Camino por un callejón que no tiene fin. La oscuridad gobierna el lugar y no hay ruido alguno que interrumpa el silencio ensordecedor. Siento un peso en mi espalda, y la poca luz que hay crea una sombra en la que puedo ver un par de alas salir por debajo de mis hombros. Veo un reflejo, una luz. Una mujer al final del callejón parada sosteniendo un gran cuchillo; no tiene expresión alguna, no muestra ninguna emoción. Sigo caminando hasta estar frente a la desconocida; la miro en silencio durante unos segundos. Los músculos de su rostro parecen moverse creando una sonrisa llena de soberbia; su brazo se mueve alzando lentamente el cuchillo. Se dirige hacia mí; quiero correr, pero no puedo. Se para detrás de mí y al instante siento un intenso dolor en lo que creo que son mis alas. Veo sangre recorrer el suelo, y de un momento a otro, caigo sobre este quedando inconsciente.
Siento el sudor recorrer mi espalda y mi respiración está agitada. Otra vez tuve el mismo sueño; desde que perdí la memoria, una mujer mayor y de apariencia deteriorada se aparece en mis sueños cada tanto. Siempre pasa lo mismo; estoy solo caminando, ella aparece y corta mis alas. Aún sin poder tranquilizar mi respiración, veo a Hank entrar a mi habitación.
—Hey. Te quedaste dormido; recuerda que hoy tenemos la cena con Marissa y Allen —nota que estoy agitado y la expresión de su rostro cambia.— ¿Estás bien?, ¿tuviste una pesadilla?.
—Sí, tuve el mismo sueño de siempre. Papá, ¿estás seguro de que no viste como me cortaron las alas?, ¿no viste a una mujer como te la describo antes de que tuviera el accidente? —cuestiono ya agobiado de toda la situación y de no ser capaz de recordar lo que sucedió.
—Noah, ya te lo he dicho muchas veces. No, no he visto a ninguna mujer con las características que me dices, y no, no estuve presente cuando te quitaron las alas. Esa vez que toqué tus cicatrices no alcancé a ver mucho; sí, vi a una mujer, pero no vi su rostro ni nada como para hacerte una descripción.
—Disculpa, papá. Sé que ya te tengo cansado con las mismas preguntas siempre, pero me molesta un montón no poder recordar nada; no saber por qué me arrebataron mis alas. No puedo quedarme de brazos cruzados.
—Lo sé, pero lo mejor es que no le des más vueltas al asunto. Algún día serás capaz de recuperar cada recuerdo perdido y podrás saber quién y por qué te cortaron las alas —dijo con seguridad, lo suficiente para ser convincente—. Ahora, vístete. Dentro de poco nos vamos.
Hago lo que me dice; me pongo lo más elegante que encuentro entre mi ropa y arreglo mi cabello rizado. Es mejor recibir noticias un tanto molestas cuando estás bien vestido.
Mientras espero en la sala a que Hank y Marissa bajen, escucho música salir del cuarto de Allen; realmente no se despega de ese piano, parece saber de memoria cada canción y pieza clásica habidas y por haber. Cuesta admitirlo, pero es muy bueno.
Después de varios minutos, todos bajan a la sala y se disponen a salir. El viaje en auto fue relativamente corto; mi padre y Marissa pasaron todo el camino hablando mientras que Allen y yo en la parte trasera solo dejábamos crecer el silencio. Ninguno parece querer iniciar la más mínima interacción, pero está bien, me siento cómodo con eso.
Al llegar al restaurante, todo siguió igual. La pareja no parecía quedarse sin temas para conversar, y yo no parecía encontrar un motivo para hablar con Allen; la comida estaba muy deliciosa como para pensar en otra cosa. Una vez terminado el postre, mi padre decide hacer el anuncio; se paró de su asiento y se puso de rodillas, sacó una pequeña caja negra de su bolsillo y prosiguió a proponerle matrimonio a la que él consideraba la mujer de su vida. No hay nada más por decir; Marissa sin dudarlo un segundo acepta la propuesta y el restaurante se llena de aplausos y felicitaciones por parte de los demás clientes. Sonrío porque sé que mi padre está feliz al igual que Marissa; por otro lado, Allen permanece serio y callado. Por el resto de la cena evitó contacto visual y no mostró ni una sola emoción. Era evidente que le molestaba la noticia, pero no podía creer que no se alegrara ni siquiera un poco por la felicidad de su madre.
Al llegar a casa, Allen sube a su cuarto sin decir una palabra. Los tres nos quedamos observando el camino que tomó este hasta que Marissa rompió el silencio.
—Bueno. Ahora que estamos comprometidos, es hora que te mudes del todo; esta casa es lo suficientemente grande para nosotros —dijo con una leve sonrisa—. Noah, deseo que puedas tener una buena vida aquí y que seas capaz de estudiar lo que más desees. Tu padre y yo estamos aquí para apoyarte en lo que necesites.
—Gracias, Marissa. Estoy muy agradecido de que me dejes quedar aquí; ya soy mayor y no quiero ser una carga. Trabajaré para pagar mis estudios.
—Ni lo pienses. Tenemos lo suficiente para pagar lo que necesites, así lo único de lo que tendrás que preocuparte son tus notas. Allen tampoco trabaja, solo se dedica a estudiar, y quiero que los dos tengan las mismas oportunidades —dice en tono serio y firme. No tengo de otra más que asentir y darle la razón.
Después de la charla, me dirijo a mi nueva habitación. Puede que vivir aquí no sea tan duro después de todo; pero no puedo evitar preguntarme, ¿de dónde saca tanto dinero Marissa? Bueno, sé que es un ser inmortal y que ha vivido más años de los que puedo contar, y puede que haya estudiado más carreras de las que puedo imaginar en este momento; pero la curiosidad no deja de correr por mi mente y la pequeña probabilidad de que cierta cantidad de ese dinero esté sucio.
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Hermanastros | ✔ [En Edición]
Teen Fiction-Me gusta hacerte sonrojar. Te ves ridículo -una sonrisa burlona pareció en su rostro, dejando que sus colmillos se asomaran brevemente-. Y el hecho de que la gran mayoría de veces no puedes siquiera mirarme a los ojos lo hace aún mejor. Deja los ne...