Capítulo 18

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Bajamos al salón para la cena, está todo precioso, y tiene una pinta fantástica - bueno, ¿qué estudias Caroline? - me pregunta Rachel - pues estoy en la carrera de magisterio, me encantaría ser profesora de niños de preescolar - les digo Ilusionada - ah, eso está muy bien, ¿tienes hermanos o sobrinos para que te guste o...?- inquiete la madre de Joseph - pues, la verdad desde pequeña me encantan los niños pequeños, pero si, tengo un hermano chico de quince años y tres sobrinos - le contesto a la pregunta - y, bueno, ¿cómo os conocisteis? - me pregunta el padre de Joseph pero logro que no se note demasiado que casi me atraganto - pues fue en el apartamento, más bien la convivencia, teníamos gustos similares y, no sé, surgió - y los padres de Joseph nos miran - ¿y, de qué trabajan ustedes? - y se ríen - puedes tutearnos, cielo, tranquila, pues yo soy enfermera, y Paul es abogado — escucho atentamente, todo, como se conocieron, cómo se casaron...
Llega el postre y veo que hay un piano en el salón, es negó, y además enorme, cabe perfectamente, al tener solo televisión, mesas y sillas. Me siento y empiezo a tocar una tecla, y está la madre de Joseph viéndome — puedes tocar si quieres y si sabes — me dice, dándome permiso, y de repente se me viene a la mente una melodía y empiezo a tocarla, sin darme cuanta veo que está Joseph viéndome, apollado en el marcó de la puerta — piensas quedarte ahí, mirándome embobado — lo miro y me sonríe — si, si creo que lo haré — y sonrío — ¿la tocamos? — y empezamos a tocar los dos, nos coordinamos y no paramos de tocarla, llevaremos así como media hora minutos tocándola infinidad de veces, porque es que estando con él el tiempo no se detiene, pero la gente sí, y están Rachel, Paul y Amelia con el que creo que es su marido mirándonos y decidimos que ya vamos a detenernos.
Nos levantamos y los demás hacen lo mismo, empieza a darme un beso Amelia y su marido — Car, este es mi esposo, Richard — encantada, — le digo — es un placer Car — y me da dos besos — ay, dios — dice Amelia, y veo que está mojada por las piernas — has roto bolsa  — le digo a Amelia — he roto bolsa — me dice — vale, tranquilidad todo el mundo — dice alterado Ric — cariño, pero si aquí el único que está nervioso eres tú — le dice Amelia a su esposo, y le da un beso, mientras que Joseph y yo la ayudamos.
Vamos en el coche de Paul, pero no puede aguantar más y vemos que tiene que dar a luz en el coche — no voy a parir en el coche ni loca — le dice Amelia a Ric — yo sé un poco, mi tía es matrona y — y todos me miran — no me lo habías dicho — me dice Joseph — bueno, esperaba al veinticinco para decírtelo — le digo. Le digo a Amelia que empuje y da a luz una niña — ¿cómo la vas a llamar? — le pregunta Ric — ¿no sabíais que iba a ser una niña? — pregunta Joseph confuso — pues nos íbamos a esperar la verdad — nos responden Ric y Amelia — Pues le voy a poner Caroline Elisabeth — y se emociona Joseph — como ella — y llora — ¿quién? — pregunto confusa — pues mi madre tuvo una hija, la primera, pero tuvo un accidente y murió — no pueden evitar emocionarse y cogerse de la mano estos dos hermanos que se quieren con locura.
Llegamos a la casa y nos tiramos a la cama, destrozados de tanto día movidito. A la mñana siguiente me despierta Joseph — ¿salimos a correr? — me dice — no traigo nada de deporte — le digo y me enseña ropa deportiva — feliz navidad — me enseña el regalo — es que quería dártelo por la noche, pero me apetecía salir a correr y también me apetecía — me dice, y le doy un beso. Salimos a correr por el centro de Londres y me enseña toda la ciudad, decidimos desayunar tortitas y zumos de naranja en una cafetería y volvemos a casa, más tarde nos pasamos por la habitación de Amelia a ver cómo están los tres.
Llegan las 6:00p.m., y me dispongo a ducharme para la cena, y después de mi Joseph se mete en la ducha, — necesito ayuda — le digo a Joseph para que me ayude a subirme la cremallera del vestido — no — me dice Joseph, y me giro sonriendo — ¿cómo dices?¿Qué baje así con tus padres y tu hermana? — y asiente — anda, súbemela — se acerca y empieza a subírmela poco a poco, puedo notar cómo sigue con la mirada la cremallera, me giro — podrían vernos — y cierra la puerta — podrían entrar — retrocede y echa el pestillo — podrían oírnos — me giro y me susurra — eso ya va a ser más difícil — se acerca más y me besa, me coge, me sube a la mesa y me abre las piernas — espera, la cremallera — le digo a Joseph, me mira me baja la cremallera a toda velocidad pero bien, me baja las bragas y está listo para penetrarme, lo agarro del cuello y se empieza a mover la mesa, los libros se caen y la lámpara, miramos la hora y quedan casi quince minutos, así que le digo a Joseph que pare, que tenemos que bajar y para, pero no quiero, porque me he quedado con ganas, pero no le doy importancia, de momento.
Bajamos, y cenamos: hay pavo, paté, marisco, varias tartas, de chocolate, de queso... Terminamos hablando de la infancia de cada uno, de cómo se conocieron Amelia y Ric, cómo se enteraron de que ella estaba embarazada, de la carrera de cómo nos va a cada uno...
Son las cuatro de la mañana y tenemos que coger el avión para irnos a Madrid, les damos las gracias a todos y kes prometemos volver a verlos. Cuando llegamos a que revisen  los billetes nos mira la chica extrañada — es que acabamos de venir de cenar y — y la chica nos sonríe, como si nos entendiera, nos montamos en el asiento y en cuanto que ya estamos en el aire, la cabeza de Joseph y la mía se juntan y no podemos evitar dormirnos enseguida.

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