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Hank llevaba una semana fuera de casa, y Marissa pasó casi el mismo tiempo trabajando sin descanso

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Hank llevaba una semana fuera de casa, y Marissa pasó casi el mismo tiempo trabajando sin descanso. Ya había sido capaz de preguntarle a mi padre la semana pasada sobre el trabajo de su prometida; me dijo que era dueña de un centro de investigación que se dedicaba a estudiar la sangre, bueno, ese era su camuflaje. Al recibir donaciones de todo el mundo, ella era capaz de abastecer a los vampiros de la zona, e incluso de otras partes del mundo, con sangre "purificada". También me había dado cuenta de que lo que Allen llevaba en las botellas no era agua, sino que sangre. Tal vez es por eso que sus ojos se veían rojo todas esas veces.

Marissa, además, había fabricado una especie de sustituto de la sangre real que podría calmar la sed por unas horas, lo cual era más barato que la sangre pura. Ese negocio le había brindado estabilidad económica durante años, tenía más de lo que necesitaba. Bueno, al menos lo que hacía no era del todo ilegal.

Mi padre entró con una amplia sonrisa a la casa junto a Marissa, avisando que tenía un anuncio que hacer.

—Noah, por favor llama a Allen, él también debe saber esto —dijo mientras sostenía a Marissa firmemente de la cintura.

Con pereza subí las escaleras y caminé hasta la puerta de la habitación de Allen. Recordando lo que había pasado hace unos días, toqué la puerta tres veces, pero no hubo respuesta. Toqué otra vez, y al segundo toque, la puerta se abrió de golpe, mostrando a un Allen cubierto solo con un pantalón holgado, su torso completamente descubierto. No puede ser, esto ya se está volviendo costumbre. Parece que apenas había despertado, su cabello liso estaba totalmente despeinado, y sus ojos apenas podían permanecer unos segundos abiertos debido a la fuerte luz que entraba a la habitación, la cual, a conveniencia suya, se encontraba oscura en su totalidad.

—¿Acaso no te sabes poner las camisas? —Trataba de concentrarme en su mirada o al menos en algo que no fuera su perfecto abdomen al descubierto. Mi expresión mostraba molestia e incomodidad, mientras que a él le parecía graciosa aquella escena.

—Ángel, ¿por qué tendría que ponerme una si estoy en mi propia casa? ¿Es acaso una regla escrita? Si lo es, mis más sinceras disculpas. —Una sonrisa se mostró en su rostro, le divertía ponerme incómodo. Sabe lo que hace.

—Ya déjate de tonterías. Hank me mandó a llamarte, no te demores en bajar. —Sin esperar un segundo más, me fui rápidamente de ahí y bajé las escaleras.

Me senté en el sillón frente a los dos emocionados adultos, parecían inmersos en su propio mundo, mientras que mi paciencia se agotaba. ¿Dónde carajo está Allen?

—Disculpen la demora; estaba buscando una camisa. —miró hacia donde yo estaba, y guiñó el ojo. A ese punto, ya había empezado a creer que tenía un tic y que no eran guiños voluntarios.

—No hay problema —afirmó Hank por fin saliendo de su mundo feliz con Marisa—. La razón por la que los llamamos es para informarles que nos iremos por tres semanas. Iremos a Florencia, allá nos cansaremos y tendremos nuestra luna de miel. —. Ambos sonreían ampliamente mientras observaban con intención nuestra reacción.

Hermanastros | ✔ [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora