Capítulo 32

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Habían pasado dos semanas desde que habían regresado de aquel viaje que tantas emociones había generado en ellos —tanto negativas, como positivas—. No había noche en la que Valeria y Sofia no hablaran por teléfono, llegando, incluso, a estar más de una hora al habla. Era extraño lo que le pasaba con ella. Nunca se había sentido tan bien y tan cómoda con otra amiga que no fuese Micaela y, aunque sabía que jamás estarían al mismo nivel, había llegado a quererla mucho.

Maximiliano, por su parte, estaba muy ocupado entre los asuntos del gimnasio y las reuniones que mantenía seguido con su hermano para tratar el tema de las modificaciones que harían en el complejo de cabañas antes de su reinauguración. Apenas lo veía algunas noches cuando, luego de sus largas y agotadoras horas en el hospital, podían combinar para verse en su casa. Extrañaba la sensación de tenerlo cerca, de cruzárselo todo el tiempo, aunque cada uno estuviese ocupado en lo suyo. Añoraba la vida que habían estado llevando durante esas semanas en las cabañas del lago.

No sabía con exactitud qué era lo que la angustiaba, pero de pronto, se sentía desganada. Sus días se limitaban a trabajar, comer y dormir —al menos, las veces en las que no podía coordinar con su novio o con su amiga para verse, aunque fuese un rato—. Nunca antes eso le había molestado. El hospital siempre había sido como una segunda casa para ella y sus pacientes, la razón por la que se levantaba todas las mañanas. No obstante, ya no sentía que eso la llenase.

Esa noche, había quedado con Maximiliano para ir al cine y luego a cenar fuera. Como después se quedaría en la casa de él, se había llevado la ropa y los zapatos que usaría en un bolso para cambiarse en el hospital antes de salir. Debía pasar a buscarlo por el gimnasio y eso la ponía un poco nerviosa. Sabía que Ignacio estaría allí y si bien los amigos habían hecho las paces nada más regresar, ella no había vuelto a verlo desde lo de la prueba de embarazo.

Cuando por fin su turno terminó —más tarde de lo debido como era habitual—, se dirigió al vestuario para darse una rápida ducha. Estaba retrasada y no quería que él la regañara. Sabía lo pesado que se ponía cuando creía que se estaba exigiendo demasiado y no deseaba recibir otro sermón esa noche. Tras ponerse el vestido nuevo que había comprado especialmente para la ocasión, se maquilló sutilmente y se alisó el cabello. Quería estar linda para él. A continuación, tomó su bolso y se marchó en dirección a su auto.

Maximiliano miró el reloj y con una sonrisa, negó con su cabeza; estaba retrasada

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Maximiliano miró el reloj y con una sonrisa, negó con su cabeza; estaba retrasada. Aprovechando los minutos extras, decidió volver a revisar las finanzas. El negocio iba cada vez mejor y las ganancias comenzaban a ser en verdad significativas. Eso, sin duda, lo tranquilizaba. Se había arriesgado al abrir una nueva sucursal, pero con el tiempo, la misma comenzaba a dar frutos. Sin embargo, ya no le generaba la misma emoción que antes.

Se daba cuenta de que sus anhelos habían cambiado y lo único que en verdad deseaba era que el tiempo se acelerase para poder comenzar de una vez por todas con las obras en las cabañas. No obstante, tenía que esperar a que el centro comercial que su hermano había diseñado, terminara de construirse para poder embarcarse de lleno en el nuevo proyecto y para eso, faltaban unos cuantos meses.

Su mayor deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora