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—Entiende que el Real Madrid no sabe jugar —Le responde el nacido en Roma al español al otro lado del teléfono, no como regaño, más como un extraño coqueteo.

El cual no pasa desapercibido, pues el ibérico se ríe de buena gana con ese comentario. Lovino sonríe también, baja las escaleras y cruza la sala de estar directo a la cocina.

—No te creo, nadie podría pensar eso —replica el español tan seguro—. Lo que pasa es que seguro tú no sabes jugar —un coqueteo más descarado no puede existir.

—¿Qué yo no sé jugar? ¡Ja! —se ríe sarcástico al momento que entra en la cocina, su hermano está ahí—. Podría ganarte un partido con una mano atada tras la espalda.

—Terrible desventaja en el balón ¡Pie! —Antonio se ríe contagiando su carcajada a Lovino.

Feliciano le mira desde donde está, con sorpresa, pues nunca había escuchado a su hermano reír de esa manera, mejor dicho, no había escuchado a su hermano reír de esa manera ¡Por alguien!

Enseguida se hace una idea de con quien está hablando.

—Ya, si no tienes algo inteligente que decir, mejor cállate —le reta el italiano que aún no nota la mirada de Feliciano, la cual es afilada, felina—. ¡No te rías, desgraciado! —él mismo se carcajea.

Feliciano hace los ojos en blanco, porque aunque no es un "cuelga tú, no, cuelga tú" es algo bastante similar y por ende, igual de ridículo.

—En ese caso —menciona el español—, si tú no tienes un  "Te quiero" que decir, mejor cállate —replica sin seriedad alguna. 

Lovino deja de respirar ante ello, retomando el aire unos instantes más tarde pero aún sin palabras.

—No voy a callarme —termina por responder, sonrojado casi totalmente, colgando al instante.

Espera, en serio espera que Antonio sea un idiota y no entienda que al "no callarse" queda implícito que claro que existe un "te quiero".

Feliciano no deja en ningún  momento su sonrisa maligna.

Lovino se voltea a mirarlo, en cuanto nota su expresión frunce el ceño.

—¿Qué? —pregunta seco, pero el rubor no se aleja de él.

—Estás enamorado —suelta sin reparo el de Venecia.

—¡No! —grita inmediatamente el mayor, con la sangre corriendo como loca a sus mejillas para teñirlas de carmín.

—Bueno, pero te gusta, eso ¡No! Me lo puedes negar — se defiende.

—sí ¡Bien! Puede que ese imbécil me resulte algo atrayente ¿Y qué? —le réplica agresivo.
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Feliciano se ríe victorioso. Una pequeña carcajada que crispa a su hermano. El menor niega con la cabeza sin abandonar su sonrisa.

—Deberían tener citas fuera de la escuela —sugiere.

Lovino voltea los ojos.

—Claro, como si fuéramos colegialas —hace mueca de asco.

—Somos colegiales —deja ver Feliciano.

—Pero él no, sería raro tener citas ¿Qué sería lo siguiente? ¿Darnos regalitos cursis?

A Feliciano se le iluminan los ojos ante tal afirmación.

—¡Sí! —replica automáticamente. Lovino pone cara de asco como pocas veces... —. No, no me veas así. Debes darle algo.

—¿Por qué? Ese bastardo no lo merece —excusas, Lovino, excusas.

—No es que lo merezca, es un lindo detalle para recordarle que estás pensando en él todo el tiempo —ha hablado el romántico.

Reprobado (SpaMano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora