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Mentiras, mentiras

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Mentiras, mentiras. Lo único que conocía Noah en ese momento eran las mentiras. Aquellas distorsiones de la realidad que le atormentaban y terminaban con sus interiores. No le gustaba ocultar cosas, alterar la verdad, crear situaciones que nunca sucedieron; se sentía en una pesadilla cada día que pasaba.

Las horas pasaban más rápido, como el quemar de una vela. Navidad ya había terminado, y como era de esperarse, los Rowling no la celebraron, dejando pasar aquellos lindos días festivos como si de nada se tratase en realidad. Solo en fue la noche de año nuevo que decidieron hacer algo diferente, y por diferente se refiere a una pequeña y elegante cena para recordar lo vivido en ese año.

Enero ya había quemado sus primeros días, dando la ilusión de que las horas se habían recortado unos 10 minutos, creando una escases de tiempo diaria.

Las clases en la universidad estaban a punto de comenzar, y los nervios del rizado le tenían los vellos de punta. Sentia que el final se acercaba a paso acelerado y no podía hacer nada para que este se detenga y nunca más vuelva a avanzar. Su amor por Allen no hacía más que crecer cada vez que el vampiro realizaba un gesto dulce y gentil hacia él, le gustaba la atención que le brindaba, le gustaba sentirse querido; pero los miles de pensamientos que flotaban en su mente le impedían devolver todo ese amor y esa atención a su Linling, dejándole un feo sentimiento de culpabilidad que no podía controlar.

El mayor no pasó por alto el comportamiento distante que había adoptado su Ángel en los últimos días, el chico adorable y curioso del que se enamoró parecía ya no estar presente, y solo su cuerpo quedaba de él. Las enormes ganas de saber el porqué de su reciente actitud le llevaban al borde de romper una de las promesas que le hizo a su amado. Quería ser capaz de eliminar la razón de su frialdad y distanciamiento, pero la única forma de hacerlo era leyendo su mente; el rizado se negaba a hablar, y cada vez que le preguntaba al respecto le esquivaba y cambiaba el tema de inmediato. Aquello no le agradaba al vampiro, y su autocontrol de agotaba a medida que las cortas horas pasaban; sin embargo, juntó las pocas fuerzas que le quedaban y decidió confiar en su Ángel, confiar en que todo volvería a la normalidad tarde o temprano.

Las manecillas del reloj avanzaron con una velocidad indescriptible, dejando los a solo un día de empezar su hermosa vida universitaria, la emoción que Noah una vez sintió por vivir esa experiencia se esfumó casi en su totalidad. No quería tener que enfrentarse al estrés que traería el cuidar de Allen, sentía que la cuenta regresiva se acercaba cada vez más a su final, siendo la universidad una causa para que esta avance aún más rápido.

Allen no sentía emociones muy fuertes frente al inicio de clases, se sentía más bien tranquilo y confiado. Lo único que provocaba un indicio de preocupación en su ser era su Ángel, ya no sabía qué más intentar para que le confesara de una vez por todas el mal que le estaba acabando la felicidad. Después de un exhaustivo debate en su mente sobre lo que debía hacer, optó por la más sencilla, ir a darle un masaje. Sabia que estaba tenso, y estaba seguro de que un masaje le ayudaría a alivianar esa tensión. A paso firme se dirigió a la habitación del rizado, encontrandolo acostado bocabajo sobre su cama, su espalda estaba descubierta, dejando a la vista a las enormes y prominentes cicatrices.

Hermanastros | ✔ [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora