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—Tranquilo, la encontraremos —consuela Lily, la hermanita de Vash.

El mayor no le respondió, ahogando las maldiciones que tiene en la punta de la lengua porque ella no se las merece.

—No me lo explico Lily... —razona —. Lo dejé en mi maleta como siempre.

Era cierto. Vash había dejado su tan valiosa cruz en su maleta.
Se quitaba la misma para entrar a clase de educación física, puesto que es algo molesto que rebote en su pecho mientras corre. Se la quitó, dejó la misma sobre su muda de ropa en su maleta.

Nadie se explica cómo es entonces que la madera en forma de cruz terminó en una alcantarilla.

Vash no sabía este dato, de hecho no había nadie que le importara más que a su hermana.

Todo el día estuvo como un histérico buscándola, hasta que se rindió dejándose caer sobre la paleta de su banca, inconsolable.

Lovino desde lejos veía esto, es correcto decir que poco le importó.

Caminaba con su hermano por la escuela rumbo al jardín.

—Sí, entonces yo le dije, oh no te atreves, y él me dijo, ajá mírame, entonces yo le dije... —relató Feliciano a su hermano mayor.

—No sabes elegir chicas —regañó su hermano deteniendo su andar justo donde comienza el patio escolar.

—Hasta que ese chico lindo que era nuestro vecino en Venecia no se presente con un anillo de compromiso lo seguiré intentando con las chicas —exclamó Feliciano, cuando sus ojos se dirigieron a la cañería —. Mira.

Le señaló a su hermano el pedazo de madera que flotaba sobre las negras aguas de la coladera.

—Ugh, se parece a las que venden como souvenir en el Vaticano.

—No, no, pero mira, parece que está rota —Hizo notar las marcas sobre la madera, Lovino puso más atención.

—Como la de Vash —mencionó.

—¿Y por qué la habrá tirado? Nunca lo he visto sin ella.

Lovino se encogió de hombros.

Ambos Vargas se disponen a continuar su camino justo cuando se les atraviesa una pequeña de rubios cabellos, ojos de malaquita, de un suave verde que recuerda al azul, grandes, que complementan su infantil faz.

—¿Estás bien? —pregunta Feliciano, con quien ha chocado.

—Sí, disculpe — rápidamente pide perdón, sonríe al levantar la mirada, ha encontrado lo que buscaba —. Oh ¿Ustedes son de la clase de Vash Zwingli?

—Feliciano Vargas al servicio de Dios —tomó la mano de la rubia para depositar en ella un beso —, y al suyo.

La menor se sonrojó al tiempo que rió apenada.

—Lovino Vargas —se presentó con igual galantería —. ¿Necesitas algo, señorita?

—Ah... Sí —su voz es muy aguda y baja—. Soy Lily Zwingli, hermana de Vash, verán, estamos buscando su... —hizo gestos con las manos—. Una cruz de madera.

—¡La vimos! —Feliciano señaló la alcantarilla—. Creímos que la había tirado.

La jovencita se entristeció, porque si bien, no es muy profundo, un metro a lo mucho, el agua donde se encontraba estaba a más de dos metros, no podría alcanzarla desde arriba. Menos su hermano que era bajito también.

Lovino suspiró pesadamente.

Se quitó el suéter del uniforme y se lo entregó a su hermano junto con su teléfono móvil.

Reprobado (SpaMano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora