Capítulo 24

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Se detuvo frente a la puerta de la cabaña. El corazón le latía desbocado y su respiración se encontraba agitada. Ya no sentía el mismo coraje que la había llevado hasta allí y los nervios comenzaron a apoderarse de ella. Por algún motivo que desconocía, él no había querido compartir esa parte de su vida con ella y no estaba segura de cómo actuar ante eso. Era consciente de que no tenía por qué contárselo, pero no podía evitar sentirse decepcionada de que no hubiese querido hacerlo. Le hubiese gustado que confiara en ella del mismo modo en el que ella había confiado en él desde un principio.

Con su mano alrededor del picaporte, estaba dispuesta a abrir la puerta cuando la duda la invadió de repente. A juzgar por el modo en el que Leonardo se había alejado antes, parecía que deseara estar solo. Tal vez no quería estar con ella esa noche y si ese era el caso, lo mejor que podía hacer era respetar su decisión. Pensó en ir a hablar con los dueños del complejo para pedirles otra habitación, pero la sola idea le parecía de lo más absurda. ¿Para qué le había pedido que lo acompañase a ese viaje si no iba a compartir con ella lo que fuese que lo pusiera tan mal? No sabía qué hacer y una vez más, odió ser tan insegura. Su amiga, en su lugar, ya hubiese entrado y estaría pidiéndole una explicación por su comportamiento.

Se tomó unos segundos más para serenarse, inspiró profundo y asintiendo para sí misma, finalmente abrió la puerta. Se adentró en aquella pequeña cabaña en penumbras, iluminada apenas por la luz que provenía de la habitación. A paso lento, avanzó hacia la misma y se detuvo en el umbral de la puerta. Leonardo estaba sentado en el borde de la cama con los codos apoyados sobre sus rodillas y sus manos entrelazadas. Notó de inmediato la tensión en los músculos de sus brazos y algo en su interior se removió al verlo. Ya lo había visto nervioso y asustado la vez que fue a buscarla al colegio cuando su ex se había aparecido allí y la había amenazado, pero ni siquiera en ese momento se había mostrado tan... ¿vulnerable? Sí, esa era la palabra, vulnerable.

Como si hubiese sido capaz de sentir su presencia, lo vio girar la cabeza hacia ella permitiéndole ver la angustia que había en sus ojos. ¡Por Dios, ¿qué le había pasado a esa chica para que le afectase tanto el solo hecho de escuchar hablar de ella?! Sintió una opresión en el pecho y su estómago dio un vuelco al verlo en ese estado. De repente, se encontró a sí misma conteniendo el fuerte impulso que la invadió de correr hacia él y abrazarlo. No se animaba a hacerlo. No sabía cómo reaccionaría. Y por primera vez desde que lo había conocido, temió que la rechazara.

Leonardo advirtió la preocupación en su rostro y se lamentó por no haber sido capaz de controlar sus emociones. Antes de realizar ese viaje, se había imaginado que lidiar con los recuerdos no iba a ser fácil, pero estaba seguro de que podría manejarlo. Ahora se daba cuenta de que se había equivocado ya que, ante la primera mención de su nombre, todo en su interior se desmoronó en una fracción de segundo haciéndolo revivir, una vez más, la desesperación y el dolor que sintió en otro tiempo. Al parecer, nada de lo que había hecho a lo largo de los años para seguir adelante y dejar atrás el odio y el resentimiento había servido.

Por todo eso y la sorpresa que le había causado su propia reacción, había optado por alejarse. Lo que menos quería era que Micaela conociese ese lado de él, esa oscuridad que aún vivía latente en su corazón y que, por lo visto, no lo abandonaría jamás. Ahora que la tenía de nuevo frente a él, no podía estar más arrepentido. Podía ver la duda en su mirada y se maldijo a sí mismo por eso. Sin apartar los ojos de los de ella, se puso de pie y caminó en su dirección. Al llegar a su lado, la tomó de las manos. Notó de inmediato el leve temblor en las mismas.

—Siento haberme ido así —declaró, avergonzado—. Este viaje es difícil para mí. No había vuelto desde el accidente de mis padres y el estar acá remueve una parte de mi pasado que siempre quise olvidar. Sin embargo, no tendría que haber reaccionado de esa manera.

Su mayor deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora