Capítulo 23

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Joseph se ha quedado dormido, voy haciendo la maleta. Nos vamos mañana a las doce de la mañana, así que hay que dejarlo todo organizado, como no.
Acabo tardísimo, así que me apoyo en Joseph y me duermo, oigo una voz que me llama y que es él que me dice que ya es hora de irse, nos vestimos, cogemos las maletas y nos despedimos de todos.
Llegamos al aeropuerto y veo que al parecer hay retraso, vamos avanzando y resulta que veo a alguien que se acerca a mi, y es Harry, me coge del cuello — voy a terminar lo que se me quedo pendiente, grito, nadie me oye, nadie, y veo que Joseph me busca, pero no me encuentra — no, no, suéltame, suéltame — me encuentro con sudores — ¡¡Car, despierta!! — oigo la voz de Joseph, lo veo, y le abrazo dándole un beso — Car, ¿qué está pasando aquí? - me dice mi madre, y no tengo más remedio que contárselo — os dejaré para que habléis — me dice Joseph, agarrandome la mejilla — gracias — le dice mi madre a Joseph.
— como no me lo contaste antes - me dice mi madre comprensiva — la verdad, no es llegar aquí y decir, '' eh familia, el profesor me ha intentado violar, ¿cómo estáis? ''— le digo a mi madre en tono sarcástico — tienes razón, perdona. ¿Te ha pasado otra vez, las pesadillas? — me pregunta mi madre — al principio si pero ya pararon y no me volvieron a dar más — le digo, y me abraza, se tumba conmigo y duermo con ella. Cuando me despierto, veo que hay una nota que dice que se ha ido a andar, y que Joseph está en la habitación, en la cinta de correr. Me pongo la bata y voy a verle, está boxeando, lleva un chándal de pantalones cortos, y sin camiseta, puedo verle la espalda sudorosa, lleva bastante aquí, haciendo ejercicio, me apoyo en el marco de la puerta y me muerdo el dedo, se para y me ve reflejada en el espejo, me ha pillado, — vaya, si que tienes fuerza — le digo, — y me besa, -si, la verdad es que yo tampoco he pasado una buena noche - me confiesa — ¿dónde has dormido? — le pregunto — en el cuarto de tu hermano — me dice, y alcanza la botella de agua, pero se le derrama un poco en mi, y sé que lo ha hecho a propósito — eso ha sido sin querer — me dice — claro, seguro — le digo, en tono sarcástico. Me desabrocha la bata y ve que llevo su camiseta — esta camiseta es mía — me dice, pegando su nariz a la mía — pues no pienso devolvértela, para que lo sepas — le digo a Joseph — ni lo pretendía — me dice, pero ahora caigo en una cosa - el vuelo, sale a las once y son las nueve - le digo a Joseph alterada — lo ha cancelado, para mañana sale otro — y me calmo.
Me besa, con tanta fuerza que me pega a la pared, le clavo las uñas, con mucha fuerza, le desabrocho el lazo del pantalón, lo agarro del cuello, besándolo también, cojo fuerza y me subo a él, y noto que se la caído el pantalón y venía en plan comando — es que he venido — lo paro, besándolo  más — no importa, calla. Hemos estado casi desde que vinimos a mi casa sin estar, literalmente, los dos solos, y tú y yo sabemos que nos necesitamos, juntos. Porque es que, hace demasiado, han sido pocos, pero es que sin ti, es demasiado todo: tiempo, compañía, todo, es demasiado, y eso es lo que queremos — me aprieto más contra él, estamos sudorosos del boxeo, y noto que esta a punto de explotar como no sea ya, así que no perdemos más el tiempo, me baja las bragas, me mete dos dedos, sabe que ya estoy mojada, pero sé que le gusta que me meta los dedos en mi, y no puedo evitar contraer los puos, seguido de las piernas, de apretar tanto de las ganas, me las baja enteras, me pone la rodillas para que se pare las piernas, y  me penetra. Hace mucho que no lo sentía, y es un gozo, un orgasmo, él se va a correr, y yo voy a llegar al clímax, y escucho unas palabras que nunca han salido de su boca — nadie es como yo: nadie te hará sentir como yo, nadie te lo hará como yo, y no puedo evitar gemir, me mira, y yo hago lo mismo, diciéndome que lo miro, y ambos nos miramos, me dice que me quiere con locura, que conmigo ya es demasiado, que no necesita nada más, yo le digo lo mismo, y eso hace se corra, cuando vamos a terminar, me muerde la barbilla, le agarro el culo y de repente una última vez, y ya si que acabamos los dos. Él rueda hasta ponerse al lado mía, y me besa el cuello — ¿estás bien? — me pregunta, giro el cuello y lo beso con fuerza, me encanta que siempre me pregunte si estoy bien — son las ocho de la mañana, tendríamos que subir — me dice Joseph, pero lo miro con pena, de que estoy muy a gusto aquí, con él — venga, no me pongas esa cara que no va a funcionar — me dice Joseph, subiéndose los pantalones, me ve en el espejo y nota que me da coraje — venga, arriba, vamos — dice, pero me niego, riéndome, así que hace una locura que no creía que fuera a hacer: me coge como un saco de patatas, solo llevo la camiseta, coge las bragas y la bata, sigue por el pasillo y nos encontramos a mi madre — Phoebe —  la saluda, aguantándose la risa — hola — mi madre lo saluda algo confundida, me mira mi madre con las cejas levantadas, y pongo los brazos de forma sin saber qué hace esta persona que me lleva en brazos — que vergüenza — digo gritando y riéndome  — si me hubieras hecho caso... No habría pasado esto — me dice Joseph, pero de repente me suelta en la cama, y saca unas esposas, y no puedo evitar abrir tanto los ojos, como si se me fueran a salir los ojos de las córneas y las pupilas dilatadas.

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