Día miércoles, mitad de semana. El día que llena de esperanzas a las personas ya que el fin de semana se acerca. El querido miércoles. El día en que Hank y Marissa despertaron con un humor de maravilla, saliendo a desayunar y posteriormente a hacer un poco de ejercicio en pareja. Día en que Allen había decidido despertar temprano para preparar algo de comida para Noah, y elegir un amplio repertorio de películas para ver mientras la pareja adulta está ocupada en las calles de Nueva York. Día en que Noah debía presentar su renuncia en el café, y mostrarse lo más normal posible frente a Allen. Sin duda alguna, el rizado había empezado el día con el pie izquierdo; su alarma no sonó, no había agua caliente, debía caminar bajo la nieve, y por último y no menos importante, debía ocultarle el peligro al vampiro. No estaba seguro de cómo sobreviviría a ese día sin tener un colapso mental, sin embargo, reunió todas sus fuerzas y decidió continuar como si nada.Quiso ir al café antes de desayunar con Allen, así que se escabulló sin llamar la atención del vampiro y salió bajo la nieve. Pasó todo el camino jugando con el manto blanco que se formaba en sus pies, alejando su mente de cualquier pensamiento que lo guíe a lo sucedido aquella estrellada noche. Al llegar al café, se quedó unos segundos en la puerta observando el establecimiento, recordando que probablemente seria la última vez que entraría, que ya no pasaría las mañanas con Tania, y que ya no recibiría las lindas visitas de Allen al medio día en busca de un café y un beso robado. Abrió la puerta y disfrutó del calor que emitía el lugar; al abrir los ojos se encontró con la mirada expectante de su compañera, o bueno, excompañera.
—¡Noah! Cariño, ¿por qué no has venido estos días? ¿Estás bien? —la sonrisa con la que lo saludó fue volviéndose más pequeña a medida que hacía más preguntas y se preocupaba aún más por el rizado.
—Hola, Tania. Estoy perfectamente bien, no hay de qué preocuparse —ofreció una sonrisa—. Y la razón de mi ausencia es simple, mi padre y Marissa ya regresaron y algunas cosas se complicaron en casa, una cosa llevó a la otra y ahora debo renunciar. —Apretó sus labios en una fina línea al terminar.
—¡¿Qué?! ¡¿Te harán renunciar?! ¿Por qué? ¡es una injusticia! ¡No has hecho nada malo! ¿Verdad? —El tono de voz que utilizó la chica fue lo suficientemente alto como para ganarse un par de miradas de parte de los clientes, las cuales fueron ignoradas, por supuesto.
—Tania, cálmate, baja la voz —rió a lo bajo por lo alterada que estaba la chica.— No por algo malo. Me inscribieron a la universidad, y me advirtieron que por nada del mundo podía descuidar mis estudios, y debido a que muy pronto entro, debo renunciar; me aseguraron que me darían todo lo necesario para mi día a día y que no tenía nada de qué preocuparme.
—Oh, cariño, ¡eso es fantástico! Me alegro mucho por ti; recuerdo toda las veces que me dijiste lo mucho que querías entrar a estudiar, y realmente me pone contenta que ya lo puedas cumplir. Te extrañaré mucho, el trabajo aquí no será igual sin ti, pero quedo feliz al saber que harás algo que te gusta.
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Hermanastros | ✔ [En Edición]
Jugendliteratur-Me gusta hacerte sonrojar. Te ves ridículo -una sonrisa burlona pareció en su rostro, dejando que sus colmillos se asomaran brevemente-. Y el hecho de que la gran mayoría de veces no puedes siquiera mirarme a los ojos lo hace aún mejor. Deja los ne...