Un sonriente Hank apareció en la entrada principal, había tardado menos de lo esperado en su trabajo, y se notaba desde lejos su felicidad por ello. Cuando giré mi rostro para ver a Allen, este ya se había esfumado, lo único que se escuchaba era la voz de mi padre y el sonido de una puerta cerrándose proveniente del cuarto de Allen.
Me quedé pensado unos segundos curioso sobre lo que me habría dicho de no ser por la repentina interrupción de mi padre, el hecho de que me haya querido dirigir la palabra es suficiente para mantener mi mente ocupada pensando en las posibilidades.
—Noah, te tengo un trabajo —la noticia de Hank me sacó de mis teorías, él tenía una sonrisa demasiado amplia plasmada en su rostro—. Uno de mis socios abrió un café a un par de cuadras de aquí, y está buscando a alguien que atienda en las tardes.
Me quedé mirándolo unos instantes, no sabía qué decir, no estaba pensando en conseguir un trabajo en estos momentos y menos uno en el que tuviera que estar en constante interacción con las personas, pero creo que no me hará daño recibir un dinero extra.
—¿Cuándo empiezo? —Apenas terminé la pregunta, Hank sonrió aún más (si se es posible)
—El martes, estarás en la barra, no tendrás que ser mesero
—Okay, perfecto. Gracias. —Ofrezco una sonrisa sincera y dejo que siga con su camino.
No puedo dejar de pensar en lo que Allen estuvo a punto de hacer. En el tiempo que llevaba viviendo en esta casa, nunca había hecho el intento de hablar conmigo, es más, casi siempre evitaba mirarme o pretendía que no estaba en el mismo lugar que él, y ahora, de un momento a otro, decide hacerlo. También soy un poco culpable de nuestra carencia de interacción, no me esforzaba en lo más mínimo en conocerlo o siquiera iniciar una breve conversación, solo lo necesario, tal vez debería hacerlo, después de todo estaremos viviendo bajo el mismo techo durante mucho tiempo y pretender que el otro no existe es absurdo.
Una melodía empieza salir nuevamente del cuarto de Allen, es lenta, tranquila y se concentra en las notas agudas que posee el instrumento, es casi como si fuera una canción de cuna; ninguna nota chocaba con la otra, todas se complementan de una hermosa manera, como si flotaran en el aire. No me canso de escuchar aquella pieza.
Cuando la melodía dejó de sonar, no me quedaba razón para estar en la sala, me dirigí a mi habitación y me dispuse a dormir otro rato.
Me encuentro en un campo extenso de girasoles, en medio, hay un camino despejado de tierra que se dirige a un pequeño quiosco, tiene columnas blancas y un techo en punta, al estar más cerca, puedo ver un enorme piano de cola blanco en todo el centro, y una melodía conocida salía de él, la cual se mezclaba con el sonido del viento. El autor de aquella pieza es nada más ni nada menos que Allen. Parece no notar mi presencia y sigue presionando aquel mar blancas teclas y negras sin siquiera abrir los ojos, parece perdido en su propio mundo. Una vez las teclas dejaron de ser presionadas y que el pianista abrió los ojos, su mirada encontró la mía, y en un instante sus iris se tornaron de un rojo intenso y brillante, se paró y caminó hasta donde me encontraba mirándolo, apenas estuvo lo suficientemente cerca alzó su brazo y posó su mano en mi cuello, apretó con fuerza y no me dejó ir hasta que mi visión se nubló y caí al suelo.
Me desperté de golpe, estaba sudando frío y mi respiración estaba agitada. Era la primera vez que no tenía una pesadilla con relación a mis alas, y el hecho de que Allen haya sido el protagonista esta vez lo hace aún más extraño. Recordé el color que había aparecido en sus ojos. Me pregunto si así son en la realidad, y sí su cambio representa algo más que solo hambre y enojo.
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Hermanastros | ✔ [En Edición]
Teen Fiction-Me gusta hacerte sonrojar. Te ves ridículo -una sonrisa burlona pareció en su rostro, dejando que sus colmillos se asomaran brevemente-. Y el hecho de que la gran mayoría de veces no puedes siquiera mirarme a los ojos lo hace aún mejor. Deja los ne...