¿Ahora qué?
Recostado sobre su espalda en el suelo al lado de la bruja que se lo había arrebatado todo en cuestión de minutos, Allen se cuestionaba todo lo que había hecho y lo que debía hacer ahora. Ya no había marcha atrás. Sentía su cuerpo temblar y sus manos parecían haber perdido la habilidad de moverse. Su mente pasaba de estar llena de cientos de pensamiento al mismo tiempo a estar completamente vacía y casi que fuera del mundo.
El plan que Hank le había planteado hace apenas unas horas se esfumaba poco a poco de su memoria, dejándolo sólo con un par de divagaciones y suposiciones de lo que debería hacer para completar con su cometido. Observando el cuerpo inerte de Tamia a su lado, se dio cuenta del enorme ejército de caídos que se dirigían hacia los de su especie junto a una manada de nefilim enfurecidos con la especie equivocada. Ellos, a pesar de haber sido heridos por los caídos durante toda su existencia, estaban en camino a destruir una especie con la que no habían tenido contacto en sus milenios en la tierra. Teniendo a su líder carente de vida a su lado no detenía la catástrofe que se acercaba a pasos rápidos.
Realmente no había nada que pudiera hacer para detenerlos, sólo alarmar a los demás vampiros y evitar que algo peor suceda.
Levantándose de golpe de su sitio, recordó la razón por la que había hecho todo eso con tanta determinación, recuperar a su Ángel. Por más egoísta que aquello suene, no podía seguir con lo demás sin tenerlo de vuelta. Para poder hacer eso, debía viajar al mismísimo tártaro y liberarlo de su condena.
"...Crea un portal usando alcohol y un par de gotas de la sangre de Tamia, lleva contigo a la Gladius, sólo con ella podrás liberar a Noah de sus cadenas. Prende el portal en llamas y párate justo en el centro. No dudes ni temas por un segundo. Si sigues estos pasos correctamente, lo podrás recuperar y terminar con todo esto."
Las palabras de Hank retumbaban vagamente por su desastrosa mente, mientras corría a un lugar más escondido para poder crear el portal. Sus manos sudaban y podía sentir la sangre recorrer su cuerpo con fuerza.
No dudar y no temer. Se repetía una y otra vez mientras que trazaba las líneas del portal con el líquido en las profundidades del bosque al lado del escondite de Tamia. Regó las gotas del espeso líquido rojo justo en el centro y después de tomar aire profundamente le prendió fuego. Con pasos firmes se paró donde había regado la sangre y apretó con más fuerza a la espada entre sus manos. Manteniendo la calma y con más determinación que antes, permaneció unos segundo en esa posición hasta que sintió el cambio de ambiente y de temperatura.
Había escuchado con anterioridad que el tartaro no es igual para todo aquel que esté condenado a pasar el resto de sus días allí. Todo indica a que cada ser lo ve de manera diferente y vive su propio castigo asolado de cualquier otro ser. En su caso, todo era oscuro. Las paredes eran de un tono de azul y los corredores tan angostos que solo un ser podía pasar. Contrario a todas las especulaciones, sentía un frío tan intenso que hacía chistar sus dientes.Para poder encontrar a Noah debía recorrer cada pasillo, rogando que lo pudiera encontrar más pronto de lo esperado. La forma en la podía ver que el tártaro estaba conformado era un poco peculiar. No veía demonios circulando por los lares y cada ser tenía una especie de celda donde vivía su escarmiento. Ninguno era igual, cada ser vivía algo diferente, algo directamente proporcional al daño que había causado durante su tiempo en la tierra.
Después de recorrer más de 100 celdas, encontró la de Noah. Esta era diferente, no tenía abarrotes, ni ningún tipo de rejilla. Lo que lo separa de su Ángel era una especie de cristal. Allí estaba él, arrodillado con los ojos en blanco observando a un punto perdido en la pared; de su cuello colgaban las cadenas que lo privaban de cualquier tipo de movimiento. Bueno, no es que hiciera de ademán de mover siquiera un solo dedo.
El vampiro se acercó lo suficiente al enorme cristal, se quitó la camisa y la ató alrededor del filo de la espada, y con el mango de esta empezó a golpear repetidas veces el cristal hasta formar un grieta. Al ver la fina linea extenderse, soltó la espada y se alejó lo más que pudo para luego volver corriendo y golpear con su hombro el mismo lugar de antes. Ignorando el dolor creciendo en todo su torso, hizo lo mismo una y otra vez hasta que todo el cristal se rompió y pudo pasar al otro lado. A pesar del impacto de Allen contra Noah y de los pequeños pedazos filosos volando por todas partes, el rizado no se movió ni un poco. Parecía que su cuerpo estaba congelado en aquella posición.
Allen se puso de pie nuevamente y observó los pedazos de cristal incrustados en su hombro; sin embargo, estos no le acusaban dolor en absoluto. Caminó hacia la espada envuelta en su camisa, la tomó y la liberó del amarre del pedazo de tela. Posicionó ambas manos en el mango, alzó sus brazos y con toda la fuerza que su cuerpo poseía, hizo que la espada impactara contra las cadenas. En total habían 5, haciendolo repetir el mismo procedimiento varias veces. A pesar de que no sentía ningún tipo de dolor, el cansancio se apoderó de su cuerpo, perdió su aliento y cayó de rodillas. Inhalando profundamente se apoyó sobre sus pies una última vez y reventó la última cadena, desplomándose sobre el suelo esperando el despertar del rizado.
Sentía pequeños golpes en su rostro, pero no lograba abrir lo ojos y mucho menos moverse. Su cuerpo se zarandeaba de un lado a otro, impactando contra los cristales una y otra vez. Escuchaba su nombre ser llamado a la distancia, la voz llena de desesperación. Finalmente pudo ver la luz, parpadeando un par de veces para adaptarse a ella. Vio a su Ángel con la cara llena de lágrimas y una expresión de pura preocupación. Lo único que pudo hacer fue sonreír.
Noah al notar la sonrisa del vampiro, lo ayudó a parar y lo envolvió en un abrazo, negándose a soltarlo. Al sentir los brazos del contrario rodear su cuerpo su llanto aumentó aún más, creando un eco en los profundos pasillos a su alrededor.
- No dejaré que te vuelvas a ir, Ángel. No te lo permitiré.- tenía su cabeza escondida en el cuello del rizado.
- Por favor, no me lo permitas. No ahora.
- Debemos irnos. Esto no ha terminado.- sacó su cabeza del cuello del rizado y tomó su mano- no me sueltes.
Después de que Noah asintió, Allen lo arrastró por los angostos pasillos hasta llegar a un cuarto completamente oscuro y desolado.
- Abre tu mano.
Al hacer lo pedido, Noah sintió el filo de la espada sobre su palma y observó el líquido rojo brotar y caer al suelo. Allen hizo lo mismo en su mano y pronunció
"Haec omnia dicta sanctorum et gladius quis exaudi me. Tartarus: Non est in loco meo Tartara damnationem, non meam. gladium educere ex eo obiurgatio peto pro aeterna gloria."
Después de eso, su estancia en el tártaro había llegado a su fin.
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Hermanastros | ✔ [En Edición]
Teen Fiction-Me gusta hacerte sonrojar. Te ves ridículo -una sonrisa burlona pareció en su rostro, dejando que sus colmillos se asomaran brevemente-. Y el hecho de que la gran mayoría de veces no puedes siquiera mirarme a los ojos lo hace aún mejor. Deja los ne...