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—No te incumbe si salimos, nos besamos, nos amamos, o lo que sea —sigue hablando en un tono muy alto—. Por si no te enteraste, una relación es de dos, pareja, ¡Par! - eja.

La mirada de asco del holandés no se disipa, la dirige a Antonio, buscando explicaciones.

— Gorvert... le llama dulcemente el español. Lovino le mira sin entender porqué un tono tan amable y suave.

El de Países Bajos le mira, con una evidente tristeza en los ojos, una que pasa desapercibida por su semblante serio.

—Te quiero, te amo Gorvert —pronuncia Antonio, Lovino lo mira con la boca abierta muy enojado, el rubio ni se inmuta por dicho comentario, mas, su corazón late con fuerza—. Te amo de la misma manera que amo a Bella, a Francis, a Gilbert —aclara, tomando de los hombros al italiano para alejarlo un poco y avanzar hasta el más alto—. ¿Entiendes? Te amo, pero lo nuestro no funcionaría de esa manera.

Antonio niega con la cabeza. 

—¿Cómo lo sabes? —le pregunta, desanimado, pues claramente ha entendido.

El menor de todos se cruza de brazos, enfadado por todo lo que está pasando, pero guarda silencio apretando los dientes.

—Soy demasiado tonto para ti —acepta el ibérico.

—Eso te hace lindo —Pronuncia un ruborizado Gorvert—. Insufrible, pero lindo al fin y al cabo.

El moreno ríe, tomando la mano de su jefe.

—No, sabes bien que no me aguantarías —"Y eres demasiado serio", Piensa para sí el español—. Como pareja; no funcionamos —declara.

Los ojos verdes del rubio se desvián.

Es que, no es lago fácil de aceptar, la persona que quieres te está rechazando de una manera tan amable... pero al mismo tiempo, el mocoso que más odias te está restregando la relación que tiene con él en la cara.  Frunce el ceño para el niño imbécil y suspira, con un gran pesar.

—Entiendo —acepta, con los ojos cerrados y tristeza en la voz, a pesar de lo abrumador en esa frase, Antonio sonríe, seguidamente le da un fuerte abrazo al holandés, sorprendiéndole.

Gorvert no reacciona al instante, tarda en hacerlo, ambos se abrazan, el rubio toma el abrazo como una despedida, no sin antes mirar de manera asesina al italiano, aún en el abrazo.

Cuando se separan, Antonio le dedica una gran sonrisa.

—Pero igual estás despedido —Explica el Holandés, con un tono que parece estar hablando de algo cotidiano y no de lago tan importante como un empleo.

—¿Qué cosa? —Grita Lovino, Antonio está sin palabras, tanto que no puede ni pedir explicaciones.

—Está despedido —repite, encogiéndose de hombros.

—¿Pero qué mierda? —protesta el italiano—. No puedes despedirlo así como así, loco hijo de perra.

—Claro que puedo.

—¿Por qué? —pregunta la débil voz de Antonio, viendo desde ya su bancarrota.

—Porque voy a cerrar la escuela —confiesa, mirando al los verdes ojos del español, que incluso están algo llorosos—. Pienso volver a los Países Bajos... Quizá a Luxemburgo, Vender pescado es un negocio mucho más lucrativo ¿sabes?

Los rostros de asombro en los latinos es épica.

—Deberías sentirte afortunado, eres la última generación del instituto —le explica con tono severo, de dignidad inflada.

Reprobado (SpaMano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora