Leo
—amor, mi madre tiene un viaje de negocios super importante y todavía no tiene fecha de regreso, así que estaré viviendo con mi tío unos días, pero me siento muuuy solito. — me miró haciendo un tierno puchero a la vez que me abrazaba. — me acompañas y vemos películas?. - sonrió.
—claro amor, hoy no tengo nada que hacer, y que mejor que pasarla con el chico que tanto quiero. - le sonreí dejando un pequeño beso en la nariz.
«los besos en la nariz no son para cualquiera»
—perfecto, podemos comer algo, o solo hacer palomitas, ¿te parece?
—me encanta la idea. - le sonreí y me besó.
[...]
Estando en mi casa, descansando un rato, recibí una llamada, mi jefe.
—Leo, esto es importante, hemos recibido quejas de varios de tus clientes frecuentes.
—¿qu... Qué clase de quejas, señor?
—Quejas acerca de... De tu peso.
—¿de mi peso?
—si, varios de ellos creen que has, bueno, engordado...
—¿qué?
—es mejor que comiences a hacer alguna dieta Leo, sabes que te quiero, pero si no alcanzas tu peso, bueno... Me veré en la necesitad de despedirte.
—y... Yo... Entiendo, señor, gracias por informarmelo.
—por nada Leo, nos vemos.
Colgué.
¿Mi peso? Pero si ya era bastante delgado, demasiado a decir verdad.
—¿qué hago?
[...]
Horas después ya me encontraba con Jeisen en la casa de su tío, era bastante grande y lujosa.
—sientate en el sillón, iré a buscar algunas almohadas y cobijas.
—¿no quieres que te ayude?. - pregunté con una sonrisa.
—tranquilo cariño, puedo solo. - besó mis labios y subió las escaleras.
Cuando lo vi desaparecer, escuché la puerta principal abrirse y cerrarse, no me volteé, pero escuché pasos dirigiendose a la sala.
—Max?
Abrí los ojos enormemente y me di la vuelta levantandome del sillón.
—Da... Darius?
—¿qué rayos haces aquí? ¿Cómo entraste?
—tío! Veo que ya conociste a Leo.
Jeisen bajó con dos cobijas, las dejó en el sillón y se dirigió hacia nosotros abrazandome por la espalda.
El rostro del imponente hombre se mostraba deformado por la impresión y la confusión.
—Leo, el es mi tío Darius, tío el es Leo, mi lindo novio. - dejó un beso en mi mejilla y me soltó para que saludara al hombre.
Con todo mi cuerpo temblando extendí mi mano esperando a que el la tomara, y mirandome con el ceño fruncido la tomó.
—mucho gusto, señor. - dije bajito.
—i... Igual, niño.
La manera en que lo dijo me hizo sentir un escalofrío por todo el cuerpo.
