El olor a café y postres dulces invadía el lugar, a pesar de ser un sitio pensado para tener un momento de calma, leer, e incluso dormir un poco; ese preciso día, no podría ser el caso. El café estaba atareado y completamente lleno de clientes impacientes esperando a ser atendidos y poder salir de aquel bullicioso lugar. Algunas personas lograban encontrar paz en medio del enorme caos que se había formado, mientras otras se volvían más impacientes a medida que los minutos corrían.Noah estaba agobiado, apenas llevaba dos semanas trabajando tras la barra, aún no se acostumbraba del todo al ritmo, y este día ha sido el más ocupado hasta ahora, lo cual lo llenaba de nervios y desesperación. Olvidaba el nombre de los clientes, solía confundir las órdenes y a veces olvidaba el proceso de preparar ciertos tipos de café; ya estaba perdiendo la cordura. Tania, a su lado, se veía más tranquila y concentrada que él, ella ya era una experta manejando ese tipo de situaciones; agradecía tenerla como compañera, si no ya hubiera colapsado y estaría muy próximo a su despido.
Un par de horas más pasaron, la masa de personas que antes se encontraba allí, ya se había disminuido considerablemente; el silencio y la calma volvían a hacer una aparición en el sitio, y Noah por fin podía respirar con tranquilidad. Unos minutos más tarde, cierto cliente llamó la atención de Noah; claro ¿cómo no?, era nada más y nada menos que Allen. ¿Qué hacía ahí? ¿Desde cuándo toma café? ¿El café funciona en vampiros?.
El de cabellos castaños se acercaba lentamente a la barra, su expresión se mantenía seria, y sus ojos merodeaban por el lugar. Noah no podía quitarle los ojos de encima, la confusión clara plasmada en su rostro fue suficiente para sacar una media sonrisa del vampiro, lo suficientemente grande como para mostrar el filo de sus brillantes colmillos.
—Ya te lo he dicho antes y no pareces entender, toma una foto, te durará más, te lo aseguro —dijo mirando fijamente los ojos del rizado, su mirada mostraba picardía y unos aires de superioridad. Sus iris nuevamente tenían una pizca de rojo en ellos, ¿acaso todo el tiempo tenía hambre?
—¿Qué desea ordenar? —Ignoró por completo el comentario del chico frente a él, y decidió concentrarse en su trabajo.
Allen no borró su arrogante sonrisa después de ser evitado olímpicamente.
—Dame un café oscuro, sin azúcar y con mucho hielo, por favor —guiñó el ojo y se fue a sentar al lado de los ventanales.
Noah agradece no estar cerca de un espejo o algo que pueda reflejar su rostro, estaba casi 100% seguro de que se encontraba tan rojo como un tomate. Él no soportaba la presencia del Castaño, le aborrecía lo arrogante e imprudente que podía llegar a ser, sin embargo, esa misma presencia hacia enrojecer sus mejillas de manera exagerada. Se resignó a preparar el café ordenado, apuntó su nombre en el vaso, y se lo entregó a Tania para que llamara a Allen. No quería hablar con él, ni siquiera dirigirle la palabra, ya suficiente había aguantado su actitud en casa como para tenerlo que hacer en el trabajo.
Una vez Allen se fue, ya no quedaban muchas personas en el lugar, solo un joven dormido en una mesa sobre un montón de libros y papeles esparcidos, y una mujer mayor leyendo un libro en el rincón de la biblioteca. Tania volteó a mirar a Noah con una sonrisa plasmada en sus labios.
—Entonces ¿Quién es el apuesto chico que te hizo sonrojar tanto? —sus ojos parecían más grandes, llenos de curiosidad y expectantes a la respuesta del rizado.
—Nadie importante —contestó con el ceño fruncido. Noah esperaba deseaba que Tania no insistiera.
—Pues, ese "nadie" movió tu suelo con solo aparecer en la puerta. Vamos, dime quién es.
—Bien... él es mi hermanastro, Allen. —Su mirada permaneció en el suelo, no quería hablar sobre el chico en ese momento, y menos con Tania.
—¿Te gusta? —Sus ojos se abrieron aún más, si eso era posible.
—¡No! ¡Por supuesto que no!, es arrogante, insoportable, egocéntrico, y tiene un humor fatal. De ninguna manera me podría gustar. —Aquella afirmación no parecía del todo cierta ante los ojos de Tania.
—Y ¿Qué tal si te digo que no te creo? —alzó una de sus cejas y se cruzó de brazos. La esquinas de sus labios se habían alzado ligeramente queriendo dar paso a una sonrisa.
—Puedes creer lo que quieras, pero te digo, no me gusta ni un poco.
—Entonces, ¿por qué tus mejillas se tornaron de ese rojo tan intenso? —posó una de sus manos en su barbilla—. ¿Acaso fue de la ira? Lo cual no creo que sea la respuesta.
—¿Podemos cambiar de tema? —Ya estaba cansado de las preguntas y no quería pensar más en su molesto hermanastro, estaba convencido de que no le gustaba. Se aseguraba así mismo una y otra vez que no había manera de que sintiera siquiera un poco de atracción hacia él, imposible.
—Está bien, está bien. Pero si algo ocurre entre ustedes dos, quiero ser la primera en saberlo, ¿okay? —Apuntó con el dedo índice a Noah, mientras una sonrisa se mostraba en su rostro.
—Ajá —rodó los ojos, ya se agotaba su paciencia. Parecía que esos últimos días tenía menos de lo normal—. Mejor empecemos a limpiar para poder cerrar.
Ambos empezaron a acomodar las cosas, mientras lo hacían, Noah no podía dejar de dar vueltas en el asunto, haciendo una pequeña lista mental del porqué no podía gustar de Allen.
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Hermanastros | ✔ [En Edición]
Novela Juvenil-Me gusta hacerte sonrojar. Te ves ridículo -una sonrisa burlona pareció en su rostro, dejando que sus colmillos se asomaran brevemente-. Y el hecho de que la gran mayoría de veces no puedes siquiera mirarme a los ojos lo hace aún mejor. Deja los ne...