Capítulo 10

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Me he probado un mono corto negro con una cremallera delantera para ponerlo en la lavadora porque le había caído una mancha de salsa de carne. En ese momento ha entrado Joseph para ver cuánto me quedaba — oye, ¿estás? Joder...¡guau! Estás preciosa — me dice sin aliento y no puedo evitar sonrojarme y sonreír — ¿de verdad? Porque estaba pensando en dárselo a mi hermana — le digo — porque se lo vas a dar — porque no me favorece mucho, ¿no? — pues estas tremenda — me vuelve a decir, afirmandolo aún más — me alegra, porque, me lo iba a quedar, era para saber tu opinión, pero me la has dejado clara. Y ¿Piensas quedarte ahí, mirándome embobado? — le digo y se queda pasmado — si, si eso haré —

Estoy lista. Estamos listos, — decido que lo estoy — ¿quieres hacerlo? — me pregunta una vez más — si, no lo pienses más, vamos — digo — está bien, tranquila — me susurra a la oreja.
Me quita el tacon rojo del pie y lo tira, acto seguido me baja las medias de encaje negro, poco a poco, de una pierna a otra, lentamente, después me pone de pie y me baja la cremallera del mono, y al mismo tiempo él baja y lentamente se me queda al descubierto el sujetador lencero de encaje negro y las bragas a juego. Da la vuelta y me contempla, pero sobre todo se fija en cómo la fila tela del sujetado cubre parte de mis senos — Eres preciosa — me dice, me sonrojo y me besa el cuello. Se vuelve a girar hacia la espalda y va bajando hasta la zona del broche del sujetador, me lo sujeta mientras que las yemas de sus dedos van tocando y bajando por los brazos a la velocidad del tirante. Nos tumbamos y noto cómo son sus besos, está impaciente, como yo, como los dos. Me quita la coleta y se me queda el pelo suelto con mis rizos naturales, algo que él parece haberse percatado — estas increíble, como siempre, pero hoy... Hoy estás tan... — y lo beso con más fuerza, y parece que él lo nota. Se quita la camiseta y puedo ver los tatuajes que tiene en el costado. Noto como se le va a salir la erección del pantalón, arqueo la espalda para que me pueda rodear con los brazos — ¿qué quieres hacer? — pregunta nervioso — Pues no sé. No sé nada Joseph, soy aprendiz — y él no puede evitar sonreír — doy un pequeño rebote cuando, con su rodilla me  separa las piernas. Entonces empieza a bajar desde mi cuello por todo mi cuerpo, besándome: noto cada movimiento y todo se vuelve más fuerte, más intenso y no puedo evitar soltar un gemido — estás muy mojada. Eso está bien, será más fácil, para los dos — dice, besándome, y no evito levantarme para llegar a él y besarlo, algo que hace que nos tumbemos a la vez — te quiero, y ahora mucho más, espero que lo sepas — y es algo inesperado. Noto sus dedos bajando y van en dirección hacia adentro y fuera, y doy un quejido cuando los aparta, entonces encarna una ceja y se ríe, algo que me contagia, soy yo ahora la que baja las manos para quitarle el cinturón, seguido del botón y la bragueta, y me sorprendo de verlo y notarla tan dura, algo de lo que se percata — tranquila, todo va air bien — me calma. Enrrolla los dedos en el filo de mis bragas y me las baja, y yo hago lo mismo con su bóxer, las piernas me tiemplan, y me besa, tengo las manos agarrándole la cara, no nos hace falta nada para hablar, nos miramos a la cara, a los ojos, me agarro a las sábanas y él entrelaza los dedos a los míos.
— Joseph... voy a... — pero me es imposible decir algo ante tal sensación.
— Dilo. Di lo mucho que te está gustando — me dice, con el aliento casi cortado y sin poder pronunciar palabra. A cada exhalación que hago él aprovecha para besarme, los pies no me aguantan y mi pecho sube y baja, de forma excesiva y rápida, le agarro su erección, se la acaricio y cierra los ojos. Nuestro instinto es el que está al mando — como lo hagas de nuevo, me corro — dice, y de repente coge un pequeño envoltorio de la mesilla, <<Allá vamos>> — ¿y ahora qué? — pregunto con ironía — me dice — ¿me quieres? — asiento — ¿me tienes ganas?¿Tienes ganas? — y vuelvo a asentir — Sigues mojada, eso lo hará más fácil, como ya te lo dije — y no puedo esperar — tranquila, hay que ir despacio. Te dolerá, si quieres o si necesitas que pare, solo dímelo, ¿de acuerdo? —  y asiento. Noto la textura del condon: es muy entraña, al principio, intenta metermela, y suelto un jadeo — ¿quieres que pare? — No, sigue despacio — le digo y él asiente. Siento que está tocando cada nervio de mi cuerpo, que todo se magnifica — Dios...— gritamos los dos a la vez, y me tapo la boca para no evitar reírme, pero es inútil, ya que el también suena una risilla—. Lo quiero, no tengo duda, nunca creería que llegaría a sentir esta conexión con nadie. Ahora ya no somos el y yo, ahora mismo somos nosotros, y es algo tan mágico y tan especial...
— Lo estás haciendo muy bien, voy a correrme, ¿te parece o..?— y le digo que si. Me sigue siendo incómodo, pero ya no tanto.
— Te quiero, te quiero más que a mi vida — le digo, asiente y me besa. Su pecho deja de subir, como el mío, suelta un suspiro y rueda en dirección al otro lado de la cama, el que está vacío, parece que está agotado, y lo ha sido. Hemos estado toda la noche, vaya, la mejor noche de mi vida. No me puedo mover, no porque no pueda, sino, porque aún me siento incómoda y me da miedo levantarme por si acaso. Los dos estamos tumbados, mirando al techo, pensando en cómo ha sido esto y en cómo nos ha cambiado radicalmente. Esta noche ha sido sin duda, para recordarla, siempre.

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