Con cigarrillo en boca y a un paso firme pero indeciso, en medio de la noche con el resplandor de faroles y fosforescentes anuncios a su alrededor, era como se encontraba aquel conocido como "el rey del clan Rojo".
Su mente se mantenía sumergida en la imagen de aquella chica que conoció en su juventud. Tan dulce que con solo verla de lejos podías sentir su radiante forma de ser golpear tus sentidos.
El solo la miraba, siempre de lejos, no había momento en que la dejase sola, era un maldito acosador. Así es como el se nombró, pero era para protegerla.
Proteger que nadie la lastimara... y proteger lo que era de él.
Lo sabía, sabía que el empezaba a desarrollar una obsesión por aquella chica que con el paso del tiempo paso a verse afectada por sus constantes asechos. Falta de sueño y hambre junto a una gran paranoia.
Le dolió, y mucho, pero al saber que te irías del país decidió no hacer nada, dejarte vivir una vida tranquila aunque en su mente hubiese preferido atarte y esconderte en un lugar en el que solo él podría encontrarte.
Para apreciar, tocar y marcar de mil maneras aquello que codicia y que retorcidamente cree es de su pertenencia.
Por el mismo camino pero de direcciones opuestas y a la misma hora. Uno con ojos cerrados y la otra con su teléfono apunto de mandar un mensaje. Estaba, porque el choque accidental entre ellos los distrajo de lo suyo.
