dejado la lluvia, el rocío se nota espléndido sobre la hierva ante el amanecer que muestra apenas sus más tiernos rayos.

La hora de levantarse para llegar a tiempo transcurre sin que los tortolos interrumpan su sueño para notarlo.

Las aves comienzan a despertar, trinando a la mañana sus melodías de amor, el sol ya no es un desconocido para la mañana pues lleva tiempo brindando su brillo al porvenir.

Los molestos rayos que se cuelan por la ventana del español, sin cortina a propósito porque es normal que se le haga tarde y así, el sol en la cara le termina por despertar.

Esta vez le toca a Lovino el beso matutino de los rayos solares.

—¡Carajo! —es lo primero que exclama al sentirse despierto.

El italiano se acurruca más sobre el ibérico, gruñendo un poco, escondiendo su rostro en el pecho ajeno para que no le toquen los rayos lastimeros del mañanero astro.

Antonio hace lo propio, sintiendo también los rayos del sol en su espalda pero sin que le importe demasiado, roncando un poco.

El celular de Lovino vibra con una llamada de su hermano, el cuál de pregunta dónde demonios está y que descaro el de él para quedarse a tirarse a Antonio. Vaya la mente pervertida de Feliciano.

Lovino no puede con el taladrante  tono de llamada y acaba por despertar.

Toma el bendito celular, sin separarse demasiado de Antonio.

—¿Qué quieres? —responde fe mal humor apenas contestar.

—Que llegues a clase —responde Feliciano acostumbrado al mal humor de su hermano.

—¿Clase? —inquiere más dormido que despierto.

—El profesor Kirkland está pasando lista así que tienes diez minutos para llegar —le explica.

Lovino se levanta, notando a un muy desnudo Antonio en el lecho que estaban compartiendo y se sonroja de muerte.

Se separa lo más que puede, levantándose de la cama con pereza.

—¡Maldición! Es tardísimo —exclama en un susurro, pero gritando.

—eso estoy diciendo —Reclama Feliciano —. Es feo pedirte esto, pero apúrate a lo que sea que estés haciendo ¿Está bien?

—No estoy haciendo nada.

—Ajá... Eso no importa, apúrate —Feliciano termina por colgar, puesto que el profesor se le acerca demasiado.

Lovino levanta la vista a la cama donde reposa Antonio. Sonríe maligno.

Antes que nada, se quita la ropa para ponerse el uniforme, que no se ha secado del todo pero no es como que tenga más opciones.

Se ducha antes, estando mucho más mojado ahora, odiándolo.

De hecho le da frío con él puesto.

Reprobado (SpaMano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora