RUMBO A LO DESCONOCIDO

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Iba agarrado de la mano de Dublín cuando salí de esa vivienda por última vez, con maleta en mano; jamás sería capaz de olvidar esas extensas caminatas por el inmenso jardín que a pesar de haberlo sentido como una tarde de otoño, saltando sobre las hojas de calurosos colores y dejándome sumergir en la lluvia de estas pertenecientes a los árboles más robustos y bellos que jamás había visto─. invernal; las tardes sin hacer nada junto a Dublín tumbados sobre la cama, acariciándonos el uno al otro y conociéndonos mejor; las grandes risas con Atenas y Roma, a quien ya consideraba una gran amiga... miles de recuerdos inolvidables reunidos en dosis de tres días.

¿Estás listo? me preguntó mi pareja.

Supongo.

Eché la mirada a mi alrededor para observar al resto de la banda, yo parecía el más nervioso; a su lado, yo era una pequeña hormiga huyendo de una gran suela de zapato: aunque luego descubriría que no era así, y que la gran mayoría compartían mis sentimientos.

¿Qué hora es? preguntó Seúl, quién tenía el teléfono móvil descargado; no muy amante de los relojes.

17:24. respondió Roma.

¿Por qué nos vamos tan temprano? De todas formas, no tenemos ningún lugar al que ir sin ser arrestados. alegó Atenas.

Sí que lo hay. añadió Kiev─, el amigo de mi viejo tiene un restaurante cerca del puerto, está dentro de la zona privada que reservé así que no nos puede pasar nada.

¿Seguro que eso está bien? dudó Kirishima, preocupado.

Kiev hizo una sonrisa segura.

No lo dudes, digamos que tendremos el local solo para nosotros.

Todos nos quedamos con caras dubitativas, sin comprender de qué narices nos estaba hablando el líder de la banda.

Montamos el camión de reparto y nos dirigimos donde Kiev mencionó. El exterior era similar al típico bar de los 60, con la barra adornada con azules luces de neón, los asientos de cuero rojo y las baldosas del suelo formados con mosaicos romboidales blancos y negros. Pero el interior era muy distinto, el suelo era de madera pulida pero antigua y roñosa, las paredes aparentemente blancas, actualmente beige mezclado de negro puro, apestaban a moho. Y de la cocina se desprendía un olor a podrido insoportable, ahí fue cuando comprendí a lo que se refería Kiev con lo de tener el local para nosotros.

Cuando nos acercamos a la barra, roída por múltiples mordeduras de ratón y con la madera desgastada, se nos acercó un hombre alrededor de los 40 aunque unos 60 por apariencia obeso, con el delantal empapado en grasa y la típica barba de tres días. El hombre saludó a Kiev y se presentó:

Soy Barry, dueño del restaurante, vosotros debéis de ser los amigos de Katsuki. comenzó su presentación con una voz grave, antigua aunque rítmica. Posando sus ojos, casualmente, en Kirishima.

No son mis amigos. afirmó Kiev rápidamente.

Cuanto tiempo sin oír tu nombre. rememoró Lisboa.

Debería de haberle dicho antes que no me llamara por mi nombre real...

¿Ese es su nombre? le susurré sutilmente a Dublín.

Sí, ¿no lo sabías?

Negué con la cabeza.

Cierto, no lo conocías antes del robo. Pues ya lo sabes.

Me quedé pensativo, y no por el nombre real de Kiev.

Bueno jovenzuelos, podéis sentaros dónde queráis. Como veis, no hay mucha clientela así que sentíos como en casa.

Ese pedido era algo difícil de cumplir, incluso siendo rehén se comía mejor, pero seguí a Kirishima a la primera mesa que vio, siendo esta la más cercana a la entrada por si había que salir por patas de allí.

Bueno gente comenzó a hablar Atenas con un tono cercano─. Hemos pasado por muchas cosas juntos, a pesar de conocernos desde hace más o menos un mes. Pero quiero que sepáis que de aquí me llevo 8 grandes amigos con los que voy a contar por el resto de mi vida.

Puaj. Kiev rodó los ojos ante esas palabras.

Venga Kiev, estoy seguro de que eso no es lo que realmente piensas... dijo Kirishima, conociendo las intenciones de su compañero.

Kiev se quedó callado, sin decir nada más.

Yo pienso lo mismo, Atenas dijo Lisboa con su adorable tono de voz.

Y yo... supongo habló por primera vez Ámsterdam.

Todos estuvieron de acuerdo ante las palabras de nuestra compañera. Algunos estuvieron más conmovidos que otros, pero a todos nos llegó el hecho de que éramos un equipo, un gran equipo unido, que llevaría esta hazaña hasta el final de la aventura.

Pagamos la cuenta ahora que podíamos de inmediato y salimos del mustio establecimiento en dirección al puerto, el cual estaba delante de nosotros, como bien indicó Kiev.

Allí estaba, nuestra vía de escape, brillando frente a nuestros ojos a pesar de ser un simple barco pequeño y oscuro (no me sorprendió que se trataran de amigos de Kiev a quienes acaba e iba a conocer) pero resplandeciente a nuestro parecer, sólo teníamos que subir, dar un paso más y ser felices para siempre podridos en pasta. Aunque, eso no era lo realmente importante para mí, yo sólo quería estar feliz con Dublín.

Íbamos a comenzar a caminar hacia la tabla de madera que conectaba el muelle viejo con el vehículo marítimo, hasta que oímos un grito que nos erizó la piel:

¡No os mováis, poned todos las manos en alto! ¡Estáis detenidos!

紙の家 // kami no ie // - BakushimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora