Capítulo 32

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El viento poco a poco descendía desde el cielo dejando que aquel gran tornado se disipaba mostrando a Yachiru al centro de ese gran cráter donde el suelo había sido removido por el poderoso viento que la bella pelirrosa evocó con su cosmo solo porque aquella sirena sí que la hizo enojar al grado de que atacó fuera de sí porque claro alardeo sobre seducir al Uzumaki que se suponía era el novio de la chica, los brazos de Yachiru cayeron pesados a sus costados mientras los restos del coral se podía ver en su cuerpo perforando su armadura al tiempo que por la mente de Yachiru pasaba el momento en el que mientras giraba el viento evocando ese gran tornado durante el cual los restos de coral volaban por el aire directo a ella e impulsados por su propio ataque se hundieron en ella justo en las uniones de su armadura, Yachiru solo pudo esbozar una sonrisa ante su situación actual antes de ver como Nami caía al suelo inerte y con su armadura repleta de tajos mientras un buen trozo de su peto ya no estaba presente mostrando como el collar que tanto presumió salió volando del interior de esa armadura quedando justo frente a la pelirrosa que dando un par de pasos avanzaba hasta el iniciándose para tomarlo con un gesto de dolor en su cara que fue adornada por una sonrisa cuándo lo recuperó abriéndolo para ver la foto antes de casi caer al suelo siendo sujetada por una gentiles manos

-kasan... viste todo... la derrote- sonrió con cansancio al tiempo que Unohana le sonreía tras ver la pelea de su hija que sin duda era digna hija de su padre con semejante violencia al perder los estribos

-claro que lo vi todo Yachiru_chan fue una gran batalla hija sin duda eres una poderosa amazona y estoy muy orgullosa de ti ahora busquemos algo de ayuda médica si- comento la bella mujer mientras comenzaba a caminar con su hija alejándose de la zona de la enorme batalla

-(me...me venció... como rayos me venció)- era todo lo que la sirena derrotada podía pensar al tiempo que veía de reojo como se alejaba la pelirrosa ayudada por esa mujer de cabello negro que solo la miró de reojo con una ligera sonrisa en su cara

Al tiempo que Yachiru avanzaba ayudada por su madre en la casa de Capricornio Leona yacía en el suelo aun con ese fuerte dolor en sus oídos que sangraban mientras todo a su alrededor todo daba vueltas al tiempo que su cuerpo entero dolía con fuerza de cada uno de sus nervios presa del ataque que recibió de Juvia quien en ese momento estaba tirada justo frente a ella con su armadura partida justo del torso de donde algo de sangre salía al tiempo que su respiración poco a poco se alentaba presa de la herida que recibió de la poderosa espada que la amazona de la décima casa que si bien ganó recibió mucho daño de manos o mejor dicho de la flauta de la sirena alada que con su caída dejaba ahora solo al dragón de mar que en ese momento estaba cara a cara con aquel hombre que enfundado en su armadura plateada le miraba con una sonrisa ansiosa mientras sostenía el protector de su cabeza en su mano izquierda

-un caballero plateado? Esto es todo lo que le queda a este santuario solo tú no me detendrás- comentó el último de los generales marinos con una sonrisa un poco arrogante mientras el solo lo miraba con atención

-se dice que el general del dragón marino es el más poderoso de los siete... y eso... ME EMOCIONA MUCHO! - grito con fuerza mientras su cosmo se volvía brillante y amenazador tiñendo el aire a su alrededor de un tono siniestro.

El general solo abrió enormes sus ojos al sentir el golpe en su estómago que lo alzo del suelo solo para recibir un codazo brutal en su rostro que lo hizo volar por el aire hasta golpear una columna rota que solo se despedazo bajo el impacto del hombre que le atravesó como si fuera de mantequilla, poco a poco el general se alzaba despacio sobándose la zona golpeada al tiempo que miraba a ese caballero -quien rayos eres tu ningún caballero plateado puede moverse o golpear tan fuerte- comento el hombre golpeado al tiempo que daba un par de pasos hasta alejarse un poco de los escombros que aun se sacudía de sus hombreras pero la sonrisa de ese hombre seguía siendo tan grande y ancha que resultaba bastante perturbadora -yo soy Kenpachi de Orión y seré tu verdugo jajajajaja- las carcajadas de Kenpachi resonaron con fuerza en el santuario al tiempo que los que la oían solo podían sentir escalofríos porque sabían a quien pertenecía y claramente el que estuviera frente a él estaba en un buen embrollo

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